1996-12-10.ELMUNDO.SEÑOR PRESIDENTE UMBRAL

Publicado: 1996-12-10 · Medio: ELMUNDO

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SEÑOR PRESIDENTE
EL MUNDO. 10-12-1996
FRANCISCO UMBRAL
http://fundacionfranciscoumbral.es/articulo.php?id=3525
El señor Aznar ha aprovechado el día de la futbolera para filtrar la información de una Ley de Gobierno que consagra el presidencialismo y concentra el poder de decisión en el presidente y no en el Gobierno. El Consejo de Ministros estudiará esto el viernes. Digamos que en cierto modo se veía venir. Y se veía venir porque Aznar, pese a su fama de buen jefe autoritario, ha comprobado que el equipo se le va de las manos. No es sólo que el PP sea un partido de aluvión, con franquistas, demócratas, neoliberales, socialcentristas, autonomistas y por ahí, sino que la ministra Esperanza Aguirre se va a Méjico a reñir a los aztecas porque no inventaron la rueda y el vicepresidente Alvarez Cascos dice que la huelga de mañana «no aumentará la sensibilidad del Gobierno», lo cual es no saber expresarse o bien asegundarse en lo que ya sabíamos: que el Gobierno no tiene sensibilidad. Entre una huelga general, sindical, funcionarial, y una pasada de la OTAN por la cresta de la ola nacional, Aznar se queda siempre de perfil, como si estuviera viendo un pádel. Entonces ha decidido remediar su debilidad concentrando poderes, cuando en realidad lo que concentra es caos. Al Gobierno le quita poder y a los secretarios de Estado les quita Gobierno. No es un acto de ambición, sino de crispación. Aznar confía más en sus limitaciones que en las extralimitaciones de sus ministros/as. Si esto se aprueba el viernes, vamos a tomar la rarísima figura de una monarquía presidencialista o a la inversa. Lo que pasa, en el fondo, es que éstos no creen para nada en la democracia. Los ministros funcionan como señores feudales y el presidente va a funcionar como un dictador con la corona de Juan Carlos, el hermetismo de Franco y los secretarios de Estado forrándole todo el rato las pelotas del pádel. Adolfo Suárez hubiera querido para sí esos poderes absolutos (que él de ninguna manera podía ni quería tomar) para controlar con su muñeca dura y flexible un partido también de aluvión, que no le dejaba gobernar, como le pasa a éste. Felipe González hubo un momento en que empezó a funcionar por su cuenta y a algunos de sus ministros sólo los conocía de copas. El presidencialismo, pues, se viene gestando en España desde hace tiempo, y no es precisamente el presidencialismo abierto y progresista que propone García Trevijano, sino una suerte de caudillismo civil, de franquismo de chaqueta, que tiende a carismatizar al líder o a blindarle, como dice Martín Prieto. Todo esto, aparte de que no garantiza una buena gobernación, tiene el peligro inminente e importante de que nos va alejando de la democracia y su utopía de los setenta, cuando teníamos eso, una democracia por hacer y una Constitución por aprender. La malicia de González y ahora la incapacidad de Aznar, mucho más grave, van arrimando el Gobierno a las tablas, convirtiéndonos en una democracia cuatrienal en la que votamos listas cerradas, señores televisuales y programas que sólo son eslóganes. Ya se sabe que un eslogan no hay que cumplirlo. Basta con que alegre las tapias y traseras de la ciudad. Uno presentía que llegaríamos a esto, pero no tan pronto. La derechona, que desprecia la democracia porque la ignora, o a la viceversa, quiere llevarnos a un presidencialismo caudillista para el que ni siquiera tenemos caudillo. El neoliberalismo clintoniano está devastando el país, de la minería a la enseñanza (los estudiantes también preparan su cirio), y de la cultura a la proletarización de las clases medias. Nos queda la Corona, el Parlamento y «Lo que necesitas es amor».