2001-02-16.LA RAZON.PASIONES GREGORIO ROBLES

Publicado: 2001-02-16 · Medio: LA RAZON

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OPINIÓN
OPINIÓN

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LA RAZÓN
LA RAZÓN
VIERNES, 16 - II - 2001
VIERNES, 16 - II - 2001

PASIONES

OTRAS RAZONES

EL RETORNO DE LOS SABOYA
E l 2 de junio de

A ntonio  Gar-

cía  Trevija-
no,  compa-
ñero  columnista  y
alma de esta sección
llamada  «Otras  Ra-
zones», acaba de pu-
blicar un libro titula-
do  «Pasiones  de
servidumbre».  Está
escrito, como todo lo
que él hace, con verdadera pasión, con en-
cendido entusiasmo. Uno podrá estar de
acuerdo o no con Trevijano, pero en ningún
caso su compañía aburre. