1977-08-02.REPORTER.11.LA DESORGANIZACIÓN ÉTICA AGT
Publicado: 1977-08-02 · Medio: REPORTER
Ver texto extraído
LA DESORGANIZACIÓN ÉTICA REPORTER 11. 02 AGOSTO 1977 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO Parece que vivimos, como Alicia, en el país de las maravillas. A fuerza de ver, cada día, las cosas al revés, lo cuerdo se transforma en locura, lo absurdo en razón. La derecha interpreta los intereses de la izquierda. Esta los de aquella. El Gobierno no gobierna. La oposición no se opone. Ambos están en el poder del Estado, y, por tanto, en la misma política económica. Los organizadores del extremismo de la dictadura organizan la moderación. La mayoría parlamentaria proclama que no impondrá a las minorías las reglas del juego constitucional. La letra de la Constitución garantizará todas las libertades reales. Los españoles serán, por prescripción constitucional, "justos y benéficos". El centralismo se descentra. La periferia se centra. El campo confía en la ciudad, las regiones más atrasadas en las más desarrolladas, los industriales en los banqueros, los obreros en los industriales, los intereses nacionales en los intereses norteamericanos y alemanes. Todo puede ser arreglado mediante un pacto de intenciones. Nada tiene consecuencias. Las pactos no ligan, ni obligan. Se diría, a la vista de tanto concierto, conciliación y armonía, que los contrarios se han transformado, como por encanto en identidad. Sólo dos manchas ensombrecen tan idílico panorama. Las que proyectan sobre el presente las dos únicas villanías de nuestro "increíble" pasado. Franco y el petróleo. Para borrar la primera, la clase franquista realiza, con la mayor naturalidad una proeza sin precedentes. Salta sobre su propia sombra. Para eliminar la segunda, se combate el proceso inflacionario, que se inició muchos antes de la crisis del petróleo, con subidas sistemáticas de los precios. El reino de la fantasía ha inaugurado su representación pública. La apertura de las nuevas Cortes materializa esta fantástica restauración. La opinión diaria, único estado en que vive la opinión, está como Alicia, encantada. Desgraciadamente, no se trata de narrar un cuento de hadas, ni de hacer una caricatura burlesca de la conducta actual de nuestras élites políticas y culturales, al menos, esa no es la intención de este articulo, sino de constatar un fenómeno histórico que se ha manifestado, con mayor o menor intensidad, según las condiciones de la fuerza real que lo produce, en todas las épocas transitorias de restauración. Cuando la fuerza de lo viejo, que ha perdido su antigua autoridad, se impone durante la crisis a la incipiente autoridad de lo nuevo, que no ha podido ganar aún la fuerza de realizarse, la legitimidad de la situación restaurada se asienta necesariamente sobre una desorganización ética de la sociedad. Ninguna autoridad moral puede conformar a los distintos grupos sociales. Por ello, no es el conformismo ante la capacidad de dominio de una clase social, sino el escepticismo de las clases dirigentes y la indiferencia moral de los ciudadanos, lo que caracteriza a la ética política de las restauraciones. Indiferencia que llega a fundamentar el paroxismo de lo convencional, el fetichismo del pacto, cuando la restauración se realiza como ahora y esto es lo inédito, sin ruptura de la continuidad de la anterior situación. Chateabriand, que jugó un papel político importante en la Restauración francesa, la describe moralmente así: "Las corrupciones del espíritu, mucho más destructivas que las de los sentidos, son aceptadas como resultados necesarios, no pertenecen a algunos individuos perversos, caen en el dominio público... Se elogia el vicio y se difama la virtud... Los hombres del día viven en la privación del sentido moral, en la ausencia de un principio fijo y en el culto de la fuerza... El Gobierno ha inventado una moral nueva, la moral de los intereses, la de los deberes es abandonada a los imbéciles" (Memorias de Ultratumba). Benito Pérez Galdós no es más complaciente respecto al régimen ético de la restauración canovista: "Hemos podido establecer, aunque de una manera transitoria, el imperio de la deliciosa sinrazón, ley de la mentira provechosa, holganza de las inteligencias, triunfo de las travesuras, terreno en que medran los tontos, se enriquecen los audaces y todo va al revés... Suelo de la Farsalia-Nova, la desorganización ética, fundamento de nuestro poder... La burla disfrazada de lógica y la mentira con careta de verdad" (La razón de la sinrazón). El fenómeno de esta degradación moral se explica porque las restauraciones no introducen un nuevo modo histórico de producción, sino un nuevo estilo o moda pasajera de reproducción histórica. Estilo ciertamente propicio, por su extrema ambigüedad ética, para que se consagren los Tayllerand y Fouché, los Cánovas y Sagasta, y, dicho sea con perdón, dadas las distancias que marca el talento, los Suárez y González. Pero la denuncia moral de una época jamás ha provocado por sí sola, ni conducido, un proceso de regeneración. Tampoco lo hará ahora. La organización ética de la sociedad no es una empresa autónoma. El utilitarismo está en la base de toda la vida moral. En la época moderna, con el Estado unido a la actividad económica, no es concebible una organización ética de la sociedad sin una alternativa racional de organización del aparato productivo, orientada hacia el máximo rendimiento y el incremento de la productividad. La desorganización ética de la Restauración traduce en el mundo moral la desorganización del proceso de producción económica y cultural que, sin una alternativa democrática, no se podrá superar. La cuestión que debemos dilucidar es si la política de reforma, la identidad de los contrarios que ella ha provocado en las fuerzas políticas organizadas, puede conducir a la democracia, porque supone una dialéctica de progreso, que debemos asumir y profundizar, por ser representativa de la tendencia de los contrarios a su identidad, o si, por el contrario, debemos combatirla y romperla, porque supone, como en la mitología y en los cuentos infantiles, una identidad simplemente imaginaria de la clase política, sin relación real y concreta con los elementos antagónicos que constituyen la contradicción real y concreta con los elementos antagónicos que constituyen la contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción en el seno de la producción social. El propio Marx reconoció "un encanto eterno" a la identidad imaginaria que los mitos y la fantasía establecen en la contradicción de los contrarios antagónicos. Este tipo de fantasía no se da solo en la mitología y en los cuentos infantiles, sino cada vez que en una época determinada se divorcian, como ahora lo están, las opiniones de los intereses sociales. Característica esta que constituye el rasgo tradicional del mundo cultural propio de las restauraciones. Pero, ¿podemos seguir, como Alicia, eternamente encantados?