1977-11-24.REPORTER 27.PROPONER SOLUCIONES AGT
Publicado: 1977-11-24 · Medio: REPORTER 27
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PROPONER SOLUCIONES REPORTER 27. 24 NOVIEMBRE 1977 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO En defecto de una acción política libre, de orden colectivo, el pensamiento trata de ordenarse en virtud de referencias al pasado o escapa al reino de la utopía. Para evitar estos peligros, la sinceridad intelectual tiende a refugiarse en el terreno exclusivo de la crítica. Pero la función crítica del pensamiento, separada de una acción transformadora de la realidad, conduce al escepticismo, es decir, a una actitud que refuerza la consolidación de lo que se critica. Solo la proposición de soluciones alternativas, las propuestas de construcción de un nuevo orden en la realidad, pueden, convertidas en acción, transformarla. Hoy el estado de la opinión ha cambiado. Ya ha terminado la ingenua ilusión de los que confiaban en "gradualismo" liberal y en las elecciones «cuanto antes» para entrar, sin más, en la democracia. También ha terminado la ilusión de quienes pusieron en los partidos de la izquierda convencional toda la esperanza de liberación. Mientras duraron estas ilusiones, lo oportuno y constructivo fue ayudar a destruirlas. Mis análisis políticos tuvieron este propósito. Hablar de la inutilidad del Parlamento, como órgano de control del poder, cuando todos decían lo contrario. Hablar de que no había ninguna posibilidad de involución o de «golpe de Estado», cuando todos hablaban del peligro de "desestabilización". Hablar del "fetichismo del Pacto", que domina a la clase política, tres meses antes del Pacto de la Moncloa. Hablar de la "constitución del silencio", cuando todos esperaban un debate público sobre los trabajos de la ponencia constitucional. Hablar de la «frustración política» de las masas meses antes de que comenzaran las primeras manifestaciones populares y huelgas reivindicativas contra el Pacto de la Moncloa. No quiero decir que, con este cambio en el estado de la opinión, la función crítica haya terminado. Pero si que ha de manifestarse de un modo más positivo. En lugar de denunciar hay que proponer. Solo cambia quien construye. La crítica destructiva no destruye nada, salvo la voluntad de cambiar. La crítica política, para ser positiva, tiene que adecuarse al estado de la opinión. Y lo que hoy reclama la opinión no es que se le diga lo que ya sabe, es decir, que la clave política, del gobierno y de la oposición, ha puesto por delante su interés personal o de partido al interés histórico del país. Lo urgente ahora es proponer soluciones, buscar la salida de una situación que se volverá peligrosísima para las libertades si no acertamos todos a enlazar las instituciones de la futura democracia con los intereses materiales de la economía y con el desarrollo orgánico de las clases industriales. En esta perspectiva conviene tener la cautela de saber que una propuesta teórica, por muy justa que sea, no se conviene en acción por el hecho de que sea bien recibida por la opinión pública. Entre la idea y la opinión se sitúan los intereses de las organizaciones políticas. Hasta ahora hemos comprobado que los partidos políticos han seguido a la opinión, formada por los aparatos ideológicos del franquismo, en lugar de enfrentarse a ella para transformarla. Por ello hemos tenido reforma y no ruptura democrática. Pero la vocación democrática de los partidos de izquierda es mucho más profunda que tus oportunismos. Si la opinión mayoritaria de los ciudadanos fuese claramente democrática, estos mismos partidos estarían propugnando la alternativa democrática en el Estado. Por esta razón, las propuestas concretas de soluciones democráticas para los grandes problemas que hoy nos atenazan en la crisis moral y económica no irán dirigidas a la clase política, sino a la opinión pública. Es ella la que puede cambiar a la clase dirigente y no o la inversa. Con este propósito publicare en REPORTER otra serie de artículos bajo el lema de "La alternativa democrática". La idea matriz será siempre la misma Alternativa industrial frente a la alternativa financiera que está desarrollando la Restauración. Régimen presidencialista frente al sistema pseudoparlamentario de la Reforma. Cultura de productividad frente a la moral especulativa de la enseñanza y de la información. Racionalidad y modernidad frente a los mecanismos reproductores de la inercia del pasado. Unidad de las clases sociales dominadas, obreros y burgueses, frente al utopismo de la ultraizquierda. Ruptura de la unidad entre el capital financiero y el capital industrial, frente al utopismo de los firmantes del pacto social de la Moncloa. Sindicalismo de empresa frente al sindicalismo por ramas de industria, que hoy siguen las centrales democráticas. Alternativa europea frente a la alternativa norteamericana. En tres materias fundamentales, económica, cultural, e institucional, se ha de concretar la realización de la alternativa democrática. Pero, en ausencia de un movimiento revolucionario, el valor de las cuestiones institucionales es realmente excepcional. Depende de la existencia de unas instituciones estatales adecuadas que la práctica de los partidos y de la vida política conduzca o no a la democracia. No se trata de una cuestión de gustos, sino de necesidades históricas. Estoy convencido de que el sistema parlamentario, en España, será el peor enemigo de las libertades y de la democracia. Como estoy igualmente convencido de que el presidencialismo democrático es la respuesta institucional adecuada a la exigencia de un nuevo orden democrático de producción económica y de representación política, que conquiste y profundice las libertades y el ámbito de aplicación de la práctica democrática. Los partidos de izquierda, sin haber realizado ninguna aportación intelectual en este terreno desde hace cien años, siguen confundiendo sistema parlamentario y régimen representativo. Consideran al moderno sistema presidencialista en el que se elige al presidente del Gobierno, o al jefe de Estado, por sufragio universal, como una institución autoritaria que solo conviene a la derecha. No han aprendido las duras réplicas de la historia, ni las enseñanzas que para la izquierda ha traído la V República francesa. Me propongo demostrar, en sucesivos análisis, que la solución progresista, la que conviene a las clases dominadas, la única que puede conducir a la unidad de la izquierda, y a la instauración de la democracia industrial es el presidencialismo democrático.