2003-11-06.LA RAZON.SIN FUNDAMENTO UNITARIO AGT

Publicado: 2003-11-06 · Medio: LA RAZON

Ver texto extraído
SIN FUNDAMENTO UNITARIO 
LA RAZÓN. JUEVES 6 DE NOVIEMBRE DE 2003
ANTONIO GARCÇIA TREVIJANO 
Si el todo es anterior a la parte, como en los continentes geográficos, afirmar que somos europeos antes que españoles expresa la misma solidaridad que la de ser solares antes que terráqueos. La cosmología, como la geopolítica, no marca un destino a seguir, en la era global, en tanto que europeos. Si el todo es un conjunto de partes con cualidad distinta a la de sus componentes, como las máquinas, los europeos no seremos tales sin integrarnos o conformarnos en una totalidad europea. La suma de unidades estatales, método de la UE, no genera la voluntad de constituirla como Estado cualitativamente diferente. 
   Si el todo está en cada parte, como en las personas, la personalidad distinta de Europa tampoco emergerá de los materiales nacionales existentes, portadores de inhumanidad a la política y de inconsciencia planetaria a la economía. Sólo la podría engendrar una formalización democrática de la política que los transforme sustancialmente, en función de las necesidades globales de la humanidad, ante la imposibilidad de que ésta sobreviva con el aumento de la población y la conducta antiecológica de los Estados industrializados. Conducta incorregible sin una nueva dimensión espiritual que inmoralice, por suicida, la política internacional de hegemonías del viejo espíritu europeo. Lo que tuvo justificación vital en el pasado, el presente lo hace mortal. 
   Es la contradicción de los europeístas. Quieren hacer algo nuevo, la UE, con lo viejo del espíritu europeo (equilibrio de Estados y neutralización de hegemonías nacionales), cuya precariedad respecto de las ambiciones nacionalistas llevó a dos guerras mundiales. Afortunadamente, la misma causa no producirá el mismo efecto en una economía europea integrada. Pero dejará de producir, en la política mundial, el humanismo que podría esperarse de la irrupción de la democracia en una nueva potencia política. 
   Las antiguas ideologías acabaron su función en Europa. La liberal, una ficción aristocrática de la cruda realidad, crea contestación planetaria a la globalización del mercado. La socialista, una ilusión igualitaria, no mueve a las masas tras la experiencia del socialismo real. La socialdemócrata, un liberalismo con mala conciencia, sólo sirve para sostener partidos estatales que crean apariencias de alternancias en el gobierno. Y la nacionalista, devenida miserable egoísmo de Estado, se refugia en el valor absoluto de la seguridad nacional, para destruir otras esperanzas de seguridad cultural, disfrazándose con demagogias antirracistas, control de zonas estratégicas y diálogos imposibles entre civilizaciones opuestas. 
   La Europa de la UE sigue siendo decimonónica. Se parece demasiado a las realizaciones de las ideas sansimonianas y románticas que franquearon la economía europea desde 1848 a 1879 (fin del Zollverein prusiano), bajo la inspiración de Cobden, Chevalier y el propio Bismarck (los Monnet, Schumann y Adenauer de aquella época). Se parece no sólo en la reducciones aduaneras, salvo en Rusia. Las revoluciones del 48 trajeron el internacionalismo de la conciencia de clase, la tecnocracia reductora de las distancias (tren, canales entre mares, telégrafo) y la instrumentación legal de los Tratados para obviar la oposición interior de los cuerpos legislativos a las liberaciones de los mercados. 
   Las organizaciones políticas obedecen a otro tipo de totalidad. Un todo potencial permitió la Constitución de los EE UU, con tan sólo trece Estados, bajo la síntesis del principio federativo con el democrático. Es el todo de Husserl: conjunto de partes envueltas en una «fundamentación unitaria» sin auxilio de otras partes potenciales. Toda parte está conectada así, por fundamentación, con las demás que puedan y quieran integrarse. La Constitución de la UE carece de fundamentación unitaria. No se basa en un principio federal-democrático, sino en pactos de intereses.