2020-12-23.LA VERDAD.SEPARACION DE PODERES PASCUAL GARCIA
Publicado: 2020-12-23 · Medio: LA VERDAD
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Separación de poderes ALGO QUE DECIR Al adolescente que recibió aquellas luminosas lecciones de 'liberté, égalité y fraternité' le repugnan estos tejemanejes PASCUAL GARCÍA Miércoles, 23 diciembre 2020, 00:29 Más que ruido de sables al viejo uso hemos tenido en estos días ecos de antiguos y nefandos bombardeos, de pasadas y oxidadas reyertas que uno ya creía relegadas en el confín de la memoria. Me parece triste, soez y bárbaro todo aquello que vaya contra nuestro cuerpo de leyes, tal vez porque yo pertenezco a una generación que vivió en primera línea las mejores lecciones de democracia, quizás porque todo estaba empezando y era nuevo, y creíamos en la letra y en el espíritu de la recién estrenada Constitución. Nosotros también éramos más ingenuos y abrazamos con pasión el nuevo espíritu de la revolución francesa, mientras la estudiábamos en las aulas. Todo aquello nos parecía racional y lógico, justo, igualitario y libre. De entonces data, asimismo, la figura legal de la irresponsabilidad del monarca que no puede ser juzgado como al resto de sus súbditos, y no me pregunten más, porque ignoro la causa metafísica de este hecho. El caso es que alguien de muy elevada posición se ha dejado llevar por las pasiones de la carne en los últimos años y ha dilapidado nuestros millones sin traste ni conciencia. Y me temo que no se puede hacer nada. PUBLICIDAD Pongamos por caso la separación de poderes. De la añeja monarquía absoluta aquellos valientes visionarios galos de 1789 habían obtenido con un enorme sacrificio, pero también con muchos libros, enciclopedias, periódicos y constantes debates la certeza de que la soberanía popular debía residir, como su nombre indica, en el el propio pueblo, y que este debía ejercer ese cometido con la fuerza de su voto, eso que terminó llamándose sufragio universal, pero asimismo que cada poder quedaba obligado naturalmente a permanecer separado de las influencias de los otros dos, lo que garantizaba su imparcialidad y su eficacia. El legislativo redactaba las leyes, el judicial dirimía su cumplimiento en cada caso y el ejecutivo obligaba a respetarlas por igual a todo el mundo. Nosotros éramos más ingenuos y abrazamos con pasión el nuevo espíritu de la revolución francesa Y no, no es papel mojado, no puede ser papel mojado, porque de este infortunio nace la corrupción y la vileza política, la perversión de los poderes y el mal ejemplo de los gobernantes que, por desgracia, cunde entre el pueblo llano. Cierto es que nos las hemos ido tragando bien gordas en las últimas décadas, quizás porque alguna cosa no se redactó del modo adecuado en la Carta Magna, como ha indicado muchas veces Antonio García Trevijano, autor al que deberíamos leer más a menudo, y tal vez, como sucede en estos casos, darle un buen repaso. Pero lo que no me parece digno ni serio es que de una manera constante estemos corrigiendo a los jueces, dudando de sus sentencias, despreciando su trabajo y poniendo en duda su imparcialidad. Al adolescente que recibió aquellas luminosas lecciones de 'liberté, égalité y fraternité' le repugnan estos tejemanejes y este descaro político de mal gusto. Y para colmo, en la más estricta y cazurra tradición levantisca española, cuya caspa ensangrentada no hemos logrado aún limpiarnos del todo, llegan estas voces ultramontanas y nos amenazan en un chat cualquiera con fusilarnos a la mitad de los españoles, a los que nos denominan hijos de puta. Dicen que no se trata del ejército legal y que no lo representan, y eso me consuela en parte, pero la amenaza y el insulto no tienen ni puta gracia, por utilizar su nivel léxico, y todos recordamos estos avisos nefastos y premonitorios de otras épocas críticas. Insisto en la separación de poderes de nuestra democracia y no me cabe la menor duda de que se abrirá una investigación, como ha ocurrido tantas veces, y se dictarán sentencias condenatorias, que deberemos acatar y respetar, como haremos también con las que han vinculado a los protagonistas del proces catalán, a algún miembro de la Casa Real, a un buen puñado de políticos y a cualquiera que haya atentado contra nuestras leyes, sea quien sea y esté en el puesto que esté. Y no, créanme, no peco de ingenuo.