2004-01-08.LA RAZON.REBELDES CON CAUSA AGT
Publicado: 2004-01-08 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES 22 16 16 LA RAZÓN LA RAZÓN LA RAZÓN SÁBADO, 20 - IV - 2002 SÁBADO, 20 - IV - 2002 JUEVES, 8 - I - 2004 REBELDES CON CAUSA PREMIOS SUCIOS OTRAS RAZONES independencia. El anarquismo acuñó en tiempos de revolu- ción social una rebel- día romántica que, para no permanecer en la esterilidad de la utopía, atentaba con- tra máquinas y hom- bres de Estado. La condición pos- tmoderna, el imperio de la mendacidad y la falacia en la opinión pública, en los partidos y en los sistema políticos, abre la vía a un nuevo tipo de rebeldía con causa. La de los hechos contra la nigromancia, la del cono- cimiento contra la ignorancia, la de la dig- nidad personal contra la bajeza colectiva, la de la independencia del espíritu creador contra el conformismo de los hábitos cultu- rales, la de los modos genuinos de vivir la autenticidad contra las modas de las con- venciones decadentes, la de la entereza de las convicciones contra la volubilidad de las opiniones, la de la confianza en sí mismo contra las muletas de las subvenciones. En definitiva, la rebeldía de la verdad contra la mentira. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO N obel y su ca- pitalismo fi- lantrópico y sonriente aparecen ca- da año con su lotería de grandes premios a presuntos grandes hombres y mujeres. El poder concede di- nero al mérito cientí- fico, literario o huma- nístico. El capital se torna benévolo y abandona, por un momento, su habitual co- profilia. ¿Se referían a Nobel los camaradas de Telford Bax que vaticinaban la moraliza- ción del capital en la sociedad del futuro? ¿Preveían las hermosas ceremonias en que reyes y sabios mezclados, pero no revueltos, ofrecían sus mejores sonrisas y mensajes a una opinión pública asombrada? Aunque en ocasiones las ceremonias se asemejen a ese coro de hombres y demonios del que salir es una aventura infame pero hermosa, aun- que a veces se premie a personas que debie- ran sentarse en el banquillo de los más re- probables acusados o a pobres diablos plagiarios de la gloria de otros. O no se pre- mie a genios que, como Strindberg, Pérez Galdós, Valle-Inclán, Pío Baroja y tantos otros, no cayeron bien a los respectivos ju- UNA INSENSATA CAMARILLA L a llegada de Zapatero al liderazgo so- cialista levantó expectativas y sus pri- meros pasos esperanzas. La actual ca- marilla que dirige el PSOE y la delirante deriva de sus últimas propuestas causan es- panto. La insensatez se ha apoderado de ellos. En una enloquecida huida hacia el abis- mo nos proponen, camuflados en esloganes retóricos, la barbaridad de 17 tribunales su- premos, 17 ministros de interior y 17 agen- cias tributarias. Como no tenemos bastante con el desafío separatista de radicalismo na- cionalista a estos aprendices de brujo sólo se les ocurre echarle gasolina al fuego, multi- plicar por 17 el disparate y pregonar que es así como se arregla. Con ellos, con su irres- ponsable proceder, con sus temerarias ocu- rrencias, con su jugueteo enloquecido con la unidad de España, la izquierda política cami- na a una hecatombe electoral. Pero menos mal que camina hacia ahí. Porque es necesaria su derrota y su cambio inmediato por dirigentes que posean un mínimo de responsabilidad, de sentido común y de pru- dencia. Dirigentes de verdad, en y por la iz- quierda, con sentido del Estado y con raíz en las necesidades populares. Pues lo que llena ya de pavor es que esta insensata camarilla pudiera, pactando con todo el que se deje sin importar un solo principio ni otro fin que el poder, gobernar a España. ¡Quién me iba a decir que iba a echar de menos a González! AAnnttoonniioo PPÉÉRREEZZ HHEENNAARREESS REBOREDO Y SAÑUDO L a Naturaleza produce no re- animales beldes. La conformi- dad de la querencia con la sapiencia sur- gió, como sentimien- to moral, en los ma- míferos superiores. Una moralidad más vigorosa que la racio- nal porque, estando libre de prejuicios, es in- defectiblemente sincera. La moral de cada especie animal descansa en la fiabilidad de sus percepciones sensoriales. La primera ac- titud de rebeldía nació cuando el perceptor de relaciones entre hechos físicos se enfren- tó a la tribu de ilusionistas que las estable- cía por nigromancia. La adecuación del es- píritu observador a la percepción fiable de la materia observada produce la rebelión de la sabiduría contra la brujería. La inteligencia social comenzó con el re- conocimiento instintivo de lo semejante. Pe- ro lo semejante puede ser hostil o benéfico y carecemos de criterio objetivo para saber- lo de antemano. Por ello, las religiones pre- dicaron el amor al prójimo y las tribus más fuertes, la guerra preventiva. Entre estas dos exageraciones, adivinamos la bondad o mal- dad de los otros de modo muy tosco: inferi- mos la mente ajena por analogía con la nuestra y deducimos la amistad o enemistad dramatizando nuestra