1999-09-06.LA RAZON.ANIVERSARIO DE GOETHE AGT

Publicado: 1999-09-06 · Medio: LA RAZON

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ANIVERSARIO DE GOETHE
LA RAZÓN. LUNES 6 DE SEPTIEMBRE DE 1999
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO
Si nos atenemos a las costumbres sociales que describió Goethe, en su novela-río (autobiográfica), «Wilhelm Meistef», género literario del que fue inventor, tenemos la sensación de estar viajando, en el corazón de Europa y tras la revolución francesa, por paises exóticos y épocas de fantasía. La sociedad de Goethe no parece un pariente lejano de la nuestra. Nada hay en ella que permita reconocer los rasgos familiares o vecinales, en hábitos o sentimientos, de nuestro actual modo de vivir y de sentir. La sociología ha dicho los cambios que la revolución industrial hizo en la estructura social y la escala de valores de las sociedades agrarias y artesanales. Y en la novela de Goethe son elocuentes los gérmenes laborales de esas transformaciones. Pero en el alma y en la psicología sentimental de sus personajes no cuentan los factores que estaban cambiando, ya en su época, la calidad y la naturaleza misma de los sentimientos. Salvo el comerciante, amigo de la infancia del protagonista, del que apenas se habla, en la obra «Meistef» no hay un solo personaje femenino o masculino que, por sus afectos reales, sus ideales o sus inclinaciones, se pueda comprender por simpatía con nuestro tiempo. Por eso nos parecen pintorescas las novelas de Goethe (Wertber, Afinidades electivas, WIlhelm Meister) y su poema lírico «Herman y Dorotea».
En cambio, si nos atenemos al campo de la tragedia, al de la ficción dramática concebida para ser representable, es decir, para ser vista como destino en las acciones y para ser sentida como imaginación en las pasiones, no hay en la literatura de todos los tiempos, salvo en Shakespeare, «una obra más vigorosa, sugestiva, aleccionadora y actual que la surgida de la visión plástica de la vida que tuvo Goethe.
Veía las formas del mundo como un pintor, y la moralidad de las acciones como un apóstol. Expresaba ideas y conceptos por medio de imágenes y de parábolas. Pese a su obsesión didáctica, y a su dominio de la etimología alemana (comparable sólo al de Lucero), era incapaz de expresar de modo literal y demostrativo la especulación del pensamiento. Refractario al modo filosófico de razonar (admiraba a Kant, pero su lectura le indigestaba), creía que esta dificultad la vencería en la vejez. Así lo confesó, al menos, en una carta a su amigo Schiller. Sin embargo, lo que él creía un defecto de juventud, y efectivamente lo era para la novela intelectual, manaba como fuente inagotable de su prodigiosa virtud para el teatro. Al que dedicó, como actor, autor y director, toda su vida. Concluida con un joven amor por una adolescente y una maravillosa poesía, a los 75 años, y con la segunda parte de Fausto y un corto «Prólogo en el cielo», pleno de gracia y de sentido, a los 83.
Los aniversarios de los genios no deben celebrarse en las fechas recordatorias de su nacimiento. Hecho que no dice nada sobre el tiempo cultural que inspiró sus obras. Lo que importa saber del autor de Fausto es que pasó su vida prefigurando su advenimiento. Comenzó el esbozo, con 23 años, bajo el hechizo de las creencias de su amigo Herder, sobre la fuerza de las leyendas populares para la vivificación del teatro alemán. El inconsciente poético de Goethe no tardó en fraguar la feliz fórmula que le permitió expresar, con desdoblamiento de la personalidad, la identidad única de su complejo genio. La dualidad unitaria de la amistad entre el madrileño Carlos, inteligente y cínico, y el canario Clavigo, sentimental y ambicioso, se repite con el doblete del prudente Príncipe de Orange y el temerario Conde de Egmonto Hasta llegar, a través de la oposición Tasso y Antonio, a la genial plasmación de sus sentimientos contradictorios en Fausto y Mefistófeles. Un conflicto moral que sólo pudo resolver cuando Napoleón, su héroe, y la Restauración, su legitimidad, cambiaron el signo rebelde de su siglo. Mefistófeles pierde la apuesta. Fausto es salvado.