2001-09-13.LA RAZON.TERROR Y TERRORISMO AGT

Publicado: 2001-09-13 · Medio: LA RAZON

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LA RAZÓN
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JUEVES, 13 - IX - 2001
JUEVES, 13 - IX - 2001
JUEVES, 13 - IX - 2001

TERROR Y TERRORISMO

LA CONDICIÓN HUMANA

OTRAS RAZONES

S on  cosas  dis-

tintas, aunque
relacionadas.

El terror es un senti-
miento de miedo es-
pantoso a un peligro
real que concierne a
un  específico  grupo
social vecino al mó-
vil que crea el riesgo.
El  Terror  del  Régi-
men jacobino no era terrorista. Pues no
afectó a toda la sociedad francesa, ni pre-
tendió obtener concesiones de sus adver-
sarios. Consistió en un mero expediente
ideológico para liquidarlos y en un siste-
ma de dominación. En el mundo político,
la palabra terror designa el tipo de miedo
que sufren los que, por ser o creerse obje-
tivos personales de una causa ideológica
de persecución, están aterrados o pertérri-
tos ante el Régimen de poder. Puede haber,
por eso, Estado de Terror, pero no terroris-
mo de Estado.

El  terrorismo,  que  no  es  sentimiento
subjetivo sino social, constituye un fenó-
meno moderno de la psicología de masas.
La voz terrorista se incorporó a nuestra
lengua en 1884 («terror», en 1440), para
nombrar a los autores de atentados magni-
cidas o fabriles, sin otro móvil que la re-
presalia contra símbolos del Estado clasis-
ta  y  del  maquinismo  industrial.  Los
primeros que se valieron del terror como
táctica para la conquista del Estado no se
llamaron terroristas, sino fascistas.

No es un azar que los nacionalistas de
Corradini se aliaran, a principios del XX,
con Mussolini y los sindicalistas seguido-
res de la violencia proletaria, teorizada por
Sorel, para cambiarla por la violencia na-
cionalista. Pero hasta el fin de la segunda
guerra mundial se mantuvo unido el terro-
rismo a los atentados de grupos radicales
del anarco-sindicalismo y del patriotismo
de la unidad irlandesa. Y estos últimos,
acabado el mito revolucionario de la huel-
ga general, han conseguido imponer en el
lenguaje actual su paradigma de terroris-
mo, entendido como guerra psicológica de
emancipación estatal o liberación nacional,
mediante continuados actos de terror y sa-
botaje.

No puede haber terrorismo sin actos en
serie de terror. Pero es falsa la creencia co-
mún de que entre terror y terrorismo hay
relación de causa-efecto, principio-conse-
cuencia o antecedente-consecuente.

El terror produce un miedo pánico veci-
nal que no está presente en el terrorismo.
En éste predomina la inquietud política y
la indignación social sobre el miedo per-
sonal. Esto quiere decir que el terror no
contiene ni explica por sí sólo al terroris-
mo.

Mi  aportación  intelectual  al  conoci-
miento de este fenómeno complejo con-
siste en considerarlo producto de cuatro
causas. Su causa eficiente está en los agen-
tes de terror (Eta). Su causa material, en la
continuidad de los atentados. Su causa for-
mal, en la idea aterradora difundida por la
prensa. Y su causa final, en el nacionalis-
mo independentista. En estas concausas, la
esencial para definir el terrorismo es la for-
mal. Lo cual no significa que el terror sólo
sea mera ocasión para que la mente aterra-
dora de los medios informativos desarro-

lle el terrorismo.

Aunque el terror y
los atentados terrorí-
ficos no contienen en
su naturaleza el ele-
mento aterrador de la
prensa ni el ideal na-
cionalista de la Inde-
pendencia, y por eso
éstos no pueden ser
puros  efectos  de
aquéllos, no obstante continúan presentes,
de modo continuo, tanto en los titulares de
prensa compositores del terrorismo, como
en la política independentista del nacio-
nalismo vasco.

Es obvio que sin terror no habría terro-
rismo. Pero sólo con terror tampoco. Y es-
to nadie quiere verlo ni, mucho menos, de-
cirlo. La relación entre terror y terrorismo
es la que Brentano estableció con la per-
manencia continua de la causa en el efecto,
distinto de ella. Por ser distinto, la prensa,
los gobiernos y el PNV no son cómplices
del terror.

Por permanecer la causa del terror en
ellos, no sólo producen terrorismo al con-
denar los atentados con mente aterradora,
sino que impiden toda posibilidad de au-
téntica política antiterrorista. Sería un con-
trasentido del sistema.

