1990-12-30.EL INDEPENDIENTE.LA HIPÓTESIS LIBERTINA AGT

Publicado: 1990-12-30 · Medio: EL INDEPENDIENTE

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LA HIPÓTESIS LIBERTINA 
EL INDEPENDIENTE, 30 DICIEMBRE 1990 
TOM PAINE = ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
En una sociedad permisiva no tiene cabida la interpretación de la pastoral como una denuncia de libertinaje. Si hubiera sido formulada en el último momento del franquismo, se podría conjeturar que la exageración de la inmoralidad sexual era debida a la hipótesis libertina desde la que había sido vista la sociedad, a través de conductas escandalosas de personajes afamados. El falso tópico de que la libertad conduce, en los pueblos latinos, al libertinaje es sólo una frase popular de la propaganda antiliberal que carece, como toda contradicción absoluta, de fundamento intrínseco. El carácter libertino no puede brotar, por definición, más que en medios sociales fuertemente represivos.
Pero la óptica libertina no desaparece, como hábito de pensar, con la libertad de costumbres. Si separamos el placer y la mortificación sensual del modo de producirlos, si nos atenemos exclusivamente a lo que Michel Foucault llamó «tecnología sexual», hay que reconocer a la Iglesia la paternidad del discurso sobre el sexo y de la manera libertina de explicitarlo por confesión. El Marqués de Sade y el autor Victoriano de los once volúmenes de «My secret Ufe» siguen al pie de la letra las directrices de la Iglesia a los directores espirituales. «Hay que contarlo todo, en el menor detalle. No sólo los actos consumados, sino los tocamientos sensuales, las miradas impuras, las palabras obscenas, los pensamientos consentidos» (Alfonso de Liguri).
Entre el confesante y el libertino no hay más diferencia de la que impone la distinta dimensión del escenario. Ambos persiguen lo mismo. Rebelarse contra la represión sexual. Vencer, con piedad, el propio pudor o, con impiedad, el de las instituciones. Pero el libertino se apropia, además, del poder del confesor. Poder de liberación y de castigo. Mejor que enemigo, el libertino es rival del confesionario. Y éste, alarmado ante la publicidad del deseo, reivindica su derecho a dominar las almas por el poder íntimo sobre los cuerpos. Sólo que no puede haber conductas libertinas donde la libertad sexual se manifiesta, como en España, con falta de refinamiento y sobra de vulgaridad.