1995-09-25.EL MUNDO.DOS CONSAGRACIONES OFICIALES AGT

Publicado: 1995-09-25 · Medio: EL MUNDO

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DOS CONSAGRACIONES OFICIALES
EL MUNDO. LUNES 25 DE SEPTIEMBRE DE 1995
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
Sin información veraz no hay libertad de pensamiento ni, en consecuencia, de expresión. Sin conocimiento cabal de los datos de un problema no hay problema ni, en consecuencia, solución. Sin confianza en la adecuación de las apariencias a la realidad no hay libertad de juicio ni, en consecuencia, de opinión. En estas condiciones, la necesidad de comprender los acontecimientos por sus signos externos nos coloca en una situación muy parecida a la de un tarado mental o a la de un filósofo de  era la condición de los que pretendíamos averiguar el estado de las situaciones políticas durante  pocos que estaban en el secreto parecían, por ese solo hecho, poderosos. Luego, el desarrollo de los acontecimientos demostraba que eran unos simples tarados, sin la menor capacidad para relacionar sus informaciones de alcoba, sobre las motivaciones subjetivas del poder, con las exigencias objetivas de la realidad política. Esta imposibilidad de comprender lo que pasaba y lo que podía pasar, a partir de secretos menores y de rumores mayores, obligó a todos los analistas, y sobre todo a los que profesaban en los partidos marxistas, a convertirse en expertos conocedores de los desenlaces previsibles de las contradicciones del sistema, de acuerdo con el sentido de la historia «necesaria». 
El hombre más ilustrado de su época, Kant, sostuvo que la base irreductible de la libertad política era el principio de la publicidad en todo lo concerniente al Estado y al gobierno. Sin publicidad de todos los actos del poder no hay espacio público, ni público capaz de tener opiniones. Y donde no hay opinión pública, el despotismo sustituye a  filósofo más ilustrado de nuestra época, Popper, ha puesto en la capacidad del pueblo para deponer al mal gobernante el primer signo distintivo de  menos ilustrado de los españoles sabe que no sabe lo que pasa, ni lo que pasará, y que es imposible echar del Gobierno, por las buenas o por las malas, al hombre que ha impuesto como norma el secreto en todo lo que hace, la mentira en todo lo que dice y la corrupción en todo lo que toca. Y sin embargo, toda la ilustración española sostiene, con un orgullo mal disimulado, que tenemos un régimen democrático y que vivimos en una democracia, sólo que abusada en sus instituciones por un solo hombre. ¡Como si la democracia no consistiera precisamente en hacer absurda, por imposible, tal situación! Si este absurdo sigue triunfando en los medios de comunicación, en la cátedra y en los partidos de oposición, no es por imbecilidad, aunque la hay mucha, sino por interés en mantener sus privilegios. 
Aunque ya no hay lugar para ningún otro colmo que pueda rebasar el vaso de la frustración española, la suprema consagración de la inmoralidad pública y de la imbecilidad política no está en la constante ejecución de actos inmorales e imbéciles por el único gobernante visible, sino en el colmo de que el gobierno y los medios oficiales presuman de ello. En una sola semana hemos asistido a dos grandes consagraciones. La de la inmoralidad como factor de gobierno que sustituye a  la de la imbecilidad como factor de propaganda que sustituye a  verdad es que no sabría decir cuál de las dos ha sido más impresionante: la confesión gubernamental de que ha estado negociando en secreto (durante ocho meses) vidas, procesos judiciales, cárceles y haciendas, con personas inculpadas de graves delitos; o la solemne exhibición de entusiasmo del Presidente del gobierno por haber conseguido que en la cumbre de la todavía llamada Unión Europea se haya decidido no decidir nada. Como la consagración se basa, en último término, en un terror al más allá, la confesión criminal tiene que apoyarse en conspiraciones inauditas contra la seguridad del Estado, y la exhibición de entusiasmo, en el espanto a lo que pudo decidir la cumbre europea y, por su gracia divina que todos debemos agradecer, no decidió.