1999-03-29.LA RAZON.DIALOGO IMPOSIBLE AGT
Publicado: 1999-03-29 · Medio: LA RAZON
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DIALOGO IMPOSIBLE LA RAZÓN. LUNES 29 DE MARZO DE 1999 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO Aunque lo he perseguido siempre, y sigo manteniendo todavía un rescoldo de esperanza, nunca he conseguido dialogar con otro ser vivo, en asuntos políticos. La dificultad de lograrlo en idioma español parece ser, a estas alturas de mi vida, insuperable. En cambio, y para mi fortuna, desde que alcancé la madurez política no ceso de establecer diálogos fructíferos con los muertos. De su genio vivo no espero recibir, ni recibo, contestaciones .de otros tiempos a las incertidumbres actuales de la libertad. Pero sí los universales vetos de la realidad a los precipitados pasos de la razón para llegar a la democracia caminando por atajos. La verdad puede, e incluso debe, irritarse con la mentira. Pero de los muertos y la historia sabemos que jamás pierde la paciencia ante el error. Tal vez fuera por esto, y no por darle supremacía al valor de la tradición, por lo que el poético Santayana decía que “los vivos votan y los muertos vetan”. Dialogar no es discutir sobre los efectos más o menos visibles de la política, ni sobre las preferencias morales implícitas en las opciones de gobierno. En este terreno cada uno es libre de manifestar la jerarquía de sus pasiones. Dialogar es argumentar y razonar sobre las causas que producen los efectos no queridos de la política y los modos de conseguir los deseados. De política se habla sin intentar siquiera establecer las bases comunes -en precisión de palabra, buena fe intelectual, cultura de conceptos y rigor de razonamiento- que hagan posible el diálogo. Resulta más cómodo opinar y está al alcance de todos. Incluso al de esos tertulianos que no prueban ni refutan nada. Porque al hablar de política como de gustos, no es necesario defender, con razones, el de cada uno. Menos mal. Si lo hicieran, pondrían ingenuamente al descubierto, con su ignorancia, los prejuicios e intereses vulgares de sus opciones. Es menos dañino, por ser más inocuo, oír opiniones infundadas que los fundamentos de la vulgaridad que las produce. Lo vulgar sólo tiene dignidad cuando, como todo lo ordinario, permanece en la penumbra social donde se recrea. Nada natural es, de por sí, chabacano. La ordinariez consiste en sacar a la luz lo que debe permanecer recatado. Y la obscenidad de las opiniones políticas corrientes la crea, mejor que el cinismo, el exhibicionismo de la vulgaridad. La dificultad del diálogo no es, en realidad, problema específico del tema político ni de la materia gris de este país. Aparte de otras exigencias de orden artístico, el estilo literario de las grandes obras de teatro y de las novelas de pensamiento responden a la necesidad de dialogar que siempre tiene el talento, aunque sea consigo mismo. Fuera de la literatura de imaginación, son muy escasos los diálogos entre estadistas, políticos filósofos y científicos que han superado el ánimo polemista o el espíritu de escuela. Escribir diálogos entre personajes ficticios, aunque sea un modo esquizofrénico de desarrollar el propio pensamiento, no ha dejado de ser, desde Platón, una tentación permanente de los grandes escritores. Pero a pesar de la facilidad que presta a la expresión clara y concisa de conceptos oscuros y complejos, esta forma dialogante de confrontar las ideas propias con las adversas es injusta. Privilegia, a quien tiene la última palabra. y casi nunca porque la idea derrotada se haya quedado sin respuesta. Se podría pensar que la amistad entre personas afines ofrece la mejor oportunidad para entretener, sin el amor propio de llevar consigo la razón, un diálogo político capaz de invalidar, por el solo rigor del razonamiento, cualquiera de las ideas inicialmente dispares. Pero esta creencia no deja de ser una ilusión. Porque el acuerdo de principios sobre los modos morales y culturales de dar sentido a la vida personal, que es lo propio de la amistad convertiría al diálogo en un inevitable acuerdo de fines, que es lo propio de socios o de compinches políticos.