1995-12-26.ABC.TETRALOGIA DE LA INFAMIA POLITICA MARTIN MIGUEL RUBIO

Publicado: 1995-12-26 · Medio: ABC

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ABC  Póg.46

TRIBUNA ABIERTA

TETRALOGÍA  DE  LA  INFAMIA  POLÍTICA

Por Martín-Miguel RUBIO ESTEBAN

MARTES 26-12-95

bernante  es  una  fic-
ción  precientífica  de
los utópicos.

Contra  esta  desca-
rada tetralogía de  la in-
famia  política  caben

S' un  pueblo

puede  sopor-
tar  tranquilo
que  su  Gobierno y  sus
adláteres calumnien im-
punemente  a quien de-
nuncia  con  coraje  los  crímenes  de  autoridad
que  dicho  Gobierno  perpetra  contra  ese
mismo  pueblo, es que ese  pueblo ha nacido
para  la  esclavitud  o  está  hebetado,  y  le  da
vértigo la oropéndola de la libertad.

Que el actual poder  político español, enhe-
brado  hasta  los  tuétanos  de  crímenes,  mal-
versaciones,  prevaricaciones,  corrupción  y
desfachatez, vea turbias maniobras y móviles
inconfesables  en  quienes  señalan  gallarda-
mente los lugares donde late la podredumbre
gubernamental,  representa  un  cinismo  san-
grante, y no deja de oler a improvisación au-
tojustificatoria. Es decir, el Gobierno, para jus-
tificar  la  continua  transgresión  de  derechos
humanos  y  de  disposiciones  legales  en  que
incurre  (GAL,  CESID,  comisiones  ilícitas  que
disparan  los  precios  de  las  construcciones
públicas,  fondos  reservados  con  los  que
comprar joyas más comprometedoras que los
diamantes  de  Ana  de  Austria,  etcétera)  ela-
bora unateoría conspiratoria con la que justifi-
car su protervo proceder. Si los españoles no
somos  capaces  de  desenmascarar  y denun-
ciar  la última burda intención que el Gobierno
tiene  al  maquinar  esta  teoría  conspiratoria,
acabaremos  desembocando,  sin  quererlo  y
por circunstancias absolutamente impondera-
bles,  en  una  auténtica  o  pretendida  «actua-
ción  creadora  de  legalidad»,  que  de  forma
prepóstera e ilegítima justifique y dé por bue-
nas instituciones como el GAL, o actuaciones
como las más sonadas del CESID.

Detrás  de  la  patética  y  rastrera  adulación
que en estas últimas semanas se está practi-
cando  de  forma  desbordada  hacia  la  figura
del Jefe del Estado, se esconde el miedo del
que  se  refugia  tras  los  augustos  ropajes  de
armiño,  no  para  salvar  la vida  propia de  una
siniestra conjuración de corte catilinario, o de
un vesánico y aislado Booth, sino para esca-

SI BUSCA
PISO LEA
LA LETRA
PEQUEÑA

Lea  los  anuncios  por  palabras  de  ABC.
Más  de  370.000  ofertas  inmobiliarias  se
han  anunciado  en  el 94.
En  letra  pequeña,  pero
con  grandes  resultados.

estas cuatro posibles respuestas:

Primera: Los antojos o caprichos del poder
político  siempre  se  han vestido  con  la impo-
luta  levita  de  los  «intereses  generales». Pero
solamente  los  derechos  individuales,  y  no  el
poder,  pueden ser considerados como abso-
lutos;  existen  fronteras,  trazadas  no artificial-
mente, dentro de  las cuales los hombres de-
ben  ser  inviolables.  Es  así que  los  intereses
generales  deben  supeditarse  a  los  derechos
individuales. Lo que la razón del Estado auto-
ritario llama «intereses generales» son sólo los
turbios  intereses  de  la  propia  autoridad.
Desde Locke, Hume y Montesquieu sabemos
que una constante  histórica ha sido el hecho
de que la autoridad siempre se ha escondido,
parapetado  o  atrincherado  detrás  del cínica-
mente  llamado  «interés  general», tratando  de
confundir sus caprichos y egoísmos persona-
les  con  los  deseos  del  pueblo.  Por  ello,
desde  la  Declaración  de  los  Derechos  del
Hombre  y  del  Ciudadano  (26  de  agosto  de
1789)  lo  único  que  se  siente  como  absoluto
son los derechos  individuales. Sólo los dere-
chos  individuales  son  absolutos,  y  no  existe
ningún otro derecho absoluto  que no sea un
derecho individual.

Segunda:  Las  grandes  fortunas  amasadas
desde  la  cultura  del  «pelotazo»  y  una reedi-
ción  del  programa  del  duque  de  Orleans,
abanderado  por  el  Señor  Solchaga,  se  han
conseguido colaborando con el poder político
y no combatiendo al poder político.

