1976-04-16.LAVOZDGALICIA.SIN NORMATIVA LUIS CAPARROS
Publicado: 1976-04-16 · Medio: LAVOZDGALICIA
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página 182d í>e ©alíelaviernes, 16 de abril de 1976MADRID, 15. — (Crónica de FRANCISCO UMBRAL).El señor Villar Mir nos está dando una Semana Santa aciaga. Comprendo que muchas personas hayan huido en largo éxodo por las carreteras, buscando, incluso, la muerte contra una estadística de tráfico. Es que quedarse aquí supone tener que enterarse al día de las cosas que dice el señor Villar Mir.Ahora a dicho a «Blanco y Negro» que la lucha contrala inflación debe apoyarse en el pacto social. ¿Y qué entiende este señor por pactosocial? Pues unas relaciones de buena vecindad mediante las cuales él obrero aceptacaparrosEL CLIENTE¡Qué tiempos, aquellos tiempos, en los que el cliente siempre tenía razón! Ayer leía una noticia curiosa. En un barco italiano de recreo, los cruceristas, alemanes en su mayoría, se rebelaron porque el programa contratado para el viaje turístico no se cumplía y, llegado el barco a una ciudad tan visitabie al respecto como es Aca- pulco, no se dejó al pasaje bajar a tierra.La irritación parecía lógica. Pero el capitán, apoyado por la tripulación, hizo frente a la protesta y los turistas fueron apaleados y dos dirigentes de la curiosa «subversión» tuvieron que abandonar el barco como pudieron, mientras los restantes pasajeros buscaban refugio en sus camarotes.Modélico ejemplo de como no siempre el cliente recibe la razón, aunque la tenga, práctica cada vez más extendida en un mundo de relaciones comerciales donde se impone el «lo toma o lo deja» y en el que, a veces, si persuadido de tus derechos pides el famoso y tan poco usado «Libro de Reclamaciones», lo más fácil es que te den con él en la cabeza antes de dejar que allí dejes constancia de tu protesta.Todos estos supuestos se apoyan en una tendencia última al burocratismo en la relación proveedor-cliente y en el debilitamiento competitivo que ofrecen las economías liberales a través de la insustituible ley de la oferta y la demanda. Cuando ésta cesa, cuando la socialización de los productos evita la oportunidad de elección entre la clientela, el proveedor se crece y termina por desdeñar al cliente, al que no puede por menos que considerar como alguien que le está obligado, que no tiene más remedio que estarle obligado.De ahí el contrasentido que en la opción política-economía del momento supone la idea de que la democracia política no obliga también a la democracia económica. Sobre ese supuesto se ha apoyado todo el bienestar último de un Occidente democrático en el que, como había muchas cosas que vender y muchas gentes con dinero para comprar, la competencia indispensable y fundamental había hecho posible eso tan agradable de que el cliente siempre tuviera razón.Premisa que no saben lo agradable que hace la convivencia, teniendo en cuenta que todos, en mayor o menor proporción, somos siempre clientes de algo o de alguien.SIN NORMATIVAEs posible que uno se ponga pesado con eso de reclamar normas, leyes, cauces y reglamentos para organizar la convivencia. Es decir, para convertir a la democracia en algo más que en una palabra, una promesa, una entelequia.Vivir politicamente, como lo estamos haciendo, a merced de las concesiones momentáneas, de las licencias provisionales, incluso de los estados de ánimo de quienes pueden conceder o denegar, permitir o prohibir, sonreír o vociferar, es algo tan contrario a ese ideal que se llama el Estado de Derecho como para hacer justificable la insistencia recamadora de la normativa indispensable que nos permita a todos saber a lo que atenernos.A mi, por ejemplo, me parece peligrosísima paradoja —que casi tira a siniestra— que mientras están en la cárcel personas tan civilizadas, tan escasamente terroristas, como pueden ser un José Antonio Bardem, un Ramón Tamames o un García Trevija- no, otros socialistas pueden reunirse a cenar tranquilamente con el propio Vicepresidente del Gobierno para Asuntos del Interior, señor Fraga.Detrás de todo ello late ese juego entre caprichoso y arbitrario de la democracia graciable, ocasional, desreglamentada, que puede serlo todo, menos eso, menos democracia, cuyo ingrediente esencial es siempre la existencia de unas reglas de juego constitucionales que por igual exigen y por igual defienden los derechos de cada ciudadano.DIFICIL OBJETIVIDADPuntos sobre las íes del equilibrio, de . la ponderación, de la objetividad.En Francia, el país de mayor cultura literaria del mundo, el libro más vendido durante los últimos meses, con rara insistencia en este liderato, es «Archipiélago Gulag», la gran denuncia anticomunista del discutido Solzhenitsyn.Ese famoso «payaso internacional», al decir de muchos.Pero en la Rusia Soviética que el Premio Nobel denuncia, resulta que es posible que otro Nobel en desacato, Andrei Saja- rof, en unión de su esposa, se presente ante un tribunal de Justicia en plan desafiante, abofetee a un comandante y a un capitán, y aún pueda contarlo después.Todo ello sólo quiere decir, diciendo tan poco desde la distancia, que hay que poner en cuarentena todos los juicios definitivos sobre cosas que caen tan lejos y que puede ser posible, al mismo tiempo, que tanto Solzhenitsyn como los soviéticos tengan razones para ser como son, sin que desde aquí