2004-03-18.LA RAZON.RAZÓN DE LA DERROTA AGT
Publicado: 2004-03-18 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES 34 LA RAZÓN JUEVES, 18 - III - 2004 OTRAS RAZONES RAZÓN DE LA DERROTA EN HONOR DE LA REBELIÓN L os gobernantes raramente comprenden por qué los goberna- dos los eligen o aban- donan. La política pertenece al mundo de los sentimientos irracionales. De no ser así sería incomprensi- ble que personas nor- males se comporten como huérfanos acu- diendo a las urnas en busca de paternidades a las que afiliarse durante cuatro años. Pero de vez en cuando un sobresalto impone racio- nalidad emocional a las masas de electores. Los cambios de partido gobernante no se producen entonces por las virtudes del gana- dor ni por el fracaso en la gestión estatal del perdedor. Las crisis políticas de origen emo- cional las resuelve, como en los cambios de pareja, un deseo irrefrenable de sinceridad. La conmoción de Atocha despertó en las masas un ansia de sinceridad, en la identifi- cación de los criminales, como la sentida por los familiares de las víctimas de la masacre. El dolor eleva la capacidad de percepción de la verdad más allá de los límites que bastan a la veracidad. Ésta es compatible con el au- toengaño de la probabilidad, aunque no lo sea con la mentira. Cuanto más dolorido es- taba el elector, mejor percibió que el Go- bierno quería engañarse a sí mismo con la autoría de ETA porque eso era lo que le con- venía, porque su pasión de rentabilizar el cri- men era superior a la de justicia. Pero la ver- dad, que en circunstancias normales suele ser intrascendente, ahora ha sido decisiva. El Gobierno de Aznar perdió las eleccio- nes cuando su ministro Acebes, sin ocultar los datos que delataban el terrorismo islámi- co, siguió insistiendo en la probabilidad de ETA. El Gobierno, la televisión pública y la gran mayoría de los comentaristas incurrie- ron en un vicio más nefasto que el de men- tir. Quisieron ser veraces en lugar de verda- deros, cuando la pista infalible de los versículos del Corán descartaba por comple- to a ETA. La pasión de engañarse nubló to- das las percepciones del sentido común. Y si el conocimiento público de la verdad hubie- ra llegado a los españoles cuando se hizo evidente a la opinión mundial, el PSOE ha- bría obtenido con holgura la mayoría abso- luta. El PP obtiene dos millones de votos más de los que hubiera logrado sin retrasar el co- nocimiento público de la verdad. Y el PSOE llega por segunda vez al poder de la misma manera que en la primera. Entonces lo aupó la falta de sinceridad, ante el 23 F, del go- bierno salido directamente de las filas fran- quistas, ahora la falta de verdad, ante el 11- M, de un gobierno nacionalista español obsesionado con el nacionalismo vasco. El PSOE no ha vencido por sus méritos, sino por el demérito de la herencia franquista. El protagonismo de Aznar en la guerra de Iraq habría dejado al PP sin mayoría abso- luta, pero no ha sido la causa de la derrota electoral de Rajoy. Desde el final de la gue- rra civil el pueblo español está habituado a vivir con la mentira permanente de los go- bernantes. Ignora que con la verdad se con- vive mejor y prefiere la hipocresía al cinis- mo. Pero en momentos de gran miedo, asco o sufrimiento, siente la necesidad de cono- cer la causa de su ansiedad. Quiso saber por qué Suárez dimitió para no ser un parén- tesis entre dos dicta- duras, y eligió a Gon- zález para suprimir el peligro imaginario de un golpe militar. Qui- so saber quién era res- ponsable de los GAL y la corrupción, y eli- gió a Aznar para que lo denunciara a la justicia e instalara la de- cencia. Ahora quiere eliminar la causa del te- rrorismo islámico en España, y llama a Za- patero. La irresponsabilidad del empeño de Az- nar en ETA nos ha dejado inermes, junto con toda Europa, frente a la inmediatez de otro atentado del terrorismo islámico. Si se hu- biera producido en estos tres días de infamia acusadora, el odio europeo al Gobierno es- pañol sólo lo habría superado la aversión ha- cia el terrorismo. Tan pequeño hombre es el que quiere la guerra para hacerse grande co- mo el que intenta rentabilizar una gran tra- gedia terrorista para evitar que su pequeñez se ponga al descubierto. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO Las cuatro pasio- nes del poder en todo su esplen- dor. La de corromper y corromperse es la más clásica. Siempre es así. La proclividad de todo poder hacia la corrup- ción es imparable. Sólo un control meticuloso hace improbable, jamás inevitable, que esa inclinación se consuma. Un obstáculo surge inmediatamente. La capacidad del poder para pactar con todos sus controlado- res. Por liberarse del control integrándolo en su propio círculo. Como no hay profetas armados, las denuncias son fácilmente doblegables. El ninguneo, la persecución, la difamación, la tor- tura, la condena y la cárcel desarman y desvi- ven a cualquier profeta. Incluso a cualquier re- belde. El movimiento más puro de la rebelión es su condena y su muerte. Dice Camus que «el honor de la rebelión está en no calcular». Todo es así más sencillo para el poder, maestro en cálculo e indignidad. Si el poder es absoluto y las minorías