1999-08-09.LA RAZON.REINADO ESTIVAL DE LA MUJER AGT

Publicado: 1999-08-09 · Medio: LA RAZON

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REINADO ESTIVAL DE LA MUJER
LA RAZÓN. LUNES 9 DE AGOSTO DE 1999
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO
En los sitios de moda el verano se establece con ociosidad de oficio y sin nostalgias de la memoria. Macilenta indolencia de cuerpos jóvenes. Tedio de almas viejas. Chorros de palabras al aire, miradas en busca de otros desengaños, encuentros en la nada, vanidades al desnudo, asomos íntimos, muecas de simpatía a la medianoche. ¡Qué ansiedad de compañía brilla en esos ojos sin cara y en esas piernas, sin cuerpo! Sabias en amores perdidos y en roturas de vida de fantasía, las bellas de noche desfilan sus trazas de hermosura. Algo interesante queda, en las sombras como en las calumnias, de sus famas equívocas. Luciéndose, lucen su vacío interior, su soledad atractiva de otras soledades de la misma especie. Sin poner emoción en la naturaleza, sin procurarse el placer de la buena literatura, sin genuinas amistades y sin dialogar con otras visiones del mundo, se aturden en zumbonas colmenas de ostentación y envidia, a tiro de zánganos de panal en una caterva de zangones y machíos.
Qué distintas eran aquellas estaciones estivales de la vida romántica. Los hombres tendían a la libertad. Las mujeres, al amor y lo conveniente. La aventura fuera del hogar. El hogar sin aventuras. Qué cerca de los campos verdeantes vivían en verano, las quietas ciudades de estrechas calles sombreadas y horizonte amurallado. Asuetos de iglesia y feria. Excursiones de madrugada. Fiestas de la noche larga donde la libertad se alzaba, con el sol divinizado sobre la angostura de los valles abrumados de servidumbres. Qué historia la de estas dos centurias de veranos insospechados. De revoluciones políticas con razón. De fantasías sociales sin imaginación. De utopías sentidas como realidad. De restauraciones imposibles. De mareas de liberación y resacas de represión. Qué azaroso viaje sin destino ni brújula y qué rastro de hitos imborrables de libertad y esclavitud, saberes y dogmas, belleza y horror. Qué anchurosos caminos ha explanado la máquina en su adinerada carrera para meter la aventura en casa, liberando a la mujer de lo doméstico: convertir las calles y avenidas en túneles y carreteras, ladeando el placer del encuentro: extender la ciudad al mar y la montaña, poblando de vecinos sus playas y laderas. Dos siglos de urbanización y de novela. De matar tiempos libres, acortar espacios, despertar ilusiones, dormir esperanzas.
Pero todo crece, el universo y la humanidad, a expensas de lo que muere. Y tan natural es una playa salvaje como una montaña urbanizada para vacar en ella. No son más artificiales. sino más bellas y racionales, esas torres de apartamentos sobre el mar de las catedralicias y refrigeradas colonias de termitas en la sabana. Contrariando el ritmo cordial de las estaciones, el momento crucial del estío, su amenaza criminal, no está en el inicio de su decadencia, precursora de las mil promesas otoñales, sino en su temprana llegada. implacable agostadora de los veneros de la vida. Los humores del tiempo entronizan en el mundo de los géneros y edades lo que engendra con primicia la Natura.
A todos nos llega un momento de primacía transitoria en el esplendor o la severidad de la naturaleza. La primavera es para los jóvenes lo que el otoño para los adultos. Y el estío permite a la mujer la expansión interior que el hombre sólo alcanza en invierno. Las vacaciones de verano son, indefectiblemente para ella. Sobre todo si ya ha pasado de la primera juventud y en sus ojos aún brilla la noche oscura y profunda. Con su aureola solar, la mujer es reina soberana de la acampada estival: Nada importa que en su reino acotado impere escasez o riqueza, que su andar sea de ama afaenada o de hada encantadora. Sin la inquietud de otros modos disciplinados de estar en el mundo, la vida social gira en tomo de la hembra fecunda. Sereno de la noche de verano, el hombre deviene a su lado plácida sombra o misteriosa penumbra. Y Titania puede seguir enamorándose de un asno.