2008-07-06.DIARIOMONTAÑES.PEREGRINAJE A LA LIBERTAD ALBERTO GATÓN
Publicado: 2008-07-06 · Medio: DIARIOMONTAÑES
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PEREGRINAJE A LA LIBERTAD DIARIO MONTAÑES.06.07.2008 ALBERTO GATÓN LASHERAS https://www.eldiariomontanes.es/20080706/opinion/articulos/peregrinaje-libertad-20080706.html «Podéis dar al pueblo toda clase de libertades; él se encargará de perderlas», Jacinto Benavente. «Palabras, palabras» Hace unos días el autor de estas líneas asistió en la Galería Cultural a la presentación del libro 'Peregrinaje a la libertad' (título que toma prestado para esta columna semanal de El Diario Montañés) del santanderino Juan Seoane de la Losa. En su compañía, y ante un variado público tanto generacional como social y políticamente (y no me refiero a políticos profesionales, que ésos, de izquierda a derecha, no encajan con la libertad ni con la cultura), los periodistas y escritores Federico Lucero Pombo y Álvaro Machín actuaron como padrinos, y describieron 'Peregrinaje a la libertad' como valiente y comprometida obra, al tiempo que como un ameno y eficaz instrumento de pensamiento para cualquier persona interesada en ser libre bajo los modelos sociales y pautas de conducta que acotan la sociedad española. Razones a las que, para quien les escribe, se suman otras de carácter personal e intelectual que motivan este artículo. Como sabrá el lector, un aforismo es una sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte. Aforismo deriva del griego y del latín, idiomas que un día cimentaron la unión de Europa por la sabiduría grecorromana-cristiana y que en España los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE, tan nescientes como vanidosos, han desterrado al baúl del olvido condenando nuestro pueblo a la vaciedad. Los aforismos son pariente directo de los refranes y de los proverbios (de los que se diferencia por ser éstos de uso más común) al tiempo que lejano de los adagios, los dichos y las máximas. Autores aforísticos, de proverbios y refraneros abundan en la historia de la humanidad, y su influencia sapiencial marca el compás de avance de la cultura de Occidente. Todo humanista conoce las sentencias de los bíblicos Proverbios, Sabiduría, Eclesiástico y Eclesiastés (por mucho que se empeñen los laicistas, manantial eterno de sabiduría es la Biblia), las meditaciones de Aristóteles, Marco Aurelio y Séneca, los pensamientos del Marqués de Santillana, Montaigne, La Rochefoucauld, Erasmo de Rótterdam o Gracián, los refranes de Cervantes, Lope de Vega y el Siglo de Oro hispano, los adagios de Wilde, Benavente, Foscolo o Goethe o las máximas de Schopenhauer, Nietzsche, Twain, Gómez de la Serna o Cioran. Y, a su vez, admira los aforismos como síntesis del pensamiento y tipo de literatura, y compendio miniaturizado de la ciencia de la humanidad. Por otra parte, escribir es una tarea esforzada que exige unos conocimientos cultivados en el tiempo por la voluntad y la inteligencia. La sociedad española, liderada por los pésimos políticos del PP y del PSOE, no favorece sino que entorpece desde el estudio académico de los clásicos hasta el gusto ciudadano por la estética, la literatura y el arte en general. Para escribir bien es necesario leer bien, para leer se requiere apasionarse por el sentido de la vida, la búsqueda de lo trascendente y la curiosidad racional que nace, como establecieron los griegos, por la admiración ante el misterio de lo creado. Despojada de la humildad que llama a la admiración, en la España del tercer milenio es complicado encontrar autores que sugieran motivos de reflexión al lector al tiempo que le hagan disfrutar y aprender por el arte de la literatura. Quien se dedica al ensayo se sumerge en unas aguas procelosas que, como la ondina de ojos verdes de la leyenda de Bécquer, puede ahogar al escritor con intereses comerciales, principios espurios de falsa sabiduría o dictaduras económicas del todo a cien de best-sellers tipo Harry Potter o el Código Da Vinci que como usos sociales y modales embrutecen la masa orteguiana. Si escribir es una labor titánica, inferir sobre cuestiones filosóficas es casi un trabajo de Hércules (quien no puntúa como personaje bíblico). Por estos argumentos, además de por su calidad, es de recibo alabar la obra 'Peregrinaje a la libertad' de Juan Seoane. Es un ensayo ágil, afilado en sus axiomas y provechoso en su discurso, que afronta interrogantes y planteamientos existenciales con claridad, arrojo y libertad, y cierto amargor poético. En su primera parte el autor destaca la influencia de Mill, Ciorán, y García Trevijano en sus planteamientos. En la segunda desgrana distintos ensayos sobre la sociedad y el hombre, con reminiscencias de Nietzsche, Kant y Heráclito en sus tesis. Y en la tercera hilvana una amena y comprometida serie de aforismos en los que late la libertad espiritual que Víctor Frankl describió como «el hombre en búsqueda de sentido». Enlazando con la tradición proverbial de Occidente, 'Peregrinaje a la libertad' constituye un elaborado conjunto ideológico con el que se podrá disentir o coincidir vital, emocional o racionalmente; pero, además, realiza algo tan difícil como meditar la cotidianidad y la contingencia en forma de aforismos. En uno de sus pensamientos Seoane afirma que «las ideas buenas son como los sueños, a no ser que se ejecuten»: para el autor de estas líneas, este libro 'Peregrinaje a la libertad' es una buena idea hecha realidad en este sueño que es España. La sociedad española no favorece sino que entorpece desde el estudio académico de los clásicos hasta el gusto ciudadano por la estética, la literatura y el arte en general.