poco más que emulativas, si el po- der lo es casi todo y lo que le falta para serlo to- do son ridículas briznas que desean, pese a to- do, convertirse en poder, éste espermatorrea de IGNACIANA Aveces, los acontecimientos se agolpan, y entonces los periodistas ya ni sabemos qué titular escoger entre todos los posi- bles Y es que salimos, todos, de pasar los cinco días más tremendos que hayamos vivido en más de medio siglo –sí, peores que lo de los aboga- dos de Atocha y el 23-F– y queda como un res- coldo de viento de locura soplando en nuestros cerebros. Por eso algunos inventan no sé qué golpe de Estado y otros responden, todo a lomos del SMS, que la victoria electoral se ha edificado sobre los dictados del terrorismo. Puras exage- raciones que, claro, recogen encantados en al- gunos periódicos extranjeros. Pienso que debe- ríamos seguir la máxima ignaciana, y en tiempo de crisis no hacer mudanza, o hacer la menor mudanza posible, dejar que las cosas se asienten según su orden natural y respetar la dignidad –con cuantas equivocaciones quieran ustedes achacarles– de los vencidos. Y, por supuesto, dar oportunidad –con todas las prevenciones íntimas que les parezcan– para que los ven- cedores puedan poner en marcha los planes a los que les da derecho su triunfo en las urnas. Sosiéguense, pues, que diría el de Loyola, los ánimos encrespados, en la calle y en no pocos medios de comunicación, pues no hay para tan- to como parece por el ruido en los siempre in- quietos cenáculos y mentideros del bullicioso Madrid. Ya lo decía el inolvidable Pío Cabani- llas senior: ahora, lo urgente es esperar. Y ver có- mo son los primeros pasos de los nuevos que lle- gan, con aires de cambio posiblemente necesario, pero a su cadencia y en su estricta me- dida. Por cierto, ¿tiene Zapatero vara de medir? FFeerrnnaannddoo JJÁÁUURREEGGUUII REBOREDO Y SAÑUDO impunidad y satisfac- ción. Hace lo que quie- re, destruye el país que dice salvar de sus ene- migos, rompe su equili- brio, su estabilidad, sus canales más delicados de supervivencia y con- vivencia. Declara la guerra contra su propia opinión pública. Intro- duce al país que dice amar en la mierda com- pacta de lupanares sin término y colabora en el asesinato colectivo de gentes que nunca fueron enemigas, jamás adversarias, siempre humil- des, jamás imperiales. Provoca así odios inex- tinguibles, venganzas terribles, aversiones ho- rrendas. Los antiguos amigos, viejos amigos del sol que a nuestra tierra vinieron, afilan cuchi- llos olvidados que sólo iban directamente hacia el corazón del Satán imperial. El poder también intimida. Necesita crear miedo para sobrevivir y potenciarse. Miedo po- lítico, miedo social, miedo económico. Practica el terror desde el Estado mismo, su más pre- ciado instrumento de dominación. La razón de Estado se convierte en la única razón. Seduce y corrompe al amigo, persigue al enemigo (que lo es porque discrepa o porque quiere distinta concepción del Estado o porque está harto de humillaciones sistemáticas y gratuitas) y con- vierte el reino de la impudicia en el arte de go- bernar. Al mismo tiempo que aterra, dice que el terrorismo es nuestro máximo enemigo. Convoca el terror y lo convierte en su oposición más indeseable. Sin su terrorismo, el terroris- mo no existiría. Viviría como terrorismo episó- dico, sin arraigo social ni ideología. Sólo el te- rrorismo de Estado crea el terrorismo contra el Estado. Nada hay más seductor que el poder. Provoca adulaciones y servilismo sin cuento. Toda corte es la corte de Dios. Los claros cla- rines del cortejo, el oro y el hierro del cortejo, el vivo reflejo de las espadas del cortejo, la glo- ria, la ambrosía, el paraíso que habita al este del Edén. El Dios deseante y deseado. El poder se hace imagen de todo lo divino. Asesinando to- do lo humano, todo lo divino emerge más es- plendente. La sangre del pueblo iraquí enjoya la corona del poder y el poder de la corona. Es la sangre asesinada de los niños de Babilonia, de los hombres y mujeres de Mesopotamia. Pe- ro el poder también entontece. Hace de cual- quier intelecto mediano una exhibición de oli- gofrenia. El poder hace del sabio, necio. Del intelectual, guacarnaco y cacalibris. De la gen- te sensata, prodigio de irracionalidad. Se pre- sume que está bien guarnecido pero está des- nudo. Es como una maldición de Luzbel. Tonto fuiste en definitiva y mucho más tonto te has hecho. Las cuatro pasiones del poder conver- gieron en los aznarianos. Han destrozado el po- der y la justicia de nuestra convivencia. Han convocado sobre la pobre gente pobre del co- rredor de Henares toda la cólera, la rabia y la venganza de los musulmanes asesinados en Mesopotamia y Babilonia. Han convertido a los adversarios en enemigos. En criminales a discrepantes legítimos. En delincuentes a pa- triotas de otras patrias distintas a la única e in- divisible de los aznares y rajoys. Para los que vienen, dos consejos. El primero es de Sancho. «Llaneza, muchacho, no te encumbres que to- da afectación es mala». El segundo, de su se- ñor: «No es bueno que los hombres justos se conviertan en verdugos de otros hombres». JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO