1994-10-24.EL MUNDO.LA UTOPÍA FRANCISCO UMBRAL

Publicado: 1994-10-24 · Medio: EL MUNDO

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LA UTOPÍA 
EL MUNDO. LUNES 24 DE OCTUBRE DE 1994
FRANCISCO UMBRAL
http://fundacionfranciscoumbral.es/articulo.php?id=2316
Estamos en tiempo de utopías. La de Mario Conde es ambigua e inmatura. La de García Trevijano es una enmienda a la totalidad. ¿Por qué esta continua nostalgia de la utopía?
Sin duda, porque nuestra democracia, vieja de veinte años, con una percha en el escote, está perjurada, cansada, deslegitimada, sojuzgada y cualquier día empapelada. En el libro de Trevijano el análisis de la situación y de la historia es preciso, audaz, certero, puntual, decisivo, seco y firme. Luego, la solución que él aporta es ya la utopía y nos hace pensar. Pero esto pasa con todos los filósofos. Marx, Nietzsche, Hegel, cualquiera, son más convincentes en el análisis y la crítica que en sus soluciones personales. Trevijano cree que España cambiaría si cambiamos el sistema (pide una democracia presidencialista, sin preguntarse nunca por los riesgos obvios del presidencialismo). Trevijano, como todo idealista que se siente muy pragmático, o a la inversa, piensa arreglarlo todo con unas nuevas leyes, con un papel. Pero la edad, curiosamente, nos va haciendo a todos escépticos de las cosas y más partidarios de los hombres. Los papeles (la Constitución), mal o bien pensados, no tienen la culpa de nada.
La culpa es siempre de los hombres. Y la «divina culpa», o sea el acierto, también. Trevijano, con su fórmula «pararrepublicana», muy elaborada y bien montada utópicamente, viene a decirnos lo de aquella otra Constitución: «Todos los españoles serán justos y benéficos». Hasta el agudo/astuto Trevijano puede un día resultar ingenuo. Pero ya lo dijo Romanones, que tampoco era mal lince: «Quédense ustedes con las leyes y a mí déjenme los reglamentos». Es decir, que para gobernar basta con cualquier papel, porque lo que importa no es el papel, sino el hombre. Grecia es Grecia por Sócrates, que no escribió una línea. Y el cristianismo es el cristianismo por Cristo, que sólo escribió con un dedo en la arena. Roma es más Roma por César que por el Derecho Romano. Napoleón es muy superior al Código napoleónico. Quiere uno explicar lo obvio: que a partir de planteamientos teóricos defectuosos y de papeles mal escritos se pueden conseguir resultados brillantes (Estados Unidos), y a partir de planteamientos lúcidos y justos (Marx) se puede llegar a la catástrofe (URSS). Y a la inversa, claro, que esto no es una ley fija. No hay leyes fijas. ¿Qué le hace creer a Trevijano que ese presidente presidencialista sería un hombre justo y benéfico? Considere mi admirado amigo y compañero que los estudiantes que clamaban «República» en la presentación de su libro están pensando más en la de Azaña, en la leyenda, que en lo que él plantea, ya que quizá ni habían tenido tiempo de leer «El discurso de la República». Trevijano analiza y critica los orígenes teóricos, históricos, políticos, de esta democracia con justiciera lucidez y precisión. Bueno, pues yo pienso que, a pesar de todo, los que han fallado han sido los hombres, no los papeles.
El libro de Trevijano es crucial porque condena los nacionalismos desde la izquierda (quizá lo más brillante de la obra) y porque galvaniza la idea de España asimismo desde la izquierda, lo que viene a emparentarle con los republicanismos históricos y con gente más joven, como César Alonso de los Ríos. Y critica y denuncia los miedos y corrupciones de nuestra izquierda oficial desde un progresismo y radicalismo solitario. Pero su clave constitucional de la democracia, que supone un gran esfuerzo mental y luce una arquitectura impecable, se basa en que nuestros políticos son corruptos porque lo fueron aquellos primeros papeles de la transición. Trevijano hace radicar el mal en el origen. Su solución, en cambio, es perfecta. Utópica. Este libro tan pulcro yo lo veo como una urgente y actualísima pintada subversiva en las traseras de un sistema monumental y putrefacto.