1995-04-03.EL MUNDO.MILAGRO GÓTICO EN SALAMANCA AGT

Publicado: 1995-04-03 · Medio: EL MUNDO

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MILAGRO GÓTICO EN SALAMANCA
EL MUNDO. LUNES 3 DE ABRIL DE 1995
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
La batalla de los archivos entre Salamanca y la Generalitat me devuelve a la infantil admiración por la espiritualidad única de los españoles. En plena corrupción de las costumbres políticas; en el vivo esplendor civil de las sensaciones materiales; en la apoteosis inacabada del culto a la vulgaridad de los placeres; en medio de una permanente exhibición de arrogante ignorancia; en un pueblo flagelado por crímenes y robos de los poderosos; en una sociedad envejecida y subvencionada; en una comunidad sin memoria de su pasado inmediato; en una parroquia de feligreses de la deslealtad; en una ciudad antigua sin tradiciones; en una civilización indecorosa; en una cultura de hastío en el corazón y desconfianza en la mentalidad; en una naturaleza ecológica degradada; en una personalidad nacional desfigurada por rasgos de valores sin inteligencia; en una generación sin historiadores; en una república de las letras sin lectores; en un país sin pasión por la Justicia, indiferente a ministerios trituradores y falseadores de documentos; en un Estado sin archivo de sus razones secretas; aquí, en esta España desleída y desmovilizada, se ha producido el milagro gótico de una repentina y violenta emoción de archiveros nacionales, de una manifestación patriótica de amor a papeles antiguos. 
Como en tiempos del naciente Imperio Romano, en que la biblioteca de Alejandría, con setecientos mil volúmenes de papiro, era un objetivo a destruir; como en los celos medievales entre órdenes monásticas de copiones y miniaturitas que nos transmitieron el conocimiento de la antigüedad; como en las pasiones asesinas del «Nombre de la Rosa», nacidas en los oscuros laberintos de las fortalezas que guardaban, de las luces de Guillermo de Ockham y de Marsilio de Padua, el secreto documentario del poder del papado contra el imperio; como en las rivalidades del saber entre escuelas hebreas y árabes de traductores; como en la pasión de coleccionista de antigüedades que orientó hacia Italia y Egipto las expediciones recolectoras de Napoleón, y que de España se llevó más de doscientos veinte carros cargados de documentos del Archivo histórico nacional; como en los expolios arqueológicos del imperio británico para el Museo de Londres; así, de esta manera bárbara, se ha planteado a las puertas del siglo XXI la batalla de archiveros entre nacionalismos góticos, por guardar los originales de unos documentos que Franco decretó trasladar de Barcelona a Salamanca al término de la guerra civil. 
No sé qué misteriosos resortes de indignación despierta en las conciencias dormidas de todas las clases el grito de alerta ¡que se los llevan! Pero nunca falla como despertador nacional. Todo se puede consentir. Todo se puede aguantar. Aquí nunca pasa nada. Da igual que se torture, se asesine, se robe, se mienta desde el poder. Todos lo saben y nadie se moverá. Pero si se oye gritar ¡que se los llevan!, la acción inmediatamente se adelanta al pensamiento, como  No hace falta preguntar qué, quién o adónde, para echarnos furibundos a la calle en defensa de un patrimonio que hasta ese momento no le dábamos valor o no sabíamos de su existencia. Se trate de infantes saliendo por la puerta del Moro, de retablos de una iglesia rural o de documentos empolvados en un archivo local, ese grito de propiedad doméstica pone sabuesamente en marcha un instinto gregario de violenta solidaridad. En este caso, contra el nacionalismo archivero de Pujol. Poco importa que tenga razón o que no haya daño cultural. El instinto descubre lo que el entendimiento no ve. Pujol no puede anular lo que Franco impuso en los archivos sin negar lo que puso, fuera de ellos, con una Monarquía que le ha dado  y caudillista, una voz temblorosa, , exaltó la coherencia gótica de la multitud: «Lo verdaderamente importante no son los documentos, sino que están aquí porque lo decidió quien lo podía decidir».