2002-06-14.LARAZÓN.VEINTICINCO AÑOS GREGORIO ROBLES
Publicado: 2002-06-14 · Medio: LARAZÓN
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VEINTICINCO AÑOS LA RAZÓN. 14 JUNIO 2002 GREGORIO ROBLES Junio de 1977. España enfrenta sus primeras elecciones democráticas después de la Guerra Civil y de cuarenta largos años de dictadura. Una época inolvidable, en la que el miedo y la ilusión dominaron los espíritus y la escena política llegó a brillar con la esperanza de un nuevo horizonte. Los asesinatos de la calle Atocha en enero llenaron a todos de angustia. La legalización del PCE y el consecuente ruido de sables, como se lo llamó entonces, hicieron temer una involución tajante. Nada de eso se produjo, quizás porque la sociedad española no estaba para enfrentamientos, quizás porque los partidos políticos, conscientes de su inexperiencia, aumentaron su dosis de responsabilidad y de compromiso con una transición pacífica hacia un sistema democrático. Puede ser incluso que, como sostiene García Trevijano, esa actitud de los partidos respondiera a que había que ser cautos para poder repartir el pastel. Lo más probable es que hubiera de todo un poco. De hecho, nació una nueva clase política al amparo de la vieja. No hay que olvidar que quien manejó la transición, Adolfo Suárez, no se había formado precisamente en las catacumbas de la clandestinidad. Tampoco se puede eludir que las Cortes franquistas tuvieron el valor (o puede ser que el interés) de disolverse en un acto de autoinmolación que resulta llamativo en el marco de los fenómenos de cambio de régimen, ni que la monarquía fue reinstaurada por obra y gracia del dictador ni que el nuevo sistema político ha adoptado como clave de bóveda de su arquitectura a dicha institución. Por todo ello, ante la repetida cuestión de si hubo ruptura o reforma, con la distancia del tiempo la respuesta más plausible es que hubo las dos cosas, esto es, una ruptura reformista o, si se quiere decir de otro modo, una reforma rupturista. Sea como sea, lo cierto es que han pasado veinticinco años desde las elecciones de 1977 y que la democracia española, con los defectos y deficiencias que se quiera, es una realidad. Hoy por hoy, el sistema de partidos está asentado y la Monarquía también. España dispone de una derecha y una izquierda moderadas, orientadas ambas hacia las políticas socialdemócratas, como no puede ser de otra forma en Europa. La extrema derecha no tiene presencia y los comunistas tienden a extinguirse. En mi opinión, España tiene en la actualidad tres problemas preocupantes: el nacionalismo separatista, la inmigración y la desestructuración familiar. El nacionalismo es un residuo de épocas pasadas. Nacido al calor de la exaltación romántica del terruño, propia del siglo XIX, es una ideología que se alimenta de la confrontación, no sólo política sino también social. Aún está por demostrar que el invento de las Autonomías haya sido un acierto. La estrategia esencial del nacionalismo conduce a la ruptura y su táctica a la permanente demanda de ventajas y privilegios y a la continua muestra de insatisfacción. Generan dos tipos de ciudadanos, al introducir una discriminación manifiesta entre los que comulgan con su ideario y los que no. Así, un extremeño en Cataluña de hecho goza de menos derechos que un catalán que se declare nacionalista. Tiene que hacerse perdonar que no es del sitio. No digamos nada de los que están sometidos a la dictadura del miedo, como la ha llamado Anson con acierto. La inmigración es otro problema muy grave: la árabe, por las dificultades que encuentra la integración; la del Este de Europa e Hispanoamérica, por la delincuencia de las bandas organizadas. Es éste un problema de Estado en el cual Partido Popular y PSOE no pueden permitirse andar a la greña. Por desestructuración familiar hay que entender todo lo que afecta a la familia, a la natalidad y a la juventud. Los políticos deberían empezar a pensar en sustituir el mito del bienestar individual por la ética de la responsabilidad.