1994-03-04.EL MUNDO.NOCHE DE TAHÚRES MARTIN PRIETO
Publicado: 1994-03-04 · Medio: EL MUNDO
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NOCHE DE TAHÚRES EL MUNDO. VIERNES 4 DE MARZO DE 1994 MARTIN PRIETO La Carmen que menos trato y que más quiero, por defender siempre a los más pobres de la tierra pudiendo vivir de pasar modelos, de pasar la vida, me convidó a su casa para una noche de tahúres. Era la segunda vez que me plantaba ante un comedor donde hace miles de años conspiré junto al bondadoso e irrepetible Juan Garrigues, a quien sólo puedo definir, por elogiarle, como la antítesis de Ramón Mendoza, y múltiples escalones más que su competidor en los negocios con el entonces mundo soviético ni siquiera entendería. Lo siento por Raúl del Pozo, quien siendo suya la noche nos la regaló de la mano de la amorosa Carmen Díaz Llanos, siempre atenta, no a sus problemas sino a los de los desheredados de la tierra, a los desterrados saharauis y hasta a mí mismo. La casa de Carmen Garrigues debería ser conservada y protegida, tal como ella misma, como un monumento democrático y generoso, siempre abierto, como el «Vip»s» de la esquina donde adquieres en la madrugada los periódicos, junto a la más abyecta mesocracia. Noche de tahúres; no en balde Raúl del Pozo se amparaba en Carmen Díaz Llanos para presentar lo que él supone que es su primera novela. Entro y me topo con Antonio García-Trevijano. «Hola, conspirador», le saludé, y me endosa una bronca por culpa de Aurora Pavón, que allí estaba, seria, quieta y sin pavonearse. Le explico al non-nato presidente de la Tercera República que habiendo ayudado a verduguearle durante la transición no soy enemigo de su innegable talento político, pero que, como siga empujando, el PSOE volverá a enmerdarle con el «dossier» de Guinea Ecuatorial. Mi querido notario, yo me rindo y hasta me excuso; pero en este país cuando te hacen un informe, por villano que resulte, te acaban enterrando con él. El repartidor de la avilantez por las redacciones de los periódicos de la transición, Enrique Múgica, también saludaba a su víctima. De la saga familiar, prefiero a su mujer Tina, luego a Daniel, su hijo, y por último, al patriarca judío socialista que se dejó enredar por Javier Pradera, intelectual orgánico de las frases y los eslóganes. Alguien me susurró: «Aquí os habéis reunido todo el sindicato del crimen». «No -repliqué-, sólo estamos los hermanos Dalton». Los de la COPE, aun siendo igual de malos, no fueron invitados. Lita me estroló, y he quedado con ella para tener otro Trujillo, si su bondad me lo permite. Pepe Oneto, camino del quirófano, estaba como despidiéndose de todo, y Raúl, como siempre, andaba celoso y ansioso de quereres. ¡Pobre tu italiana devenida en secretaria perpetua! Me aprovecho de Camilo José Cela para denostar a Del Pozo, esta vez de verdad. No es un vago, como supone el Nobel, es un imbécil que gasta su prosa y su inventiva en las páginas de los diarios como quien mea, y encima, como yo, se pasa el día meando, lo que nos conducirá a la tumba periodística y prostática. Noche de tahúres es tan magnífica novela que de un plumazo ha terminado con la escuela narrativa de Villafranca del Bierzo y la de la vega de Granada. Raúl del Pozo se ha dejado de coñas y nos ha abierto el camino a los demás para recuperar la novela española. Lean Noche de tahúres que resulta fascinante. Bajo los ludópatas, los policías y los asesinos, late la verdadera vida de esta misma mañana.