2003-12-08.LA RAZON.EL FACTOR HEBREO AGT

Publicado: 2003-12-08 · Medio: LA RAZON

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EL FACTOR HEBREO 
LA RAZÓN. LUNES 8 DE DICIEMBRE DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
Entreverado de elementos hebraicos, griegos, romanos y germánicos, el cristianismo entró en la composición del espíritu europeo. Pocas personas sabrían ponderar la importancia de cada uno de ellos en la síntesis cristiana, aparte del extraordinario valor del Antiguo Testamento para la Iglesia Reformada. Solo los grandes renovadores de la psicología profunda pudieron averiguar, en el siglo XX, que lo más típico de la conciencia occidental, el deseo de justicia en este mundo, proviene de los sentimientos de culpabilidad nacidos, en el primero de los monoteísmos, con el justiciero Dios de los hebreos. 
   Aunque la base teórica de este descubrimiento está en la hipótesis «mosaica» de Freud, la introyección de la justicia de Jehová en el corazón europeo la comprobó el gran psiquiatra francés, Henry Baruck, quien se vio obligado a estudiar hebreo para cerciorase de la coincidencia de sus hallazgos clínicos con la justicia divina del Antiguo Testamento. Su conferencia en los «Rencontres» de Ginebra, «El problema de la personalidad», causó sensación en la inteligencia europea y, sobre todo, en la comunidad judía. Años después me regaló sus publicaciones y, con su amistad, pude admirarlo aún más como persona. 
   Muchos criminales entran en prisión sin remordimientos ni trastornos de personalidad y tras salir de ella padecen perturbaciones psicóticas. La tesis de Baruck puede explicar también el acto suicida del terrorista, tan diferente de la lealtad del kamikaze japonés. Si la «justicia oficial» no se ejecuta desde instancias exteriores, o el castigo paterno, penal, político y bélico no agota el sentimiento de culpabilidad (real o falsa), éste proyecta sobre su propio cuerpo, o sobre la sociedad, la «justicia divina» de su conciencia moral, sea con parálisis sumarias de la voluntad motriz (in-cenestesia, catalepsia) o con supremos «actos nietzscheistas» (expresión de Baruck) de disposición de vidas ajenas o/y de la propia. 
   «Una vez que hube descubierto por mí mismo esa fuerza extraordinaria que es la conciencia moral, susceptible de crear psicosis graves, odios y catástrofes sociales, me dije: de todos los elementos de la personalidad es la más terrible fuerza que conocemos. A su lado el instinto es una pequeña fuerza. ¿Dónde se ha descrito esta fuerza? La encontré admirablemente descrita en el Antiguo Testamento. Ese Dios terrible capaz de destruir una sociedad. Cuando reconocí en ella mis propias experiencias me puse a estudiar la tradición de Israel». 
   La concepción dualista de la personalidad (alma y cuerpo) dio lugar a las sociedades represivas (economía de producción), donde la voluntad del alma era la encargada de reprimir los instintos groseros del cuerpo. Las ciencias biológicas y las rebeliones de la juventud dieron paso al monismo cuerpo-alma de la sociedad permisiva (economía de consumo), donde los derechos del cuerpo y de la animalidad se han tomado la revancha. La moderna psicología encuentra gran dificultad en ubicar la voluntad. Si quisiera podría dejar de fumar, de drogarme, de matar, pero «no puedo querer». La liberación cultural de los instintos reprimidos ha conducido a la anulación de la conciencia moral. Violencia, terrorismo, telebasura. 
   La psiquiatría equilibrada de Baruck supone para la freudiana lo que la psicología unitaria de Spinoza para la cartesiana. La represión de los deseos puede producir neurosis perturbadoras de la estabilidad individual. La represión de la conciencia moral, producida con la liberación colectiva de los instintos individuales, infantiliza el carácter, degenera la cultura y genera psicosis amenazantes de la estabilidad social. Baruck era un médico psicosomático de la posmodernidad. Su descubrimiento clínico lo encontró refrendado en el profeta Joel: «Extenderé mi Espíritu a toda carne, lo introduciré en la carne, pues la vida es santa». Tan santa de alma como de cuerpo. Factor hebreo del cristianismo.