1992-09-06.EL MUNDO.CARABANCHEL

Publicado: 1992-09-06 · Medio: EL MUNDO

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CARABANCHEL, DESAPARECE UN SÍMBOLO
EL MUNDO. 06/09/1992. Página, 5
Aquellas celdas bajas, llamadas durante su última época con las iníciales CPB (celdas preventivas bajas), acumulan las más patéticas y terribles historias de la prisión. «Allí actuaba la brigada amanecer, una cuadrilla de funcionarios fascistas encargados de torturar y golpear a los presos, por simple placer, para hundirlos, para doblegarles», dice Simón Sánchez Montero, quién salió por última vez de Carabanchel en diciembre de 1976, durante el mandato de Adolfo Suárez. Para algunos, la historia de sus diferentes entradas y salidas de aquella cárcel es muy gráfica. Por ejemplo, para el poeta Carlos Álvarez, «aquella es una historia de bombillas. La primera vez que entré en 1958, la bombilla estaba encendida toda la noche. Ya en 1963 la apagaban de madrugada. En el 70, la apagaban durante la noche, y en el 75, disponíamos nosotros del interruptor». Aunque Carlos Álvarez se toma humorísticamente el tema, no deja de reconocer que fueron momentos angustiosos para todos. «Recuerdo cuando el día 1 de octubre de 1975 los funcionarios tuvieron que desarmar a los policías de la cárcel, porque querían vengar con nosotros las cuatro muertes de aquel día. Imagínate el miedo que teníamos». Las noticias, o rumores corrían por las galerías que ocupaban los presos políticos como la pólvora. Había sistemas para pasar las novedades de fuera, de celda en celda sin que fueran detectados por los funcionarios. Incluso algunos de estos colaboraron en los últimos tiempos en la labor de correos del colectivo de los políticos.
Antonio García Trevijano recuerda sobre su estancia en Carabanchel «su impresión de estar viviendo en un mundo donde hasta lo más absurdo te lo creías». Eran los momentos donde más celeridad había cobrado la vida política española y se inventó junto a Sánchez Montero un golpe militar que derribó a Arias Navarro y había decretado la amnistía total. «Todos se lo creyeron y las galerías se convirtieron en una fiesta». Trevijano estuvo poco tiempo y en una etapa más suave. Quizás por ello ahora recuerda que se sentía más libre preso. «No tenía responsabilidades». En cualquier caso declara que en aquella etapa «era más feliz que ahora. Tenía la esperanza de sentirme identificado, moralmente, con millones de españoles. Hoy me siento más solo, más infeliz. Está instalada la oligarquía liberal y no hay democracia real». En algo parecen estar casi todos los consultados por EL MUNDO de acuerdo: el derribo de Carabanchel. Pero luego llegan los matices. Unos piensan que se trata de una operación especulativa del suelo y no tiene nada que ver con el derrumbe de un símbolo de la represión. «Tiran una y construyen otra. Es lo mismo», dice Marcelino Camacho. Otros piensan que habría que preservar algo de sus paredes o levantar un monumento en memoria de los que allí estuvieron. Otros que aquello sea una nueva zona verde. E incluso quién desea que las piedras que salgan de sus muros tengan el mismo sentido y el mismo fin, pero en versión española, que cuando se derribó el muro de Berlín.