2001-10-29.LA RAZON.TERROR ESPORÁDICO AGT

Publicado: 2001-10-29 · Medio: LA RAZON

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OPINIÓN

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LA RAZÓN
LUNES, 29 - X - 2001

TERROR ESPORÁDICO

OTRAS RAZONES

¿ANTIAMERICANISMO O ANTIIMPERIALISMO?
A quellos que se

L a tesis oficial

de  que  todos
terroris-
los 
mos  son  iguales  es
insostenible. 
No
puede  ser  igual  lo
que  a  todas  luces
distintos
produce 
efectos. El que asesi-
na  por  chantaje  a
otros  tiene  unas  li-
mitaciones en su inhumanidad que no co-
noce quien lo hace movido por la ven-
ganza. Y una cosa es el miedo individual
ante amenazas discriminadas dotadas de
sentido aunque sea perverso, y otra el te-
rror pánico a males imprevisibles o in-
controlables. Las tres muertes por inhala-
ción de esporas de ántrax enviadas por
correo, y el contagio de trece personas,
están causando una perturbación más ex-
tensa y profunda que la ocasionada con
las miles de muertes el 11 de septiembre.
El  terror  alcanza  su  máxima  potencia
cuando,  siendo  ocasional,  produce  los
efectos sociales de una epidemia inataja-
ble. Este es el caso del terrorismo esporá-
dico que padece EE UU. Los tipos de te-
rrorismo  se  distinguían  antes  por  sus
causas y sus fines, a partir de ahora habrá
que  hacerlo  también  por  el  grado  de
crueldad  en  la  honda  expansiva  de  su
efecto calamitoso. El pánico enloquece a
la humanidad como el miedo atonta a las
personas. Y la inhumanidad se manifies-
ta en escalas negras de pánico, donde ca-
da escalón de horror prepara el descenso
a otro más espantoso.

Para distinguir a los distintos tipos de
terrorismo se suele usar con preferencia
el criterio de la diversidad de su origen o
de su propósito. Se habla de terrorismo
religioso, anarquista, mafioso, naciona-
lista, reivindicativo, justiciero, vindicati-
vo, económico. De este modo, las expre-
siones  «terrorismo  irlandés,  argelino,
palestino, curdo o vasco» no quieren sig-
nificar que esos pueblos sean terroristas,
pero califican sin equívocos el tipo de te-
rrorismo que cada uno ha incubado. A to-
dos ellos ha dejado en suaves mantillas el
«terrorismo esporádico» del terror islá-
mico. La voz esporádico deriva de espo-
ra. Antes que casual, en español se refiere
a la «enfermedad que ataca a uno o varios
individuos en cualquier tiempo o lugar y
que no tiene carácter epidémico o endé-
mico». Me parece, pues, término adecua-
do para calificar a las variantes del terror
causado  mediante  agentes  biológicos,
químicos o radioactivos.

Conozco las reticencias contra el em-
pleo  de  expresiones  como  «terrorismo
vasco» o «terrorismo islámico». Pero la
violencia de Eta o la de Al Qaida no deja
de ser vasca o islámica por el hecho de
que sean el modo de expresión política de
una minoría radical del vasquismo o del
islamismo. Tal vez sería más apropiado
hablar de terror vasquista o islamista. Pe-
ro también sería injusto para los vasquis-
tas o los islamistas que no son terroristas.
No  hay  objeciones  serias  para  seguir
usando estas expresiones, que en modo
alguno pueden ser denigrantes para los
pueblos que padecen terrorismo endóge-
no. Si la grandeza de las religiones se mi-
de por la del terror que les dió origen, he-

mos  de  reconocer
que  Alá  es  grande.
El terror islámico ha
superado al de Yah-
vé. Un dios que tenía
la  santa  costumbre
de aterrorizar al pue-
blo israelita dando a
sus enemigos el po-
der  de  castigarlo  o
exterminarlo.

El terror esporádico no es nuevo. Azotó
a la humanidad en todas las épocas de su
historia. Las reglas griegas de la guerra
prohibían envenenar el agua de las ciuda-
des. La peste medieval se usó como ame-
naza a los enemigos, temerosos de recibir
cosas contagiadas o cadáveres. Hasta los
piratas respetaban los barcos donde onde-
aba la alarmante bandera de la epidemia.
Los caramelos envenenados ha sido tema
recurrente en la propaganda que precede
o acompaña al conflicto bélico. Nada tie-
ne de raro que resurja con leyendas de
envenenamiento de los alimentos caídos
desde el cielo, como el bíblico maná so-
bre los desiertos de Afganistán.

La tecnología puesta al servicio del te-
rrorismo esporádico se moderniza al com-
pás de la civilización. Pero el alma primi-
tiva  de  la  cultura  que  lo  legitima
permanece invariable.

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA  TTRREEVVIIJJAANNOO

oponen 
a
quienes  criti-
camos los bombardeos
sobre Afganistán, ade-
más de pretender que
no cabía otra respuesta
a los atentados del 11
de  septiembre,  nos
cuelgan a los críticos el
apelativo de «antiame-
ricanos». Que suele ir acompañado de califi-
cativos tales como «primario», «trasnochado»,
«añejo», «elemental». En el anterior artículo
respondí a la simplificadora idea de que el ca-
mino emprendido por Bush y sus asesores era
el único posible, tratando de señalar las accio-
nes jurídicamente correctas y más eficaces,
frente al actual y criminal desastre. Ahora me
gustaría contestar al simplismo de conceptuar-
nos como antiamericanos.

