1994-10-22.EL MUNDO.DISCURSO DE LA REPÚBLICA RAUL DEL POZO
Publicado: 1994-10-22 · Medio: EL MUNDO
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DISCURSO DE LA REPÚBLICA EL MUNDO 22/10/1994. PAG. 4 RAUL DEL POZO En el melancólico otoño de Madrid pasó algo inesperado: llegaron hasta del cementerio civil cientos de personas para asistir a la presentación de un libro de Antonio García-Trevijano, Discurso de la República. Y no daban canapés. En el silencio granate del paraninfo de la Universidad de San Bernardo el acto académico se transformó en un acto político. Nadie pidió el destronamiento de Juan Carlos I; en el corrillo del Comité Revolucionario había más realistas -Ansón, Burgos- que republicanos: no se vio la bandera amarilla, morada y roja, sino la rojigualda del estanco; se habló muy bien del monarca, pero el caso es que la gente se encendía cuando se pronunciaba la palabra República. Nadie cree que España haya enfermado hasta el punto de que necesite la Tercera República, entre otras cosas porque las dos primeras acabaron mal, pero la verdad es que el acto tenía el aire y la solemnidad de un momento histórico. De pronto, las inumerables lolitas universitarias parece que llevan alrededor de la cabeza un gorro frigio. Es verdad que la máquina del Estado está muy sucia; doce años de saqueo han traído, como piensa Trevijano, una clase política aislada de la sociedad, organizada como un sindicato de profesionales del poder. Pero esto aguanta. El poder aún no flota en el aire. El nombre de Juan Carlos I no se pronuncia con odio en los cafés, y como dijo Ansón, que estuvo soberbio, y aplaudido por los republicanos, Juan Carlos está realizando una admirable labor en su papel constitucional de arbitraje. El acto del paraninfo fue como una corrida de toros portuguesa, porque Trevijano proclamó que el discurso de la República no busca el poder republicano, «poder que podría ser tan miserable y corrompido como el actual». Busca la libertad. Propuso una segunda transición, pero el público lo que aplaudía eran sus invocaciones republicanas. Fue una puesta de largo de la disidencia política. En el paraninfo se veían desde yogures a distinguidas señoras de la institución libre, playboys, Camacho, rojos irredentos y estudiantes sin el descaro del 68, pero igualmente rebeldes. «Es un acto histórico», dijo Trevijano. Reconoció que después de estar acostumbrado a vivir en compañía de la difamación le encanta la novedad de recibir alabanzas públicas. «Mi único mérito ha consistido en haber resistido de pie los embates de la adversidad política». El Robespierre de Granada no negó las virtualidades democráticas de la Monarquía. La palabra «República» fue pronunciada sin pavor. «Estamos destruyendo un tabú -exclamó Antonio García-Trevijano desde el púlpito, como un Mandela desde los escombros de la patria- el más formidable tabú impuesto a los españoles contra su libertad de pensamiento, el tabú de la idea y de la palabra República». Cosa de muchachos- Trevijano culpó de que la palabra «República» estuviera prohibida al consenso de los partidos llamados de izquierdas y republicanos «para deshonra de la izquierda y de la República». Lo más arriesgado de Trevijano es que apostó por España. Esto es nuevo. Los republicanos antes fueron federalistas y autonomistas. Los monárquicos no, y el primer teórico del centralismo fue otro andaluz, el Conde Duque de Olivares. El fue el culpable del levantamiento de algunos reinos, entre ellos el de Andalucía donde el Duque de Medina Sidonia proclamó por vez primera la República en el reino de España. A Olivares no le agradaban los pequeños nacionalismos que consideraba «cosa de muchachos». Aunque otros consejeros del rey le advertían que intentar gobernar Aragón con las leyes de Castilla, o Castilla con las de Aragón, o Castilla con las de Valencia, o todas con una, no sirve para otra cosa que para incitar a la rebelión.