1980-12-05.YA.UN LIBRO Y DOS TRIBUS
Publicado: 1980-12-05 · Medio: YA
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Ya. 5/12/1980. 5-XII-1980pág. 43narrativaUn libro y dos tribusEL libro de Manuel Leguineche La tribu (1) intenta ser, simultáneamente, una obra histórica sobre lo sucedido en Guinea Ecuatorial entre el 3 de agosto y el 29 de septiembre de 1980 y una novela sobre los corresponsales periodísticos que se desplazan a los denominados «focos de tensión internacional». Como libro de historia es muy bueno. En algún caso merece el calificativo de excelente. Incluso me atrevo a decir que se convertirá en una obra de obligada consulta para comprender lo que sucedió en las tierras ecuatoguineanas entre el golpe de libertad y la ejecución del ex presidente Masié. En cambio, como novela es realmente floja. Quizá porque la gran creación de Ernest Hemingway Por quién doblan las campanas ha puesto muy alto el listón. Quizá porque lo que sucedió en agosto y septiembre de 1979 en una pequeña nación africana no fue suficiente como para que el hotel Bahía de Malabo se convirtiese en el hotel Florida de Madrid.La tribu periodística que da título al libro, en ocasiones es capaz de cruzar ante el lector cargada de tensión, cuando el novelista se llama Larteguy o cuando se llama Simenon. Además, es un colectivo que hemos visto demasiadas veces desfilar por bares americanos de París, por burdeles indochinos, por dictaduras hispanoamericanas, como para aceptar una!>resentación tan ingenua, tan sin nervio, como a que Leguineche aquí nos ofrece.No se puede decir, desde luego, que Guinea Ecuatorial no es capaz de crear el ambiente preciso para una gran novela. He leído dos, excelentes, centradas en este país: En el bosque fang, de Iñigo de Aranzadi, y Los perros de la guerra, de Forsyth. Los escenarios de ambas, cuando he paseado por Bata y por Malabo, los he buscado y, naturalmente, ¡jorque son dos buenas novelas los he encontrado.Mas la historia de Guinea Ecuatorial precisa de datos como los que abundan en este libro. En la época del presidente Macías se publicaron algunas aportaciones históricas importantes: la de Luis Carrascosa, Ruptura con Guinea; la del susceptible Ramón García Domínguez, Guinea. Macías, la ley del silencio; la de Donato Ndongo Bidyogo, Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial; incluso debo señalar aquí una muy floja, preocupada sólo con el problema de la defensa personal, escrita por Antonio García Trevijano, con el título de Mi intervención én Guinea. Todos van a servir para el historiador sobre la primera parte de la independencia. En este sentido debo incluir, como un eslabón más e importante de esa cadena, a La tribu.Se trata de una historia de Guinea Ecuatorial muy bien contada, con un buen ritmo, y en ocasiones con áciertos notables. Por ejemplo, es ejemplar el capítulo 9 (págs. 105-119), Tu quoque Brutus, sobre el desarrollo del golpe del 3 de agosto, o el 16, Viejo amigo (págs.196-211), esencial para entender la vida del tirano en Nsangayón, y del que sólo sobra la absurda, por inverosímil, escena en la que Cari Esplandiú y Patrick Galley hacen el amor en la mismísima alcoba de Macías. Pero el que prefiero es el alucinante capítulo 11, El día de Corpus (págs. 131-137), donde entra en escena con toda su crudeza el terror.Tiene la obra, además, otros aciertos notables, precisos para explicar las característicasdel extraño régimen de Macías. Me basta con aludir a la necesaria exposición de las raíces franquistas de éste. Unas veces surgen en el léxico, pues a los obreros se les llamaba por el pUNT marzopues a ios ooreros se íes uamaoa por ei 1 productores (págs. 28-29), y al 6 de ele 1969, en que liquidó la conjura deAtanasio Ndongo, Día de la Victoria y del Alzamiento Nacional conjuntamente (pág. 185); otras, en las organizaciones, como la Sección Femenina (pág. 192); otras, en la doctrina, con la simultánea oposición al capitalismo y al comunismo (pág. 127); otras, en fin, con la escalofriante declaración de filiación respecto a Franco (pág 177 y siguientes), dentro de un complejo de amor-odio curiosísimo: «Franco me ha dicho ‘yo estaré detrás de ti’. Vamos, pues, a hacer de Guinea un gran país, el mejor país del mundo, para que la labor del general Franco como estadista internacional sea reconocida.» Mientras lo llena de insultos en el librejo Línea revolucionaria estudiantil guinea- na en marcha con Papá Masié, inspirado directamente por éste, aunque no escrito por él personalmente, como cree Leguineche (pág. 130), sino por un maestro nacional que aún vive y con el que espero hablar. Filiación ésta análoga a la de Idi Amín con Churchill, de Bokassa con Giscard d’Estaing, de Fulbert Yulú con De Gaulle.Como realmente es un libro científico, no de ficción, conviene evitar las pequeñas erratas irritantes. El embajador francés se llamaba Cornet y no Corbet (pág. 38); el asesinado es Agustín Eñeso, mi viejo amigo, no Añeso (pág. 135), o marzo de 1966 es marzo de 1969, en la página 187.Finalmente, los que hemos tomado la papaya, para repetir campaña en 1962, o saboreado un arroz de Carreño, el rey del hotel Bahía, o escuchado el mugido tremendo del Atlántico bajo un tornado desde el hotel Panáfrica, en Bata, o charlado en tertulia en el bar Central, de esta ciudad, nos sentimos alegres porque Leguineche ha sabido contar muy bien las andanzas de una tribu, ecuatoguineana y española, que posee ya una larga historia y que maldito lo que tiene que ver con la tribu periodística que de vez en cuando —antes, Salvador López de la Torre e Ismael Medina; después, José Salas y Guirior; ahora, Manuel Leguineche— nos visita, y a la que, en la medida de nuestras fuerzas, procuramos ayudar con datos, con alusiones a esto tan complejo como es el alma africana.Juan VELARDE FUERTES(1) Leguineche, Manuel: La tribu. Editorial Argos Vergara. Barcelona, 1980. 269 páginas.Una escritora de hoyDESDE principios del pasado siglo, ningún país cuenta con tan rica tradición de escritoras como Inglaterra. Iris Murdoch, con El castillo de arena (1), prueba que esa tradición conserva aún inagotables virtualidades y que las escritoras de lengua inglesa siguen acertando al asumir su condición femenina con la misma naturalidad que los escritores de cualquier lugar la suya: dando la prioridad a su naturaleza de seres humanos sobre el sexo.Centrada sobre el problema de la crisis matrimonial de las parejas maduras, El castillo de arena pugna, siguiendo el ejemplo joyeiano, para conciliar naturalismo y simbolismo. Y lo hace manteniendo entre uno y otro la más grande distancia. Con lo que quiero decir que la relación dialéctica entre lo general y lo particular es mantenida en esta novela con un máximo de rigor, sin ningún tipo de truco ni subterfugio: el problema abordado es, ante todo, el de una pareja concreta, no la ilustración de un tema abstracto; y, por otra parte, ese problema sólo adquiere sentido en función de su inserción en el plano de lo comunitario. De aquí, sin duda, provienen las posibles dificultades de lectura del libro, ya que la autora de éste se niega por principio a dar ningún tipo de ayuda al lector, forzándolo a asumir un papel activo, a realizar por su cuenta la conexión entre lo individual y lo común, entre la materia imaginaria de que se compone la ficción y la vida en bruto, tal y como es hecha propia cotidianamente por todos.Leopoldo AZANCOT(1) Iris Murdoch: El castillo de arena. Alianza Tres. Madrid, 1980. '.Vil páginas.poesía.«Misericor de mí»T A constatación del paso del tiempo, que hurta realidades de ^ vida, es un tema ascético muy presente en el genial conceptismo de Quevedo. «O muriendo me he visto sólo arder» pudo haber sido un verso suyo. Pero quien lo ha escrito es un joven poeta de hoy: Antonio Abad, melillense afincado en Malaga, que dos años atrás inició su quehacer poético con El ovillo de Ariadna. La colección Rusadir publica ahora Misericor de mí (1), volumen dividido en tres grupos de poemas: «Vida violada», que es un espejo del hombre y sus soledades, donde la palabra oblación —la primera que escribe— es más sacrifico que ofrenda. «La otra .huida», donde el ignorante se pregunta por la muerte. Y «Misericor de mí», donde el poeta duda, tantea la realidad, los ritos diarios, las reliquias del sueño.Quizá su mejor veta sea aquella primera de la acción del tiempo y la caducidad de la vida. «¿Qué muere o qué existió? / Cuánta sed de saberme, / cruzado en la frontera, / diciendo que he vivido», exclama la inquietud del poeta, que luego refrena hasta casi la impavidez para añadir: «Llegan de las edades / cumplidas pesadumbres, / cadenas y torturas, / y sombra es lo que nace / por tu cuerpo de vastas cicatrices.» Esto último es indicio de un frecuente asomo de sensaciones cenes- tésicas: el cuerpo, la sangre, el temblor. El hombre siente en su propia fisiología la vida y la muerte.Antonio Abad recibe de vieja estirpe andaluza la gravedad de la sentencia que, a veces, logra condensar en un verso, y es un caso máximo, a lo largo de todo el libro, de economía verbal que llega a lo escueto en frases gramaticales con supresión de preposiciones y artículos. Versos entrecortados y empleo de la oposición y del hipérbaton. Otro uso frecuente, como para alejar el poema de la intimidad y de lo personal inmediato, es el que hace de los pronombres relativos quien y el que, con función sustantiva: «quien ofrece reclamo», «más vive quien soñara», o bien: «asítuvo el que siempre», «el que se afana en pulsos». También el verbo saber se emplea en alguna ocasión con un sentido de última trascendencia. Todas estas peculiaridades nos hacen pensar en la posible influencia sobre Antonio Abad, en este libro, del Vicente Aleixandre de Poemas de la consumación. A Vicente Aleixandre y a Quevedo es a quienes más hemos recordado leyendo a este joven poeta andaluz.Misericor de mí es un libro grave, oscuro en su expresión flagelada por el afán de estrictez y en su propia visión del mundo. Bis la muestra de un joven poeta empeñado en mantener cauces sobrios de palabra rigurosa, en la que se apoye antes que en ningún otro valor la poesía misma.Leopoldo DE LUIS(1) Abad, Antonio: Misericor de mí. Volumen 3 de la colección Rusadir. Editada por el Ayuntamiento de Melilla. Granada, 1980. 80 páginas.Esa urgente sonataXJ E vuelto sobre mí despacio», escribe Rafael Soler en el poema que da ''*■ título a su libro recién estrenado, Los sitios interiores (1), con el que a su vez se estrena como poeta. Despacio, dice, pero lo subtitula «Sonata urgente». Es el choque, el contraste que todo el poemario encierra, y que provoca el hombre maduro al descender a su hondón —azules abisales que espejearon altos cielos, peces como chispazos de memoria, corales como sueños— tras la huella del niño que un día fuera y que se resiste a dejar de ser. Un original arranque, en donde la poesía no es sólo infantil en su temática, sino en la raíz de su expresión, da paso luego a un hacer más remansado en apariencia, pero por cuyos corredores circula la sombra del sollozo. Es el amor, al cabo, el que equilibra y manda, el que encauza el torrente verbal, el que levanta al niño y sosiega al hombre, al que ya han golpeado los días con su ropaje a cuestas, los lluviosos amaneceres, el desencanto y la ausencia. La rebeldía final, la vuelta a la inocencia que el poema postrero entraña, es como la negación a abrir los ojos a la realidad y comprobarse expulsado del paraíso.Soler, cuyo apellido guarda claro sabor musical, ha compuesto su sonata de muy singular manera, al dotarla de seis movimientos, rompiendo usos y normas. Pero se trataba precisamente de eso, de confundir a Aníbal con Supermán, de escribir baca y onbre —qué varvaridaz—, de hacer de la ventana, la tinta y la tiza una fiesta de fuegos amarillos; se trataba de impedir que se desprendiera la última batalla cosida al calcetín, de buscar hueco al cordel, a la navaja y a esos grillos, «con su bastón de anís y su mochila», que parecen extraídos de alguna página ca- rrolliana; se trataba, en fin, de que los demás oyeran ese «Discurso delregreso a solas»: los «habitantes del mundo que he perdido» y los otros.Narrador afortunado, Soler ha afrontado, con fortuna también, el verso. Es un primer paso, pero dado con tino, con gracia. Resume: «Así que soy el mismo. Pero más en ti.» Pero más en sí. Porque la poesía tira hacía dentro, conduce a los sitios interiores en donde puede oírse nítidamente ese violín o ese piano —esa urgente sonata— que una mano de nadie acaricia.Carlos MURCIANO(1) Rafael Soler: Los sitios interiores. Adonais, 376. Ediciones Rialp. Madrid, 1980.FINCA DE RIEGO Y CASITA DE CAMPO POR 1.425.000 PTAS. TOTAL2.500 m2 de huerta con agua potable, agua de riego, electricidad y una casita rústica «nueva» con tres habitaciones y servicio Disfrute inmediato - 5 años de facilidades en «Finca Casalonga»Teléfono 221 28 11 de MadridAPARTAMENTOSEdificio Munich| f Precios y forma de pago excep-1 cionales desde 1.988.100 Piso piloto incluso domingos Calle Nieremberg, 6 (altura López de Hoyos, 131) Tel. 221 14 51 y 232 74 38Estudios¡PARCELAS!A 35 minutos de Madrid y 10 de Alcalá de Henares. Agua, luz, alcantarillado con depuración y carreteras asfaltadasTeléfonos 402 91 62, 402 91 66PISOS 2 y 3 DORMITORIOScon DOS BAÑOSOFELIA NIETO,39LLAVE en MANO 10 años facilidadesInformación en piso piloto: Todos los días (excepio lunes;447 60 83 y 445 39 70