1995-01-27.EL MUNDO.UN GENIAL CARPINTERO RAUL DEL POZO

Publicado: 1995-01-27 · Medio: EL MUNDO

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UN GENIAL CARPINTERO
EL MUNDO. 27/01/1995. Página, 4
RAUL DEL POZO
«¡Ah!. Tú y yo hemos oído hablar a nuestros padres de aquel Bruto de épocas pasadas que habría permitido que el diablo infernal mandase en Roma antes que soportar a un rey».
El otro día fui con Antonio García Trevijano a Málaga, para presentar en la universidad su libro -«Discurso de la República»-. En Atocha perdimos el talgo hablando de Bruto. Me recordaba Antonio que Plutarco empieza su vida de Bruto mencionando a su antepasado Lucio Junio Bruto, personaje legendario al que atribuye la fundación de la república romana. «Pero no creas que Bruto -me decía Trevijano delante de unos huevos a la flamenca- es el que nos describe William Shakespeare. Históricamente, carece de esa grandeza». Cuando vuelvo de Málaga leo en El País unas declaraciones del profesor Conejero (¿por qué no plagia un apellido menos grotesco?); en las declaraciones dice que Shakespeare escribió obras deleznables. «No era un escritor, era un genial carpintero del teatro, un actor que copió y plagió maravillosamente de los textos que había en su época». Conejero es presidente de la Fundación Shakespeare en España, aunque parece más bien de la de Voltaire, porque en vez de dignificar al cisne de Avon, lo denigra. Conejero ha imitado a César González Ruano que en una conferencia proclamó para epatar que se ve muy bien que Miguel de Cervantes es manco porque el Quijote está escrito con los pies. Yo no soy fetichista y me da igual que el Bruto de Julio Cesar esté copiado de Plutarco, si Shakespeare lo mejora. Lo mejora porque tiene genio, y porque además conoce la vida; el autor, según André Maurois, fue maquinista, actor, copista, corrector de obras. «Como Moliere. El teatro no es solamente el oficio de de escritor, es una lucha cotidiana contra las compañías, los decorados y los poderes públicos. Sólo triunfan los que están entrenados en esa lucha». Retocar las obras clásicas, meterles morcillas, recrearlas, actualizarlas, mejorarlas, también es un arte; pero sobre todo es una de las bellas artes, el plagio. No se puede llegar a la gloria literaria sino calcando las obras excelsas; para conmover y romper corazones hay que encerrar entre las letras la sangre del escritor. Shakespeare se desangra como nadie por la mano cuando nos transporta con la pluma al miedo y al abismo. No es la primera vez que se acusa a Shakespeare de ser un fusilero, pero si lo fue, convirtió un delito en la obra de arte más original. No se puede mejorar a los clásicos, si no es imitándolos, destruyéndolos como él hace con Suetonio, con Plutarco. Dice Conejero que ha escrito cosas detestables y deleznables, que hay párrafos vampirizados de Montaigne y hasta de Santa Teresa.
Se sabía que Shakespeare se quedó con la copla de la Eneida. Pero a nadie le robó su desesperación, su delicadísimo y cruel talento. Lo peor no es copiar, sino copiar mal o que te pillen como a un estudiante atolondrado en los exámenes.
¿No es el plagio preferible a la vulgaridad, a la avilantez, a la estulticia, a la cursilería?
Cambiar de negro.- Hay escritores y periodistas a los que los lectores les agradecerían que en vez de inventar, copiaran o que cambiaran, por lo menos, de negro. Una vez me dijo el ex presidente Calvo Sotelo, comentando una entrevista que le hice: «Esa entrevista no la ha escrito usted, sino su negro»; no supe si me elogiaba o me criticaba. Todos plagiamos, consciente e inconscientemente. El toque es plagiar con talento. Nunca como los socialistas españoles que copiaron la Constitución de Alemania, la socialdemocracia de Suecia, el sistema de poder de México, el terrorismo de Estado de Chile, la corrupción de Italia. En la corrupción plagiaron también a Timón de Atenas: «este esclavo fortalecerá y quebrantará religiones (o ideologías), situará a los ladrones, entre los senadores». Si Shakespeare no hubiera nacido cerca de un castillo donde la reina Isabel daba fiestas a su amante, por donde pasaban los comediantes ambulantes, no hubiera descrito con tanta maestría a los cómicos en Hamlet. Y si Hamlet estuviera copiada de Edipo, supera a Edipo cuando describe la muerte de Ofelia entre los sauces.