En primer lugar, los que realizan esta críti-
ca caen en la falacia imperialista, de identifi-
car América con los Estados Unidos y el tér-
mino «americano» con el de ciudadano de
dicho país. El sofisma «pars pro toto» de que
hablaban los escolásticos. Pero, aceptemos es-
ta falacia semántica y preguntemos a nuestros
críticos algunas cosas. ¿Es «antiamericano»
el prestigioso lingüista estadounidense Noam
Chomsky, que ha dedicado miles de páginas
a denunciar la política internacional de la Ad-
ministración de su país, que desde los cin-
cuenta en Guatemala hasta el golpe de estado

MÁS QUE HARTOS

P or muchas burradas que diga (y lo hace

aprovechando sus «sermones» domini-
cales) deberíamos empezar a no hacerle
ningún caso y a no amplificarle urbi et orbi. Ha-
blo de Arzallus, desgraciadamente. Lo mismo
deberíamos aplicar a ese fraude con sotana lla-
mado Setién a quien si la jerarquía eclesiástica
ha apartado, no veo por qué tiene que seguir
colmándonos la paciencia con su defensa de te-
rroristas. Pero el caso de Ibarretxe es otro cantar.
Preside un gobierno autonómico y como tal, sus
últimas propuestas, eso de negociar de «igual a
igual» con España diciendo que el pueblo vasco
no puede ser parte «subordinada» del Estado,
no se pueden ignorar: atacan y atañen a todos

porque  buscan  dinamitar  el
«edificio del Estado» como le
ha espetado directamente Az-
nar. ¿Pero quién se ha creido
que es este gestorcillo que en
sus años de super-autogobier-
no no ha resuelto nada ni ha
mejorado esa convivencia en
el País Vasco de la que dice preocuparse? ¿No
serán de nuevo palabras impulsadas por el viejo
juego que el PNV siempre se ha traído con los
de Eta? A esta moneda falsa sí que merece la pe-
na estar atentos, por mucho que estemos más que
hartos.

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

en Chile se ha dedica-
do a derribar gobiernos
democráticos para im-
poner dictaduras sumi-
sas a sus intereses? ¿Es
también «antiamerica-
no» su colaborador y
continuador James Pe-
tras, que aun no hace
un año comentaba en
el Ateneo  de  Madrid
las siniestras perspectivas que se abrían desde
la presidencia de Bush? ¿Lo es asimismo un
novelista estadounidense, nada marginal sino
autor de best sellers, como Grisham, cuando
nos explica en una de sus apasionantes nove-
las cómo la CIA y la industria de armamen-
tos pueden fabricar un presidente del que es
su país? Y los ecologistas que en el interior de
los EE UU, desde Barry Commoner hasta el
matrimonio Ehrlich han mostrado de qué ma-
nera la política industrial y bélica estadouni-
dense está destruyendo el planeta ¿deben en-
trar en esta categoría del «antiamericanismo»?
¿Y los ex miembros de la CIA, como Philipp
Agee, que han revelado la planificación de
guerras, desde la de Corea hasta la del Golfo,
forzadas para resolver problemas económicos
y políticos internos? Un tema que no ha deja-
do de ser llevado a las pantallas por la cine-
matografía crítica de este complejo país, la
cual no sólo ha producido películas chauvi-
nistas, o exaltadoras de los instintos primarios
y la cursilería, sino mordaces denuncias. Y
¿qué diremos de los excombatientes de la bri-
gada Lincoln, que apoyaron la revolución ni-
caragüense frente a la contra de Reagan y a
cuyos emotivas conmemoraciones he asistido
repetidamente en Nueva York?

He aducido unos pocos, aunque llamativos,
ejemplos y sugerencias, que el lector podrá fá-
cilmente completar y que dejan en ridículo la
pretensión de identificar como antiamericanos
a quienes criticamos no a una compleja so-
ciedad, sino a la política internacionalmente
antidemocrática que sigue su administración
¿No hemos podido leer estos días en las mis-
mas páginas de los diarios españoles diversos
artículos de autores estadounidenses, comen-
tando negativamente la vía emprendida por su
gobierno y señalando otros caminos posibles
más realistas y ajustados a Derecho? Quienes
hubimos de padecer los largos años de la dic-
tadura asistimos a la desdichada identificación
entre el concepto de España y el franquismo.
Curiosamente la mayoría de nuestro país for-
maba la «anti-España». Hoy estamos presen-
ciando otra insólita identificación la de Amé-
rica con Mr. Bush, peregrinamente defendida
por compatriotas nuestros. Para ellos –al pa-
recer más papistas que el Papa sean católicos
o no– la Administración de los EE UU está to-
cada por el carisma de la infalibilidad y sólo
lamentan,  como  nuestro  gobierno,  que  no
acepten la ayuda de nuestras tropas.

Los pueblos son mucho más complejos y
ricos de lo que perciben estas simplificacio-
nes. Y una sociedad tan amplia y diversa co-
mo la de los EE UU lo es muy especialmen-
te. Estar contra el terrorismo fundamentalista
no es ser antiislámico. ¿No se está repitiendo
todos los días? Tampoco estar contra la últi-
ma y torpe manifestación del belicismo esta-
dounidense es ser «antiamericano» Es desear
que la luz de los sectores críticos ilumine a to-
do el país y haga de los EE UU una verdadera
democracia.

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS