1993-12-02.EL MUNDO.CARRILLO O LA TRAICIÓN DE LA MEMORIA ANTONIO BURGOS
Publicado: 1993-12-02 · Medio: EL MUNDO
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CARRILLO O LA TRAICIÓN DE LA MEMORIA EL MUNDO. 02/12/1993. Página, 5 ANTONIO BURGOS En política, qué pocos penitentes lleva la Cofradía del Silencio. Los poquitos que están apuntados a ella ganan callados ese concurso de belleza que de cada día otorga el olvido, hasta que vemos su nombre en un obituario. Creyeron que hicieron grandes servicios a España y ahora la sirven con su alejamiento. Cuando digo esto, pienso en los ministros de Franco que todavía quedan por ahí, que se resisten a acudir a los debates televisivos de cada 20-N, que cobran su pensión y viven su silencio. 0 pienso en la otra acera, más nuestra, en los que dieron la cara contra la dictadura de Franco como militantes de un partido o de un sindicato, sufrieron persecución por sus ideas, envejecieron en la cárcel, y ahora, desengañados, están alejados de todo aquello que por el forro se semeje a la vida pública. A algunos me los he vuelto a encontrar al cabo de los años. Algunos que fueron símbolo de las libertades siguen en el puesto de trabajo que como torneros o conductores tenían antes que los llevaran al Tribunal de Orden Público. Si quieren, doy nombres, aunque no hagan al caso... Por eso nos ha dolido más a algunos la traición de la memoria de Santiago Carrillo. ¿Es que no hay plazas suficientes en los hogares del pensionista? Con lo bien que estaría este hombre en silencio, jugando al dominó en la sobremesa o descubriendo mundo en los viajes del Inserso... Yo pensaba que Carrillo no se pertenecía a sí mismo. Para muchos de nosotros, que no éramos comunistas, era un símbolo de muchas, respetables cosas. Carrillo, pensábamos, se debía a la imagen que de él teníamos. Yo podría poner ahora por testigo a Antonio García Trevijano, de cómo muchos, con la edad y la utopía en la boca, con otras almas en nuestros almarios, estábamos encandilados con aquel proyecto que Carrillo lanzó desde París, Junta Democrática de España se llamaba, y conviene recordarlo en esta nación sin memoria. Entonces no sabíamos de Carrillo todo lo que el otro día recordábamos en el antológico artículo de Javier Ortiz. Entonces, para todos nosotros, Carrillo era, en una sola pieza, lejana, en París, el símbolo de la libertades para nuestra España, que cifrábamos, equivocados o no, en la Junta Democrática. Fueron muchos años de oír por las noches Radio París y la Pirenaica, de leer «Triunfo» , de recibir a hurtadillas el ejemplar de «Mundo Obrero» que nos pasaban los compañeros que en los talleres del periódico habían formado la célula «Gutemberg», como para que todo aquello se nos olvidara. Apareciendo junto a Martín Villa y elevando a los altares del futuro a un Alfonso Guerra en cuya enigmática protección aún tiene puestas todas sus complacencias, Carrillo, como tantas veces en los últimos años, ha traicionado a sus antiguos compañeros del que por antonomasia era «el Partido», en aquella España en la que tantos que ahora cobran del Gobierno no te firmaban la papela contra la pena de muerte, diciéndote: «Mira, soy funcionario y no puedo, pero sabes que en el fondo estoy con vosotros...» Pero también nos ha traicionado Carrillo a los que, andalucistas o del Peté, democristianos o monárquicos, creímos, ay, en aquella utopía... ESTAMOS RODEADOS- En la memoria, amigos de aquel tiempo, estamos rodeados. Francisca Sauquillo también era otro símbolo de aquellos días, y la vemos ahora retratada en una revista como una Doña Adelaida del poder, con collar de perlas y tresillo de cretona inglesa incluidos. Con lo que era para nosotros Cristina Alberdi y ahí la tienen ustedes, bailando con los más guapos de la situación. Pina López Gay, que era de la Joven Guardia Roja, nos tenía a los demás por unos burgueses, antes de que se subiera en las carabelas del Quinto Centenario para descubrir el Potosí y los Perules del que llaman «el establecimiento», que es como los comerciantes les dicen a sus negocios... Pienso en nuestra Amparo Rubiales y no digo nada más. Querían cambiar el mundo y han terminado de presidentas de una comunidad de propietarios del poder. Nadie como Carmen Salanueva, que tan roja era. Todos mis amigos progres de aquel tiempo la veneraban. Ha sido precisamente ella la que ha hecho la consagración de la trampa en el mismo papel de la ley. Son las trampas de la memoria...