2018-03-03.ABC.TREVIJANO FEROZ JUAN MANUEL DE PRADA

Publicado: 2018-03-03 · Medio: ABC

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ABC (Madrid) - 03/03/2018, Página 13
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El 155 no les molesta tanto como fingen, dado que la mayoría conserva sus sueldos y sus cargos. Gentileza del Estado PARA que no decaiga la tensión debe con-tinuar el espectáculo. La gran ceremonia de la confusión, el ritual para mantener la expectativa de los dos millones de vo-tantes apalancados. El lento rigodón del indepen-dentismo no tiene otro objeto que el de alargar la gran ceremonia del agravio. Al final todo es bas-tante simple: consiste en simular, mediante un alambicado protocolo de legitimidades simbóli-cas, que la culpa la tiene siempre el Estado. Los se-paratistas están cómodos bajo el bloqueo porque carecen, fuera del marco de la secesión, de cual-quier proyecto programático. El 155 no les moles-ta tanto como fingen, dado que la mayoría conser-va, por gentileza de los presuntos opresores, sus sueldos y sus cargos. No sienten prisa, y sí una cierta pereza, por aplicarse a administrar un te-rritorio cuyas necesidades reales hace tiempo que olvidaron. La abdicación forzosa de Puigdemont es la pe-núltima mascarada de esta especie de procès dife-rido o postergado. No está mal como gag de come-dia: un prófugo de la Justicia, cargado de imposta-da solemnidad, señala como sucesor a un presidiario. Cuando el juez declare inelegible a Jordi Sánchez volverá a correr el escalafón de candidatos, a ver si el Supremo acaba dando el visto bueno a un subal-terno imputado. La cuestión esencial para mante-ner la cohesión es demostrar que el consenso cons-titucional no rige en Cataluña porque el designio de rebeldía civil no tuerce el brazo. Con la declaración aprobada el jueves en la Cá-mara autonómica, el magistrado Llarena podría volver a meter en la cárcel a todos los que se des-dijeron ante él de la unilateralidad para reafirmar-la en el Parlamento. Esa figura se llama reitera-ción delictiva y constituye motivo de encarcela-miento. La declaración de independencia ha dejado de ser simbólica; ahora es de nuevo, junto al refe-réndum ilegal de octubre, la fuente legítima del proceso. Se trata de una reincidencia clara que ex-presa la voluntad política de desafiar al Derecho. Y el propio Puigdemont la ratifica desde lejos a sa-biendas de que le cierra a su delfín instrumental, y de rebote a Junqueras, cualquier posibilidad de salir de su encierro. Por más que el pensamiento ilusorio de los cons-titucionalistas albergue la esperanza de lo contra-rio, el objetivo de la ruptura sigue intacto. Lo úni-co que van a cambiar son los plazos, que ahora ten-drán que ser necesariamente más largos. No existe otro destino ni otra meta para un movimiento que se ha encerrado a sí mismo en el bucle de un mito retroalimentado. El Gobierno y los demás agentes políticos e institucionales ya deberían de haber aprendido que se enfrentan a un grupo de ilumi-nados capaces de sobreponerse a cualquier con-tratiempo o desmayo; gente experta en el victimis-mo que aprende de cada derrota el modo de rea-justar sus pasos. Tienen cuerda para rato y suficiente apoyo social para adaptarse incluso al colapso.IGNACIO  CAMACHOQUE SIGA  EL ESPECTÁCULOJM NIETO    Fe de ratasEn su despliegue dialéctico,  que tenía algo de bisturí y algo de ametralladora, había  una gallardía admirable TUVE el honor de tratar bastante a Antonio García-Trevijano, a quien convertí en cola-borador asiduo de Lágrimas en la lluvia, un programa de debate cultural que dirigí en Intereconomía Televisión. Trevijano tenía estampa de hidalgo y