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO

C olin  Powell

definió  así  el
terrorismo
apocalíptico  que  se
cernió  sobre  USA  y
continúa estremecien-
do al pueblo nortea-
mericano y a la opi-
nión pública mundial.
Un  acto  de  guerra.
Decidido y planifica-
do  por  poderes  invisibles.  Ejecutado  por
unos cuantos comandos kamikazes fanati-
zados por la fe en el heroísmo, en la satani-
zación del enemigo y en la eterna salvación
de su alma. Como siempre, el infierno son
los otros. Es la mitología forjadora de un
gran Satán –que es el Otro– al que hay que
eliminar a toda costa. No hay identidad que
no se marque a fuego en función de lo que
excluye y no hay exclusión en la que no es-
té latiendo la tentación del exterminio. Los
que crean grandes mitologías siempre colo-
can un dios a su cabeza en cuyo nombre se
santifica la guerra –grande o pequeña, pobre
o rica– contra el Otro. Es la exhibición ame-
nazante de una «otredad» absoluta e incura-
ble. Una vez que esta ficción ha sido consu-
mada,  se  puede  proceder  al  sacrificio
público  del  enemigo  en  los  altares  de  la
identidad (nacional-étnica, o lo que diablos
sea), a los dioses oscuros de la pureza que
garantizan el espíritu nacional, el alma co-

SOLIDARIDAD SECRETA

E n estos duros momentos para el país

más  poderoso  del  mundo,  brutal-
mente herido por el terrorismo, la so-
lidaridad mundial es un deber al que pocos
países están faltando. España ha dado tam-
bién sobrados ejemplos de apoyo al Gobier-
no y pueblo norteamericanos en estas pri-
meras horas con un ofrecimiento de ayuda
material y humana por si fuera precisa. En
esa misma línea, el espía militar ha detecta-
do que esa deseable e importante colabora-
ción parece especialmente bien encaminada
entre los servicios de información de ambos
países. El Cesid ha dispuesto tradicional-
mente de excelente información sobre las
células fundamentalistas, que han tomado el

sureste de nuestro país como base o tram-
polín para acceder a Europa. Estos grupos,
sobre todo argelinos, son sobradamente con-
trolados por nuestros agentes. Ese conoci-
m i e n t o   e s   a h o r a   m i s m o   s u m a m e n t e
apreciado por los servicios secretos norte-
americanos, que han dirigido ya definitiva-
mente todas sus sospechas hacia el integris-
mo y, en concreto, sobre Ben Laden, como
responsables de la matanza de Nueva York
y Washington. En este sentido, el espía re-
cuerda también la detención de un lugarte-
niente del «señor» del terror mundial en Ali-
cante. Más solidaridad, en este caso, secreta.

JJuuaann  BBRRAAVVOO

REBOREDO Y SAÑUDO

lectiva,  nuestra  reli-
gión, nuestra raza y la
casa de nuestro padre.
En la plenitud de todo
esto, nuestra efímera
condición humana es-
tá  llamada  a  perpe-
tuarse e inmortalizar-
se. 

Lo  dijo  muy  bien
el lúcido editorial de
LA RAZÓN de ayer. Ese nuevo ataque te-
rrorista ha abierto la caja de Pandora de la
violencia en el mundo. «La catástrofe hu-
mana ha sido terrible. El golpe moral brutal.
Las consecuencias pueden ser pavorosas».
Lo van a ser. Hasta que terminen de salir de
esa  caja  calamidades  y  convulsiones  sin
cuento no cabe pensar en un nuevo umbral
de esperanza. Huele a guerra, destrucción,
sangre, represión y muerte. Si la perplejidad
es la madurez de la razón, la seguridad de
que no hay más camino que el exterminio
elimina toda perplejidad y se convierte en la
madurez de la violencia. Si el enemigo, al
atacarnos con tanta vileza, se convierte en la
mejor garantía de nuestra identidad, su im-
placable exterminio es el único modo de sal-
var esa identidad para siempre. Sólo en la
muerte hay plenitud de identidad. Pulsión de
identidad y pulsión de muerte es la misma
cosa. 

Así  lo  entendieron  y  aplicaron  los  co-
mandos terroristas que humillaron hasta lí-
mites inconciliables a la primera potencia del
planeta. Tanto soñar en grandes escudos que
la hiciesen impenetrable ante el ataque de
enemigos exteriores armados de misiles y,
súbitamente, USA se encuentra con que el
enemigo es pequeño y doméstico, que sus
armas son cuchillos y que los aviones que
secuestran con esos cuchillos en suelo ame-
ricano se convierten en las grandes armas de
exterminio de símbolos y ciudadanos norte-
americanos. ¿Qué escudo cabe contra esas
armas? ¿Cuál es la fuente de un odio tan im-
placable? ¿De dónde brota el manantial que
hace perentorio el asesinato indiscriminado
de pobres ciudadanos alojados en las bases
más solidas del mayor poder del mundo?
¿Servirá este terrorismo apocalíptico para
que  la  nación  más  poderosa  del  planeta
aprenda en su propia sangre y en su misma
alma ese horrible dolor que entenebrece la
convivencia y la hace insegura y estremecida
por el miedo y la miseria? ¿Avivará el senti-
do de la justicia, la vergüenza por la iniqui-
dad, y ese hierro infernal de la piedad por los
otros que sufren intolerablemente por nosotros
y junto a nosotros? No irán por ahí las cosas.
No va por este camino la condición huma-
na. Pascal la describió muy bien: «Imagine-
mos una multitud de hombres encadenados,
todos ellos condenados a muerte, varios de
los cuales son degollados a diario a la vista
de los demás. Los que quedan ven su propia
condición en la de sus semejantes y, con-
templándose unos a otros con dolor y sin es-
peranza aguardan su turno. Tal es la imagen
de la condición humana». Anteayer fue hu-
millada hasta la extenuación. No la humille-
mos más con represalias y venganzas que
nos coloquen a todos en el mismo nivel de
terrorismo apocalíptico de los comandos fa-
náticos y asesinos que asolaron Nueva York
y Washington.

JJooaaqquuíínn  NNAAVVAARRRROO