1994-03-29.EL MUNDO.LITA TRUJILLO CARMEN RIGALT
Publicado: 1994-03-29 · Medio: EL MUNDO
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LITA TRUJILLO EL MUNDO. 29/03/1994. Página, 42 CARMEN RIGALT Estos días el éxodo pasa por delante de mi casa como un culebrón interminable, como esa serpiente multicolor de la que hablan los reporteros de la vuelta ciclista, pero con coches, niños, y abuelitas en la baca, y bacas en la cabeza, y cabezas en todas partes. La autopista de la Coruña, colapsada de ansiedad y prisas, se convierte en depositaria de la incontinencia madrileña. O sea, que el éxodo sale de vacaciones y pasa por mí, que siempre estoy parada en una esquina viendo cómo van y vienen las vacaciones de los demás. Yo me siento demasiado colapsada por dentro, así que no quiero colapsarme también por fuera. El éxodo sale y yo me quedo, porque siempre que Madrid se vacía servidora aprovecha para llenarse de Madrid, cuya esencia habitualmente suelo saborear en cuentagotas por aquello de la neurosis urbana. Pero ahora las calles están despejadas y me reconcilio con la vida. Cruzo una y otra vez el vientre de la ciudad para ir en pos de Lita Trujillo, dama de noche que siempre me recibe con aroma de hospitalidad y limonada. Lita tiene los horarios cambiados -duerme de día- y yo tengo cambiadas las vacaciones -veraneo en noviembre-, por eso nos encontramos a medio camino y hacemos algún apaño para celebrarlo. Judía errante en La Moraleja, errante incluso en su propio exilio interior, Lita es sin embargo una amiga de piñón fijo que siempre está donde tiene que estar, esperándote con el bálsamo de un afecto dulce como el licor de guindas. En su casa recalan toreros y poetas, intelectuales y políticos, caballistas y folklóricas. Allí he encontrado en alguna ocasión a Antonio García Trevijano, a cuyos pies me he sentado como Magdalena a los pies del maestro, dispuesta a dejarme conquistar por su sadiduría y su galanura. Con Lita siempre aprendes algo de la vida y con García Trevijano, algo de Montesquieu, así que a los dos les doy las gracias por su magisterio. Ahora, en este momento de vacación y amargura, Lita me lleva a su madrugada para ofrecerme el abrigo de la amistad. Hablamos de la muerte de Ismael Fuente, que me persigue como una sombra en plena noche y desencadena tempestades de fantasmas. No hay consuelo para la muerte, pero Lita, samaritana en esta semana de pasión, desciende sobre mi ánimo brindándome sus mejores recetas. Mientras las madrileñas de a pie estrenan bikini en Alicante, Lita estrena mirada, afecto, suspiros y generosidad. A su templo sombrío de La Moraleja no llegan los aullidos de los cláxones, y tampoco el rezo de los sufridores que se echan a los pies del Cristo de Medinaceli para implorar piedad. En casa de Lita la procesión va por dentro. Su corazón, que no está de vacaciones, hace guardia junto al amor que no cesa.