Tercera: Toda corrupción  consentida por el
poder político, por pequeña y útil que sea, re-
presenta una claudicación del Estado de De-
recho, y abre las puertas de par en par al te-
rror político.

Cuarta:  Un  hombre  amoral  es  en  el  mejor
de los casos  un ser anormal.  Un gobernante
sin responsabilidad moral es un déspota.

SU  CASA
ES  COSA
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r1.050

Porque la gente cree
en las palabras de ABC.
Por  eso  se  han  anunciado  más  de
370.000  ofertas  inmobiliarias  de  venta
y alquiler  en el 94.
Én ABC.

par de la responsabilidad personal ante actos
políticos que deberían ser perseguidos  por la
Administración de Justicia con la Constitución
en el ristre, cuyo artículo  125 comienza a fun-
cionar  ahora  con  timidez  excesiva,  después
de  diecisiete  años  de  haber  sido  aprobada.
Con esta adulación envenenada se quiere im-
plicar, en esa ejecutoria de actos políticos tan
sinuosos  y  llenos  de  recovecos,  a  quien  en
principio  debería  quedar  fuera  y  a  salvo  de
toda  posible  fechoría  gubernamental.  Mucha
razón  tenían  los  poetas  griegos  que,  como
Calimaco  de  Cirene, se negaban a ver  como
fruto del azar y del capricho la paronimia exis-
tente  entre  kórax  (cuervo)  y  kólax  (adulador).
El Gobierno  actual, en lugar de asumir  con
decisión  su  responsabilidad  por  criminales
errores  políticos,  prefiere desde  hace ya mu-
cho  tiempo  llamar  conspiradores  a  quienes
únicamente han cometido el pecado de ver lo
que es evidente. El caso español hace cierta
la negra  aseveración  de  Dürrenmatt,  cuando
en 1955, en su «Theaterprobleme», al intentar
explicar por qué razón ya no ha vuelto a flore-
cer  la Tragedia  en  Europa,  nos  decía:  «En la
confusa farsa de nuestro siglo, en el basurero
de la raza blanca, nadie es culpable, nadie es
responsable».  Una ejecutoria  política  que  no
entrañe la responsabilidad personal de los ac-
tos  no  es  una  ejecutoria  democrática,  ni si-
quiera  liberal;  es  una  pura  ejecutoria  de
fuerza,  bárbara, reclusa de  cualquier ordena-
miento jurídico.  Porque la pura ambición polí-
tica,  la  «caeca  cupido  dominandi»,  que  diría
Cicerón,  o  la «natura ávida  imperi»,  que  diría
Salustio,  cuando  posee  el poder  no se  rinde
jamás a la Justicia, porque siempre halla razo-
nes o pretextos para mantenerse.

En resumen, y para no ser prolijos; tal como
pronosticaba  hace  unas  semanas  el  excep-
cional  pensador  Antonio  García-Trevijano,  se
está gestando con  los mayores recursos jurí-
dicos e intelectuales de que dispone el poder
político una doctrina oficial, basada en las si-
guiente premisas ominosas:

Primera:  si  bien  los  aparatos  del  Estado
han podido transgredir la ley u operar al mar-
gen  de  la  misma,  lo  han  hecho  exclusiva-
mente para frustrar grandes delitos o desac-
tivar terribles conspiraciones  contra la demo-
cracia.  Este  proceder  es  el  resultado  de  un
silogismo  en  forma  de  sorites,  y  parte  del
axioma según el cual los intereses individua-
les deben  supeditarse  a  los  intereses gene-
rales.

Segunda:  los  grandes  financieros  estafa-
dores  y  corruptos,  que  protagonizan  laila-
grante  actualidad,  no  sólo  no  son  producto
del  sistema  de  corrupción  imperante,  sino
que forman equipo conspiratorio con los que
ven a los gobenantes  actuales  como facine-
rosos  y  desean  implantar  una  democracia
más verídica y decente en este país.

Tercera:  si  la  corrupción  no  existiera,  los
aparatos del Estado no funcionarían y serían
ineficaces.  Lo  importante  es  saber  en  qué
parte  del  sistema  está  y  tenerla  controlada
para que  no crezca más de  lo que cada de-
partamento  puede  soportar.  Pero,  en  líneas
generales  y a  partir  de  determinados  niveles
de responsabilidad,  la corrupción  no sólo no
es  mala  sino  que  es  deseable.  Pensar  lo
contrario  es,  en  el  mejor  de  los  casos,  una
ingenuidad.

Cuarta:  la  responsabilidad  moral  del  go-

ABC (Madrid) - 26/12/1995, Página 46
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