imaginación. La in- terpretación del carácter sólo está al alcan- ce de observadores tan finos como cazado- res y tan intuitivos como amantes. Para no proyectar el presente sobre el pa- sado, los historiadores investigan la menta- lidad de los pueblos sin inferirla de la pro- pia. La mentalidad de la Transición me es ajena. Si nada de lo humano me deja indife- rente (Terencio), no veo ni siento a los es- pañoles como mi prójimo, pues unos mis- mos hechos le afectan de modo siempre diferente y, muchas veces, opuesto al mío. Tan ajenos y lejanos me son los pactos de reparto de los consensos de entonces como los de ahora, la corrupción política como la telebasura, la Constitución como la Monar- quía, el separatismo vasco-catalán como el nacionalismo español, las listas de partido como los votantes de derechas o izquierdas, los criterios del mérito social como los de la fama intelectual o artística. No me habitúo a que el sistema sea anti- democrático y las costumbres indecorosas, ni a que la justicia formal deje la jurispru- dencia sin incorporar la equidad de la justi- cia material. El tiempo borra las fechorías, pero la maldad de las instituciones no pres- cribe. Si la instauración monárquica era lo mejor que se podía hacer a la muerte de Franco, ¿por qué tiene necesidad de legiti- marse con mentiras?, ¿por qué no confiesa que trae su causa del mismo pacto que en- gendró la corrupción y el desarrollo del se- paratismo? Si no se puede ser rebelde por naturaleza, en mi caso tampoco puedo serlo por condi- ción social o frustración profesional. Cuan- do la alta burguesía no es conservadora por tradición y convicción, sólo puede acceder a una conciencia oportunista, es decir, a la posición social más contraria a la de rebel- día. Literatos y poetas han descrito la rebel- día social del nihilista y la rebeldía sin cau- sa del temperamento juvenil ansioso de rados o carecieron de las necesarias relacio- nes públicas. Alfred Nobel no estableció más que esta condi- ción. Los premios de- bían destinarse a quie- nes hubiesen aportado los mayores benefi- cios a la humanidad. Sin más. El filántropo invirtió su enorme herencia en «valores seguros», constituyendo un fon- do cuyos intereses serían distribuidos cada año en premios. La expresión «valores se- guros» equivalía, a comienzos del pasado si- glo, a acciones, préstamos e hipotecas sobre bienes inmuebles. Pero la renta de tales in- versiones iba a la baja. Hubo que renovarse para operar en el mundo de las finanzas des- pués de la I Guerra Mundial. Pero los esta- tutos de la Fundación prohibían determina- das inversiones, precisamente las más rentables. A partir de 1950, el Gobierno sue- co autorizó instrumentos modernos de ges- tión financiera para mantener el fulgor de los premios, la retribución de los distintos comités y el pago de la gran fiesta anual. Las inversiones especulativas y la venta de armas comenzaron a engrasar la dotación del Nobel. Las violaciones de la prohibición internacional de vender armas a países que violan derechos humanos o están compro- metidos en conflictos bélicos se pusieron a la orden del día. La fábrica Bofors –un em- porio de fabricación de armas– es testimo- nio vivo y ruin de esta realidad. Pero los miembros de la Fundación no se amilanan. Cuando se les habla de la falta de ética que ello supone responden tranquilamente que no existe contradicción alguna en invertir en industrias armamentísticas y defender al mismo tiempo la paz. Telford Bax tenía toda la razón. Moralizar el capital es más difícil que regenerar una cuadrilla de malhechores. Cuando la ganancia es adecuada el capital adquiere el dinamismo de los titanes. Cuan- do alcance el 200%, es capaz de obtenerlo aunque le espere la sombra del patíbulo. Pe- ro nunca le espera. Cuando cada 10 de di- ciembre se acercan los premiados, con la máxima elegancia de que son capaces, ves- tidos de pingüinos, a recoger su galardón ninguno de ellos pensará en que el dinero ya no es sólo «el dinero de la dinamita», como dijo Strindgber, sino también el de la sangre de alguna guerra entre países pobres o con- tra países pobres o entre tribus hambrientas. ¿Resonarán en el corazón de los premiados el eco de gritos de dolor de los moribundos, las víctimas torturadas y los ancianos asesi- nados? ¿O es que la falta de espíritu públi- co y sensibilidad privada hará incombusti- bles las pasiones de poder, codicia y placer? ¿Qué podía hacer la Fundación Nobel allí donde el dinero es rey? Especular y enri- quecerse con la sangre asesinada. Parece una nueva confirmación de lo que dijo Sha- kespeare en su Timón de Atenas: «Cuando los bribones ricos tienen necesidad de los bribones pobres, éstos pueden imponer a los primeros el mayor precio posible». ¿Y si no se trata de bribones, ricos o pobres, sino de negociantes e intelectuales ganados por la pasión de conmemorar, olvidar y parecer in- genuos? JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO