1995-03-13.EL MUNDO.ZAMORA CIUDAD LIBRE AGT
Publicado: 1995-03-13 · Medio: EL MUNDO
Ver texto extraído
ZAMORA CIUDAD LIBRE EL MUNDO. LUNES 13 DE MARZO DE 1995 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO EN ningún otro sitio he sentido como en Zamora, desbordando la hermosura románica de sus piedras fundadoras, esa belleza única de la libertad haciéndose dueña y señora del espíritu civil de la ciudad. Entre paredes inhóspitas de un cuartel abandonado, en plena oscuridad de extramuros apenas aclarada con luces robadas a las señales de tráfico, la «Escuela de Sabiduría Popular» concitó al alma viva de la población para que le presentara al desnudo el Discurso de la República. Sin más anuncio que un discreto cartel pegado en las librerías, un grupo de profesores de instituto, un joven poeta y un culto pintor me enseñaban los monumentos medievales, mientras me venía a la memoria el relato de Montaigne sobre las precauciones urbanas dictadas por el miedo de los señores al «común», en una ciudad amurallada de sesenta mil habitantes, como Zamora. Me llevaron a la casi clandestina cita sin mostrar preocupación por la asistencia. Llegamos con tiempo para ver el aula donde se impartían, «gratis total», enseñanzas de historia, literatura y arte, junto a los cuartos de otras asociaciones «okupas» de ecología, astronomía, deportes y no sé si también de insumisos. Tuvimos que bordear un muro lateral para llegar a una apertura que daba acceso, por un oscuro trecho de suelo resbaladizo, a una puerta abierta de la que se escapaba una débil luz entrelazada con apagados sonidos musicales. Nos acogió un frío y vasto espacio totalmente abarrotado de espantosas sillas de madera vacías. Sólo faltaban diez minutos. Parecía imposible que sin un guía pudiesen encontrarnos los que quisieran acudir, si es que los había con tan fuerte ánimo. Mis educados anfitriones fingían tranquilidad. O sea, no hablaban del asunto. Cuando de pronto, surgiendo de la noche como fantasmas encarnados, una fila de silenciosas figuras de todas las edades y clases sociales va entrando con parsimonia hasta tapar el menor hueco de madera vacía. Codo a codo, abrigos de visón y pellizas, trajes de corte y vaqueros. El profesor de historia, con elegante presentación, me da la palabra. O sea, lo que sobra en el Parlamento según el jefe del Gobierno. Rompo el silencio. «Todos sabéis, aunque pocos se atreven a decirlo en público, que estamos presididos por el crimen y la mentira...». El coloquio eleva durante horas la emoción y la profundidad del debate. Seiscientos zamoranos, el uno por ciento de la población, comprende y se identifica con la conquista pacífica de la libertad política por la sociedad civil. No ha sido igual de mágico que el acto del Paraninfo de San Bernardo. Entonces se rompía un tabú y se afirmaba la libertad sin los prejuicios ideológicos ni los pretextos tácticos que cubren de oropel intelectual y de falsa prudencia al crudo oportunismo. Tampoco ha sido igual al entusiasmo despertado, en una parte representativa de los universitarios de Vigo, Santiago, Alicante, Córdoba, Málaga y Sevilla, ante la posibilidad de un movimiento de liberación democrática de la sociedad que nos dé la dignidad personal de la que carecemos como ciudadanos. Durante estos cuatro meses de pesadilla han madurado muchas conciencias. Lo visto en Zamora es una primera toma de conciencia, por lo más sincero de las generaciones que conviven sin comprenderse, del sentido y de la inteligencia de una ciudad libre. El drama de la transición está en el oportunismo social y en la falta de ideales de la generación protagonista del cambio. Ni la anterior ni la posterior están contaminadas por la corrupción. Y empiezan a comprender que ellas son las que deben iniciar la toma de la libertad política, para dar una razón histórica, y no simplemente moral, a la rehabilitación de la generación que se ha perdido a sí misma, dañando tan gravemente a las demás, por ambiciones de poder y de lucro desaforadas, sin motivo que las justifiquen ante el común de una ciudad amurallada por el miedo a la libertad de los señores de partido.