1994-10-22.EL MUNDO.EL MITIN ROMÁNTICO DE TREVIJANO ANTONIO BURGOS
Publicado: 1994-10-22 · Medio: EL MUNDO
Ver texto extraído
EL MITIN ROMÁNTICO DE TREVIJANO EL MUNDO. 22 OCTUBRE 1994. PAG. 5 ANTONIO BURGOS Cuando ya a la noche, en el copetín de los cinco años de EL MUNDO, donde cinco mil personas luchaban denodadamente por el bocatita y había quien no dejaba la paella ni porque estuvieran hablando Alfonso de Salas y Pedro Jota, me preguntó José María García cómo había estado la presentación del libro de Antonio García Trevijano. Le dije: «Ha sido un mitin romántico precioso». Desde los tiempos de la Junta Democrática, cuando bajaba hasta Ecija para explicarnos su damero maldito de la democracia, Trevijano se me apareció siempre como un caballero granadino de una conspiración del XIX que no hubiera terminado todavía, como el que le pagaba los hilos de seda a Marianita Pineda para que bordara la bandera de la libertad. Entre aquellos dorados del Paraninfo del tópico «viejo caserón» de San Bernardo, bajo los nombres de El Brocense y Campomanes, junto a una puerta que conducía a un ya imposible Museo de Ciencias Naturales y otra que llevaba al Real Colegio de Cirugía de San Carlos, Trevijano estaba en todo lo suyo. Diría que fuera del tiempo. La palabra en libertad no me negarán ustedes que es algo siempre fuera del tiempo, y más con estos tiempos que corren. Había un estrado de nuestros días, con portada promocional llevada por Sergio de Otto, con valentía civil de Luis María Ansón reconociendo que España no se levantó monárquica hasta aquel 24 de febrero. Era un estrado muy de salón de convenciones, y Trevijano no está para convenciones ni para convencionalismos. Por eso aquel caballero romántico granadino, como si estuviera por allí un Robert o un Lewis para sacarlo en un grabado, desanduvo el tiempo, subiéndose a hablar a la vieja cátedra de caoba doctoral. ¿Para estar más cerca de los estudiantes, como dijo? Creo que no. Quizá para estar más fuera de este tiempo que todo lo destruye. Sin saberlo y desde luego sin quererlo, Trevijano hizo en realidad un mitin monárquico. Para exponer su razón de la República tuvo que recurrir a los elementos rituales y mágicos que hacen Historia de la Monarquía y Monarquía de la Historia. Ni el Rey en Palacio el 12 de octubre está tan ceremonial como anduvo Trevijano en el modo de guardar las formas de su mitin romántico, que a lo mejor es el primer mitin del siglo XXI, vaya usted a saber. En aquel su desafiante paseíto, entre aplausos, desde el estrado de los directores de periódicos y de la causticidad de Manuel Fernández Escalante hasta la cátedra de los krausistas, oficiaba como un sacerdote de la regeneración. Había algo de panegírico, de sermón civil, desde aquel púlpito de la Complutense, cuando nos decía que el cabo de siglo del 98 está a la vuelta de la esquina y que frente a esta España corrupta podemos todavía oficiar el rito regeneracionista de la separación de poderes, de las listas abiertas, proclamar algo tan ritual y bellamente romántico como la libertad de los doceañistas y de la playa del fusilamiento de Torrijos. ( Lo que no me cuadra es que un romántico así, tan ceremonial y mágico, no esté convencido de que esa Historia desde la que habló está encarnada, hacia el pasado y hacia el futuro, por la Monarquía.) El chándal y el traje de alpaca- No es el final de «la cultura del pelotazo», como sentenció el cínico culpable político de la mangoleta nacional a calzón quitado. De cultura del pelotazo, nada: civilización de la poca vergüenza. Es que a España, como a Javier de la Rosa, le han quitado el falso esplendor del Rolex de oro y la correa de cuero magnífico, azul, del otro reloj, del Breitling. La han despojado de todos los falsos brillos de aquel año en que íbamos a ser los más ricos del mundo. Le han quitado también a España el traje de alpaca, y se lo han metido en la lavadora, bonito le va a quedar. Y tras dejarla in puribus, en las porretas vivas de nuestros pecados, ahora le han puesto el chándal carcelario. Mucho chándal es lo que hace falta aquí. Hasta que no le pongamos el chándal a todo Filesa, a toda la degradación del Estado perpetrada por el Gobierno, seguiremos en el falso esplendor del traje de alpaca. Macià Alavedra mismo, sigue con el traje de alpaca y estrenando yates. La mancha de la mora con otra verde se quita y aquí están haciendo falta muchos chándales de paño de Tarrasa.