1995-04-10.EL MUNDO.PRIMAVERA POLÍTICA AGT
Publicado: 1995-04-10 · Medio: EL MUNDO
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PRIMAVERA POLÍTICA EL MUNDO. LUNES 10 DE ABRIL DE 1995 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO LA primavera no brilla en las polvorientas alpargatas de los campesinos del sur ni en las húmedas botas de los pescadores del norte. Pero sí brilla, como en el verso de Verlaine, en las zapatillas caseras de los futuros alcaldes. Flor electoral en los páramos municipales de la inmundicia gubernamental. Retozando en las pajizas praderas de una ciudad que la ignora, la juventud ensimismada ha orlado de figuras y colores simpáticos la triste marcha de los hombres de campo y de mar, desahuciados del agua y de los peces. Abandonados de Dios, no hacen procesiones de rogativas al cielo despiadado. Las minorías desesperadas acuden periódicamente a la urbe donde habitan los dioses estatales del dispendio. Piden agua para las tierras del sur y peces para los mares del norte. ¿Por qué no? Todo se puede obtener de Madrid, incluso la pródiga ruina de España, con tal de que se pida desde Maastricht o Barcelona. Pero aún no han comprendido cómo se logra lo inverosímil en la corte de los milagros. El secreto de las transacciones, no la manifestación pública de las necesidades, es condición del éxito de las demandas. Y la española es la más íntima de las combinaciones de poder. La practican media docena de jefes políticos. Las libertades públicas, como flores de primavera desparramadas en fango oscuro, adornan la sordidez de un poder corrompido hasta la médula. Las manifestaciones públicas provocan desprecio o terror en la clase política, según la representatividad de los participantes. No es congruente, y nadie lo pretende, oponer una democracia de las manifestaciones en la calle a la democracia de los votos en las urnas. Pero sin la marcha de las mujeres sobre Versalles, la Asamblea no habría obtenido del Rey la firma de la Declaración de Derechos Ciudadanos. Ni Mussolini la dictadura sin la marcha sobre Roma. Las manifestaciones públicas son para el conocimiento del estado de la sociedad civil lo que el resultado electoral para el de la sociedad política. Y sin embargo, el derecho de manifestación aún conserva las limitaciones constitucionales que unos gobernantes asustados impusieron a los ciudadanos al término de poderosos se protegen del pueblo con la prohibición de manifestarse en las cercanías de la sede parlamentaria. Una marcha de campesinos sedientos o de pescadores sin peces no puede alterar, por la condición minoritaria del sector que representan, la base social donde se apoya un Gobierno meramente consentido. Una manifestación de envergadura nacional contra la corrupción, la incompetencia y la imprevisión del Estado de partidos, podría poner fin en pocas horas al régimen de poder que las fomenta. Una manifestación de esta categoría política sólo podría ser convocada, en ausencia de una alternativa organizada al régimen corrompido de la partitocracia, por los medios de comunicación, por los jueces y fiscales, por los estudiantes y por los jóvenes en paro. No se puede esperar nada de los que esperan todo de un retorno de la derecha neofranquista. Ni de los aparatos de los sindicatos o de los partidos de izquierda. Porque no conciben que pueda existir otra forma civilizada de poder, otra forma de gobierno que realice la democracia, fuera del Estado de partidos que los financia, donde viven instalados como profesionales de una burocracia sindical y política. La inevitable crisis final de este régimen pseudoparlamentario y pseudopresidencial, de este sistema de poder no representativo de la sociedad civil ni de los electores, de esta forma gubernamental de la impotencia civil, les cogerá en mantillas como en Italia. No importa que sea el año próximo o en el dos mil. Encerrados a cal y canto en el mundo de las listas electorales, en el de las cuotas de reparto de poderes subalternos y en la fábrica de frases tópicas, tan cortas de palabras como de pensamiento, no pueden sentir las bocanadas de libertad con que la rosa de los vientos democráticos anuncia la primavera política.