2002-10-12.LA RAZON.LOS LIBROS AMIGOS SILENCIOSOS RUBIO ESTEBAN

Publicado: 2002-10-12 · Medio: LA RAZON

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LOS LIBROS, AMIGOS SILENCIOSOS 
LA RAZON 12 DE OCTUBRE DE 2002 
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN 
Todos los libros son átomos de libertad. Por eso todos son sagrados, hasta los que edita Kale Gorria o Ediciones Ejército. Y no hay que olvidar que fue Asinio Polión, el primer «mecenas» de Virgilio y amigo de Horacio, el primero que estableció una biblioteca pública en Roma, escogiendo precisamente como marco urbano el Templo de la Libertad.
   La gran industria del libro es la principal enemiga de la calidad literaria. Sólo hace falta leer el Premio Planeta 1998, Pequeñas Infamias, de Carmen Posadas para entender esta afirmación. La mediocridad bestselleriana adumbra la literatura señera.
   Pero también existen viles piratas del libro humilde. La piratería y la trampa también entran en las pequeñas editoriales que tienen subvención pública por editar libros con número irrisorio de ejemplares. Las pequeñas editoriales son más tramposas con el autor que las grandes. Y viven también de la corrupción de las grandes. Ejemplo: las grandes editoriales pagan en la Casa de Campo a las casetas de las pequeñas editoriales por limitar el número de libros presentados. Ahora bien, no deben sentirse como profanación y sacrilegio estas prácticas comerciales contra el libro. Los libros constituyen antes un sector económico que cultural. No hay que olvidar que fue el Ministerio de Trabajo quien creó la Fiesta del Libro, fijada primero para el 7 de octubre, fecha supuesta del natalicio de Cervantes, y luego para el 23 de abril, fecha cierta de su muerte.
   Remedando a Antonio García Trevijano, podríamos decir que en la noche de la literatura todos los libros son pardos. Sin embargo, hoy la tecnología permitiría la vuelta a las praelecturae o akróasis o akróama del Mundo Clásico, con lo que la crítica literaria se democratizaría, y ya no sería la crítica lacayuna pagada por un determinado grupo editorial la que influyera tendenciosamente en una determinada dirección empresarial-ideológica.
   Seamos sinceros y honestos: en España la única buena literatura nacional que se hace es la española. Gracias a tanta asociación de escritores, los escritores se van entreformando los unos a los otros, como decía Gombrowicz. Como la asociación los suele burocratizar, en cada libro encontramos el eco de los libros de todos los asociados.
   Suele haber una marca editorial detrás del escritor con un público fiel y confiado. La proletarización del autor es hoy total.
   La codicia de la industria del libro hace que éste sea cada vez más obsolescente. Su vida se acorta paulatinamente hasta que llegue inexorablemente a tener el tiempo de vida de un periódico diario. Se suceden los títulos de los libros a una velocidad tan vertiginosa que es difícil ya retenerlos, y mucho menos saborearlos.
   Noticia luctuosa comentada por Anson: entre los mejores cincuenta libros del siglo XX, que resultan de una escrupulosa encuesta de FNAC y «Le Monde», no figura ningún libro español. ¿Será justo el escrutinio de este ponderado y cervantino diario francés?
   Mas el libro es el palacio del espíritu. Abrir sus hojas es levantar las tapas de los cofres de Darío. De niños encontramos en sus páginas las hadas del bosque; sentimos crujir las hojas al paso de los gnomos; vemos la mansión magnífica donde el ogro guarda a la princesa, y saludamos, regocijados, los buenos gigantes que vigilan nuestros sueños. De jóvenes, abren nuestro corazón a todos los heroísmos y al amor, a la ternura, a las grandes y gloriosas empresas, y a la libertad. De viejos, los libros son como brazos amorosos que nos sostienen, y nos hacen olvidar nuestros achaques, nuestros pesares y nuestras angustias. El libro hará del cobarde, un héroe; del pastor, un vidente o poeta iluminado; del grosero, un hombre delicado y amable; al cruel lo convertirá en blando y dulce; al rufián, en caballero, y al mujeriego, en pudoroso galante. ¿Quién hará desfilar por nuestros ojos las magnificencias de Darío, la gloria militar de Alejandro, la virtud y entereza de Catón, la palabra encendida de Demóstenes, el gesto, el verbo, las facecias y elocuencia de Cicerón, las trifulcas del ágora y el foro, el limpio linaje de los Gracos? Los libros. Si hay alguien capaz de vencer al tiempo, ése es el libro.