ferocidad de tigre, generosidad de prín-cipe y desplantes de dandy; y, sobre todo, una inte-ligencia afilada y brillante como un puñal. Como te-nía un gusto exquisito, piropeaba sin descanso a mi mujer (auténtica alma mater del programa), mien-tras los ojos le hacían chiribitas; y, sin solución de continuidad, se ponía a zurrar a los muchos alfeñi-ques que había conocido a lo largo de su fecunda y ajetreada vida (y había conocido a muchos y de to-dos los pelajes). Cuando repartía mandobles me re-cordaba a don Quijote en aquel episodio del teatri-llo de maese Pedro, donde no dejaba títere con ca-beza. Trevijano sabía bien que los maeses Pedros que vapuleaba merecían una temporada en gale-ras; pero sabía también que, por vapulearlos sin pie-dad, se había ganado una condena al ostracismo. Desde ese ostracismo, donde vivaqueaban sus jó-venes discípulos, nunca dejó de lanzar andanadas Lo llevamos muchas veces al programa, no sólo para hablar de cuestiones de teoría política o hacer balance de la Transición (que dejaba hecha unos zorros o zorras), sino también para reflexionar so-bre arte (asunto al que había dedicado un muy es-merado estudio, Ateísmo estético). Y cuantas veces lo llevamos al programa se nos planteaba el mismo problema: todos los cagapoquitos de España no te-nían redaños para sentarse a su lado y pegaban la espantada, aduciendo que era un orate o atribuyén-dole turbios episodios guineanos; pero tales espan-tadas no tenían, en realidad, otra causa sino el mie-do a confrontarse con un hombre de una categoría intelectual superior, de una lucidez casi alucinada (tal era el énfasis y fervor que empleaba en la expo-sición de sus tesis, a la vez disolventes como el agua-rrás y embriagadoras como el ajenjo). No negaré que a veces Trevijano respiraba por la herida (o por alguna de sus muchas heridas, pues lo habían alan-ceado mucho); y que le gustaba tanto pontificar que a veces se le olvidaba atender las razones del adver-sario. Pero en su despliegue dialéctico, que tenía algo de bisturí y algo de ametralladora, había un ím-petu juvenil y una gallardía admirables.  Tal vez los fundamentos de su pensamiento po-lítico (que había alicatado hasta el techo, haciéndo-lo a veces un poco abstruso) fuesen muy discuti-bles; pero… ¿quién podía resistirse a sus arrebata-das filípicas contra las oligarquías partitocráticas? ¿Quién no disfrutaba viendo cómo en un perique-te dejaba convertidos en guiñapos y piltrafillas a los figurones más encumbrados de la reciente historia española? Polemista genial y artista sublime de la invectiva, paladín infatigable de la libertad política (que consideraba, con razón, secuestrada por los partidos), expuso en su magna Teoría Pura de la Re-pública su utopía republicana, con un estilo que era a la vez compendioso y digresivo. En un programa de Lágrimas en la lluvia sobre la vejez le pregunté si tenía miedo a la muerte; a lo que me respondió: «Cuando eres viejo, contemplas la muerte con ma-yor serenidad. Y esa serenidad depende del grado de cumplimiento de las esperanzas que concebis-te cuando eras joven. Si las has cumplido, la muer-te no te da miedo ni te angustia. Yo considero que he realizado mis esperanzas vitales, aunque es ver-dad que me gustaría ver la libertad política en Es-paña, por la que tanto he luchado. Pero si no hay li-bertad política en España no será, desde luego, por mi culpa».  Ojalá Dios le haya dado el descanso eterno. Ya sé que Trevijano era un ateo irreductible; pero sólo Dios puede obligar a descansar a hombre tan ardo-roso y feroz.JUAN MANUEL  DE PRADATREVIJANO FEROZEL ÁNGULO OSCUROUNA RAYA EN EL AGUAOPINIÓN 13ABC SÁBADO, 3 DE MARZO DE 2018abc.es/opinion