1997-02-03.EL MUNDO.TELEVISIÓN DIGITAL AGT

Publicado: 1997-02-03 · Medio: EL MUNDO

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TELEVISIÓN DIGITAL 
EL MUNDO. LUNES, 3 DE FEBRERO DE 1997
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO 
La situación es interesante. No por lo que presenta de nuevo o de imprevisto, eso sólo sucederá si Pujol deja de sostener al Gobierno de Aznar o el Tribunal Supremo procesa a González, sino por lo que tiene de lábil. La Prensa ha encontrado por fin, en su propia casa, el objeto extraviado durante 20 años y que el consenso tuvo que suplir, el objeto insustituible de la política: el conflicto, la lucha por el poder. Todavía no se ha tomado del todo la medida a  hay conciencia en la clase dirigente de que algo distinto de lo habitual puede suceder. Y sin embargo, ningún partido político, ningún intelectual, ningún periodista se ha metido todavía en la aventura de hacer un fiel análisis de las fuerzas económicas que se enfrentan en la batalla de la televisión, para captar el sentido cultural y político de sus movimientos. Parecen atraídos por la inquietud infantil de saber quién manda más, Felipe o Polanco, y de qué lado caerá el pulso que la mano siniestra fuerza al gobierno de  es de extrañar. Para hacer un análisis serio hay que apoyarse en algo sólido. Y eso es lo que no hay en la situación. 
Salvo en sus aspectos penales, el pasado no parece ya capaz de condicionar el porvenir. La transición ha forzado a los españoles a vivir de modo incondicional, como si el pasado inmediato no hubiera sucedido. Y el futuro cercano, el de mañana mismo, se hace así imprevisible. Hemos compensado la falta de libertad política con una libertad existencial desprovista de capacidad de compromiso o autodeterminación. En la vida pública, sólo damos crédito y confianza a los que tienen ampliamente acreditado que han sido capaces de cambiar cada día de posición y de opinión. Incómoda e incomprensible, la coherencia llega a ser sospechosa. Y la integridad, misteriosa. Se ha visto tanta deslealtad entre personas y tan poca firmeza en las convicciones, tanta repetida claudicación de ideales y tan poca fidelidad a la palabra, tanta improvisación en las acciones y tan poca premeditación de sus consecuencias, tantos crímenes políticos monstruosos y tanta consideración pública a los criminales que, incluso mediando intereses materiales, ya no es posible basar la predicción del futuro en la proyección de compromisos o egoísmos presentes.
Con un espacio mayor y con la minuciosidad de tratamiento que pide el análisis de un conflicto abierto entre oligarcas, como el de la televisión de pago, tal vez sería posible hacer un buen diagnóstico de  no un pronóstico. No sólo por falta de confianza en la permanencia de las voluntades en lucha -que lo mismo hacen terminar el asunto en agua de borrajas, como en rosario de la aurora o en  es Cristo- sino sobre todo porque pienso, contra lo que se está diciendo a favor de las apariencias, que en esta guerra de las plataformas que controlan el fútbol, el ocio y la información, terminarán dominando la dimensión cultural del medio, sobre la económica y  eso favorece por de pronto, y por algún tiempo, al grupo Prisa, de mayor entidad intelectual y recreativa que su oponente, y con una posición en el mercado audiovisual que, a pesar de su origen en el privilegio, no le puede ser ahora expropiada sin cometer un atropello como el de Rumasa. Pero la razón política y el interés económico que más se acercan a lo que defendería una democracia están en la plataforma de Telefónica. Porque deja abierta la esperanza de que por su autopista puedan circular no sólo sus costosos vehículos de propaganda, como sucederá en la otra, sino también los utilitarios de la libertad y la verdad.