2022-09-16.IMPARCIAL.REMEMBRANZAS TREVIJANISTAS 25 RUBIO ESTEBAN

Publicado: 2022-09-16 · Medio: IMPARCIAL

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REMEMBRANZAS TREVIJANISTAS XXV
16 SEPTIEMBRE 2022
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN
https://www.elimparcial.es/noticia/243056/opinion/remembranzas-trevijanistas-xxv.html
Trevijano siempre vio incompatible la cultura occidental, liberal, con la cultura musulmana, cerrada a cal y canto, y aún no domesticada por el erastianismo. A pesar de la innegable belleza moral con que fucilan buena parte de los hadices que la tradición musulmana vincula con el divino estro del Profeta, como aquél que dice “Haz por este mundo como si debieras vivir siempre y por el otro como si debieras morir mañana”, o aquel otro que reza “Una hora de justicia es preferible a setenta años de adoración” o, finalmente, el que sentencia “Jamás habrás superioridad del árabe sobre el no árabe, o a la inversa, ni del blanco sobre el negro, o inversamente, sino por la piedad”, ya entrando, sin embargo, en el “argumento” de las ciento catorce suras argumentosas que componen El Corán, podemos decir, sin dudarlo un segundo, que este Libro refleja una mundivisión aterradora, y que toda brisa de libertad, por feble y ligera que sea, sólo puede soplar en un mundo diametralmente opuesto al musulmán. Antonio tenía razón; los valores occidentales son del todo punto incompatibles con el Islam. Nos estremecemos con deleite ante la suprema poesía que rezuma El Libro ( “como si sus rostros estuvieran cubiertos de lóbregos jirones de la noche” ), pero nos espanta el comportamiento político que exige a los fieles.
El Dios de Mahoma no es menos salvaje, celoso y exterminador que el Yahveh que se nos presenta en al menos catorce Libros de la Biblia. Suben a un cielo indiferente y mudo, perpetuamente inaccesible a la compasión, los cantos de amor, los gritos de odio y los lamentos de los que sufren. Ese Dios común a árabes y judíos recibe el vaho de la sangre de las víctimas como un agradable incienso, y condena la inteligencia humana. Sin embargo, el Dios de los hebreos sale ganando en humanidad en los otros treinta y dos libros con que se completa la Biblia – sin contar, claro, los libros neotestamentarios -. Diríase que a veces este Dios es tan bueno que parece un hombre equilibrado con ansias de amor. Y a los mejor esto puede explicar en parte que Israel sea una democracia, con las terribles imperfecciones que exige un Estado en continua guerra de supervivencia, y que ningún país musulmán, ninguno, se acerque ni de lejos a los principios básicos de una Democracia, como es la libertad de expresión. Sólo Turquía iba camino de ser la única gran democracia formal del mundo islámico, pero la aparición de Erdogán – por otra parte, gran patriota – ha supuesto un pequeño freno en la senda que conduce a la libertad política, que Ataturk había abierto. También Europa se lo hace difícil a Turquía. Pero esa es ya otra cuestión. Esperemos que Turquía se convierta otra vez con más fuerza en un verdadero ejemplo de sociedad abierta para los países musulmanes, y colabore desde la diplomacia a que la fratricida guerra entre Ucrania y Rusia termine.
El determinismo y la Democracia pertenecen a esferas incompatibles. Para Trevijano la libertad será siempre una resistencia a cualquier determinación “fortuita”, amañada en una sucesión de aparentes casualidades concatenadas ( asesinato de Carrero, Congresos de Suresnes, nombramiento de Suárez, Corina, etc. ). Esa resistencia al determinismo o a la necesidad es lo que el joven Marx, cuando preparaba su Tesis sobre la diferencia de la naturaleza en Demócrito y Epicuro, llamaba azar; esto es, la garantía última de que los demás son libres, la rutilante incertidumbre de que jamás sabremos con seguridad “por dónde saldrán”. Y no deja de ser agradable la coincidencia en este aspecto de la filosofía política de Trevijano con el pensamiento helenista del jovencísimo Marx.
En efecto, a diferencia del determinista Demócrito, Epicuro consideraba que los átomos, por una especie de resistencia interna a las leyes exteriores, a los “fati foedera” o pactos del destino, que diría el genial epicúreo Lucrecio, se desviaban de la línea recta que supone la ley de la gravedad ( antes de Newton se suponía que los cuerpos caían en una verticalidad absoluta ), y en esta desviación o “paráklisis”, en ese movimiento oblicuo indeterminado y caprichoso, estaba el origen del mundo y la razón de la libertad fundadora de todas las cosas. Del mismo modo, el azar político que defendía nuestro amigo Antonio es producto del uso de la resistencia o libertad de cada uno, como átomo que en su impredecible desviación y choque con otros forma realidades políticas inesperadas. Si el mundo es hijo de la libertad de infinitos átomos engendradores, por su resistencia, del azar, el orden democrático, como el del cosmos, asegura futuros inesperados; es decir, constantemente confirma la evolución. Por ello, el mismo orden de esta partidocracia representa una fantasía cósmica, y aunque la corrupción política y la censura dictatorial se mantengan espléndidas, siempre podrá moverse el bosque de Birman.
No se puede prevenir la acción de la libertad, porque, según Epicuro, la desviación del átomo no está “ni en un lugar cierto ni en un tiempo determinado”. Así como el átomo se libera de su existencia relativa – la línea recta – a medida que prescinde de ella, así también toda la filosofía epicúrea se aleja del ser limitativo. En su desviación azarosa el átomo niega todo movimiento y relación en que él esté determinado por algo distinto a su ser particular. Es así que la paráklisis física de Epicuro deriva inmediatamente en una parékbasis moral; desviarse de la determinación entraña la libertad, y esa libertad es la primera forma de autoconciencia.
Lo curioso del caso es que esta intuición de Epicuro, glosada genialmente por un Carlos Marx recién salido de la adolescencia, la ha confirmado en este siglo la descripción de la materia que ha hecho la mecánica cuántica. En el Universo existe un futuro abierto gracias a la presencia incuestionable de un grado de indeterminación: es decir, a la presencia del azar, que hace posible la libertad de los elementos o primordios que componen ese Universo. Más aún: la ausencia de una flecha del tiempo en el nivel más elemental de la materia impide claramente cualquier distinción entre causa y efecto: un sistema cuántico puede verse así como estado influenciado tanto por su futuro como por su pasado. Todas las interacciones pueden moverse hacia adelante o hacia atrás.
Aunque todo poder político tienda a convencer a sus súbditos de que es una realidad la existencia de futuros ciertos y previstos – que es como decir que la Historia ha terminado -, la verdad es que la reluctancia natural de éstos – los súbditos – a seguir la línea recta inútilmente trazada por el poder nos aportará siempre la libertad del azar, y con éste la esperanza. El azar nos asegura una Historia en libertad. La libertad política colectiva nace de la misma materia de la que está hecho el hombre. En eso creía Trevijano.