2002-09-21.LA RAZON.LOS LIBROS RUBIO ESTEBAN

Publicado: 2002-09-21 · Medio: LA RAZON

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LOS LIBROS 
LA RAZON 21 DE SEPTIEMBRE DE 2002 
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN 
Los libros en tanto en cuanto hijos de la «Edad del Papel» tienen un futuro verdaderamente incierto ante las cada vez más pujantes producciones gráficas asentadas en un sutil soporte tecnológico de silicio (informática). Castelar decía con su tono rimbombante y modernista que los libros no sólo eran el áncora, sino también las velas de la libertad. ¿Lo serán también los sucesores internáuticos del libro? Monseñor de Bury, obispo de Durham en 1354, autor del primer libro que trata exclusivamente del amor al libro, repetía constantemente: «No haya fin a la multiplicación de los libros», como antídoto seguro contra la barbarie y los enemigos de la libertad. Todos los enemigos de la libertad comienzan sus campañas con la quema o prohibición de libros (Nabonasar, Omar, Juan II, Hitler, etcétera). Incluso Isaac Disraeli decía en sus Curiosities of Literature que los grandes hombres de la antigua Roma tuvieron conocimiento de las imprentas, pero que por una muy conservadora concepción de la política, calculando los grandes «peligros» que este descubrimiento revolucionario entrañaría, decidieron ocultarlo al pueblo súbdito. Esas previsiones de los hombres de la antigua Roma para evitar la difusión de ideas nuevas o «disolventes», si no son exactas son verosímiles (el Senado romano tomó con cierta frecuencia decisiones parecidas ¬los libros de Numa, las Bacanales, etcétera¬), pues ya en el siglo VII a. C. los lacedemonios, según dice Valerio Máximo, prohibían en la ciudad las poe-sías de Arquíloco, temiendo que su lectura perjudicase a las buenas costumbres, al valor, al patriotismo y al pudor público.
   El libro nace con la libertad, y éste la robustece y la garantiza. Y entra en peligro cuando flaquea aquélla. No deja de ser curioso y revelador que los primeros repertorios y catálogos de libros impresos fueron los »Índices de libros prohibidos». Y en estos momentos habría que recordar aquellas palabras del regeneracionista Joaquín Costa: «Hay que defender la patria con los libros en la mano». Yo añadiría que también con la Prensa. Mucho antes de que Garzón, el Fiscal General o el Parlamento arrojasen a Batasuna a los ámbitos en donde deambula la anormalidad, los batasunos ya habían sido vencidos totalmente ante la opinión pública por el papel escrito (Carmen Gurruchaga, Isabel San Sebastián, Anson, García-Trevijano, Savater, José Antonio Sentís, Iñaki Ezkerra, Gorka Landáburu, Jesús María Zuloaga, etcétera). Lo único que está prohibiendo el Poder Judicial a instancias del Parlamento es que hablen los muertos de un determinado cementerio. Los batasunos ya eran desde hace unos años puros cadáveres políticos gracias al poder revelador de los libros ¬y la Prensa¬. Y yo no sé si a los muertos se les puede prohibir algo.
   Cuando los libros desnudan las cosas del mundo y sus relaciones, las acciones que acometen las instituciones en la misma dirección de esos libros ya son casi un pleonasmo, la «peroratio» de la acción política. Por eso quizás decía Balzac que «un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano», porque la conquista del pensamiento explicitada en un libro ¬o en un periódico¬ más pronto que tarde acaba haciéndose realidad. Y Barbeyrac sentenciaba: «Los libros gobiernan el mundo». La magia de la verdad presentada en un libro mata al tirano más poderoso; por eso afirmaba el Abate Galiani que «más países se conquistan con los libros que con las armas». En un viejo trabajo publicado por el gran profesor de crítica literaria Pérez Bowy se demostraba que la instauración de la II República española se debió a los libros más leídos por los españoles en los años veinte. Ni la dictadura de Primo de Rivera, ni la muerte de Fermín Galán: sólo los libros. El mundo de Batasuna comenzó desde hace algunos años a asaltar librerías, tipo de locura peligrosísima porque es un intento desesperado de sobrevivir en contra de las normas de la razón: «Matar a un hombre es destruir una criatura racional; pero sofocar un libro es sofocar la razón misma» (Mirabeau). La persecución a la que de forma implacable han sido sometidos periodistas y escritores en general por el nacionalismo vasco montaraz no ha sido más que una monstruosa tentativa de acallar la razón. Los libros anticipan el mundo.