2003-07-12.LA RAZON.UNA EUROPA GRIEGA MARTIN MIGUEL RUBIO

Publicado: 2003-07-12 · Medio: LA RAZON

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UNA EUROPA GRIEGA
LA RAZÓN. SÁBADO 12 DE JULIO DE 2003
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN 
Si la primera Constitución que intenta organizar la vida de todos los europeos establece de forma definitiva el derecho de veto de cada uno de los estados miembros, quebrando el juego democrático de mayorías y minorías, al lado de cada estado que ejerza el veto ¬que se suponen sean los estados fuertes¬ se creará una cohorte de estados comparsa ¬que se suponen sean los no fuertes¬ que acabarán convirtiendo Europa en tres ligas políticas al modo de la liga aquea, la liga etolia o la liga rodia, que terminaron por disolver los ímpetus de unidad que tuvieron muchos griegos en su esplendente Historia Clásica. Al final, Grecia quedó unificada al ser reducida a provincia por la República Romana con el nombre de Acaya (destrucción de Corinto por Mumio en el 146 a.C.). ¿Cuál será nuestra Roma hoy? ¿Rusia o EE UU? Rusia tiene el atractivo de que es «casi» Europa (Eça de Queiroz afirmaba que Rusia es un imperio asiático con una ventana a Europa). Y EE UU, hijos de una perfecta crisis europea, tiene el atractivo de su bicentenaria tradición democrática. Pero mientras llega la esperada unificación provincial, Francia, Alemania, Inglaterra, y quizás también Italia y España, se convertirán, gracias a la h bris del veto en los pedestales de cinco ligas europeas que harán de la unificación de Europa una retórica vacía, a pesar de reiterada. La «potestas» que entraña el veto es siempre negativa, y sólo se puede legitimar políticamente en el marco de aquellas sociedades que están constituidas por dos castas esencialmente separadas (v. gr. los patricios y los plebeyos en la República Romana).
   Desde estas OTRAS RAZONES, Antonio García-Trevijano, como un nuevo Isócrates escribiendo a Filipo, está esbozando con realismo político el camino que «debería» llevar a la unificación de Europa, desbastando la masa marmórea para descubrir a una diosa sobrecogedoramente hermosa, desde Los Urales a Gibraltar, y desde Estambul a Las Azores. El mayor obstáculo a la unificación de Europa es que este continente ha sido el mayor gestador de imperios sobre la faz de la Tierra: Macedonia, Roma, España, Portugal, Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Rusia, Italia, etc.; y no hay nada más difícil que la creación de una federación de los más grandes depredadores territoriales del Planeta. Pero Europa borra sobradamente esta depredación con su herencia del «lógos liberador», que ha constituido en esencia la configuración del espíritu del mundo actual. El alma de Europa se construye sobre tres «Schlagwörter» o «lemas impactantes» de la Democracia Ateniense: eleuthería, isonomía e isogonía, que la Revolución Francesa tradujo en Liberté, Egalité y Fraternité, y que han representado la base de todo humanismo político.
   Siendo el mundo Europa en un sentido «ideológico» (y que me disculpe en su tumba Destutt de Tracy), Europa no es aún una unidad política, sino sobre todo la bandera de la cultura y la libertad esenciales. Por el número de seres humanos que quieren alcanzar las fronteras de este continente, somos el lugar más atractivo del mundo, el paraje más querido por los dioses. Diríase que el gran pintor Boucher imaginaba proféticamente los náufragos que anhelosos se acercaban a la bella Europa sentada sobre un toro blanco sedente. Hija del rey fenicio o cananeo Agenor, Europa se nos presenta como la quintaesencia más sublime de Oriente. Europa mueve el mundo con su pensamiento.
   Ahora bien, los pilágoros que componen el actual Consejo anfictiónico europeo nos parecen todavía más ejecutivos de una gran empresa comercial que diputados de una nación venidera. Pero enquistarse en la economía es limitar los otros horizontes políticos ¬los verdaderos¬, y hacer de Europa una S. A. mercantil y no un Estado. El Mercader de Venecia acabará siendo elegido por sorteo el Dux. Charondas de Catania, padre del derecho mercantil, no llegó nunca a pensar que la pequeña novedad que traía su Constitución se convertiría dos mil quinientos años después en la piedra angular de la Constitución Europea. Sin duda, el derecho de veto es más propio de una asociación de mercaderes que de una República Federal.