1995-01-16.EL MUNDO.PEOR QUE EL CRIMEN AGT

Publicado: 1995-01-16 · Medio: EL MUNDO

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PEOR QUE EL CRIMEN
EL MUNDO. LUNES 16 DE ENERO DE 1995
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
DESDE cualquier punto de vista que se mire y en toda ocasión o circunstancia que se considere, no se puede encontrar crimen de mayor perversión que el de los «servidores del Estado». Ninguna otra patología criminal merece mayor reprobación social porque ninguna conducta humana, salvo la guerra civil, puede infligir tanto daño moral a la sociedad como el crimen de Estado y el delito de gobernantes y funcionarios. Además del perjuicio económico inherente a sus elevadas cuantías, y del ingente número de víctimas afectadas, que son los contribuyentes, el delito de corrupción socava la base cultural del sistema de producción, subvierte las reglas de la competencia en el mercado y consagra la supremacía de la discriminación del orden mafioso sobre la previsión del orden legal. La corrupción política ha sido señal, causa y sostén de los gobiernos despóticos. Sin ser más inmoral que otros países, en España se generaliza porque una causa constitucional desliza al sistema político por la pendiente de la defraudación general. Todo el que ha reflexionado sobre la delincuencia política sabe que la causa constituyente de la corrupción está en la ausencia de control del poder, que es la esencia definitoria del Estado de partidos. 
Pero más grave que la corrupción económica de los gobernantes es el asesinato por razones de Estado. Y mucho más aún cuando adopta la siniestra modalidad de terrorismo de Estado. Si es que pueden establecerse gradaciones morales en la cooperación necesaria al terrorismo estatal, el último nivel de la degradación humana no lo ocuparía el funcionario o mercenario que ejecuta, con la víctima, la orden recibida. Ni tampoco el inmediato superior que les transmite el mandato y el plan asesino. A medida que sube la jerarquía en la asociación criminal, el grado de humanidad va descendiendo hasta llegar a una última piltrafa que, por horror a identificarla con un semejante de carne y hueso, se le llama X. No es un azar que se haya popularizado la X como eufemismo sin misterio. Los chistes sobre el tema no buscan su gracia en la inesperada identificación del jefe del crimen, sino en la hilarante negación de la evidencia jerárquica. La verdad negada durante los años transcurridos desde los primeros atentados ha podido estallar en dos corrientes de repugnancia o de comprensión, porque el cinismo patentado con Roldán y Rubio hace verosímil, por chocante que sea, a la mismísima evidencia. 
El crimen de los gobernantes siempre es un error político. Sólo se puede atribuir al cinismo de una época la idea, que se repite desde el famoso asesinato ordenado por Napoleón, de que fue peor el error que el crimen. No hay, ni puede haber nada peor que el crimen de Estado. A no ser el aplauso de ese tipo de crimen. La degradación de una sociedad impotente para expulsar del Estado a los responsables de la corrupción y de los GAL toma formas paradójicas de venganza inconsciente. Una de ellas es el chiste. La otra está comenzando a manifestarse de forma escalofriante. ¿Cuál es la reacción instintiva del espectador ante el entusiasta recibimiento que han dispensado miles de jóvenes valencianos al jefe del Gobierno? Esa es la esencia del fascismo. Masas que adoran, a través de un caudillo, la acción directa, la violencia instalada en el Estado. ¿Cuál es la asociación espontánea que se produce al escuchar las palabras de condena del terrorismo de ETA pronunciadas por el ministro de Justicia con ocasión del último atentado? Esa es la esencia de la falsedad política convertida en criterio moral. Sólo hay algo peor que el crimen de Estado, peor que los criminales de Estado: el aplauso social al símbolo carnal del crimen político: de la corrupción y del terrorismo de funcionarios. Lo que vemos hoy en los gobernantes de Cataluña y la juventud socialista valenciana no es mera apología del delito. Es salario del crimen y delirio fascista. Ideología del delito político.