tengan mayores o menores razones para hacerlo tanto los que condenan a unos como los que condenan a otros.El platillo de la balanza de la Justicia tiene un mecanismo mucho más complicado que el que suponen y utilizan las gentes de juicios elementales y precipitados.LA VIOLENCIA, DE MODALos violentos, esos seres de moda.Dicen los sociólogos que la violencia viene fecundada por el medio ambiente, por la propia fotogenia que tiene y que la hace reiterarse como espectáculo en películas, en noticias, en novelas y en revistas.También dicen los sociólogos que ello afecta muy especialmente a los chicos, con espíritu y temperamento en fase de remodelación, pero no son chicos esos violentos que pegan bofetadas porque alguien hace comentarios cuando juegan una partida de tenis, porque le disputen un aparcamiento de coche o porque, como en el caso de la española maltratada por un médico alemán, hacen una observación simplemente molesta.La violencia ambiental pone muy sombrío el panorama y hay muchas veces, en la simple actuación ciudadana, en las que incluso el hombre más pacífico y sosegado siente como nostalgia de no ser un tipo de uno ochenta metros, experto en judo, para imponer sus razones a un contrario que nos atropella, que nos desdeña, que nos coacciona, sin otro recurso de defensa que ese tan irracional de poder pegar más fuerte.Sobre tal idea, la violencia se ofrece tristemente inevitable y de ahí que las películas del Oeste, donde el héroe es siempre el que pega mejor, el que tiene más diligencia para apretar el gatillo, el que supera la ley escrita para imponer la ley de sus sentimientos personales, está tan de meda.Los mansos de espíritu ganarán el Cielo, porque así está escrito. Pero hay que ver lo mal que lo pasan en la Tierra.ganar menos, la moderación en ei crecimiento ae sus rentas, «incluso las recibidas por razón de nuestro trabajo profesional». Una vez mas, ei señor ministro da a entender, ahora con los buenos modales que corresponden al «Blanco y Negro», que los saiunos no deben subir o deben subir muy poco, porque el señor Villar Mir sabe muy bien que las rentas que no son consecuencia de nuestro trabajo, ■ sino del trabajo de los demás, o sea las rentas del dinero, del capital, van a seguir subiendo y no han dejado de subir nunca. De modo que el pacto social de Villar Mir es el pacto de Ver gara más la rendición de Breda, el compromiso de Cuspe y el pan y tomate para que no te escapes.También afirma el ministro de Hacienda que las masas que van a la huelga están tirando piedras contra su propio tejado, con notable ignorancia de la conducta de las masas y de las huelgas, ya que, en primer lugar, los huelguistas obreros no suelen tirar piedras contra nada. (Esto de mezclar a los pobres con los gamberros y hasta con los asesinos es un viejo defecto óptico de la derecha nacional, que se hace un lío, un beneficioso lío, dando a entender al personal, a la larga, que los que piden que les suban los puntos son los mismos que piden cien millones por el rescate de un industrial) pero si el señor Villar Mir se fija bien, verá que los obreros no tiran piedras contra su propio tejado, sino que las piedras suelen tirarlas —llegado el caso- contra el tejado del señorito, porque los obreros son obscenos y sucios, pero tontos no son los obreros ,oiga.Todavía sostiene el ministro de Hacienda, en sus declaraciones, que los obreros son lamentablemente explotados por cuatro agitadoresque les arrastraran a la huelga, y que lo que quieren es alterar el orden de España. No es un orgumento de todo un ministro de Hacienda, sino que más bien parece el argumento de un pequeño industrial cerrajero que no está dispuesto a que los huelguistas le cierren la cerrajería.Nosotros diríamos que es misión de un ministro de Hacienda opinar hacendísticamente, y no políticamente, ahora que tanto se respeta eso de las jurisdicciones y tanto se qu.ere despohtizar la Administración, la Universidad y hasta la política. Lo que tiene que decirnos un ministro de Hacienda no es si entre los huelguistas hay algún rojillo. Para eso ya está la Policía. E incluso «El Alcázar». Lo que' tiene que decirnos un ministro de Hacienda es si las huelgas laborales y salariales tienen alguna justificación objetiva, si efectivamente las condiciones económicas y laborales del trabajador no son abusivas por parte de la empresa, si se puede vivir con trescientas cuarenta y cinco pesetas de salario mínimo cuando el jamón está a quinientas en la chacutería, aunque esté a doscientas cincuenta en el Instituto Nacional de Estadística, que el Instituto Nacional de Estadística, desgraciadamente, no vende jamón.Pero eso no pos lo dice nunca el señor Villar Mir. Se le plantean unas cuestiones económicas y responde con unos razonamientos políticos que no le competen, porque, por muy ministro que sea de la cosa, él no puede convencer, no ya a un proletario, sino ni siquiera a una beata que va a por churros a la salida de misa, de que los churros no han subido una barbaridad, mientras que la pensión de clases pasivas de la beata no ha subido nada, que todos los de clases pasivas están en un grito y a mí me escriben cartas a diario.El señor Villar Mir debiera ponerse un capuchón, para pasar inadvertido, y enrolarse en cualquier pi~oce- sión que pase en ese momento delante del Ministerio, que siempre pasa alguna.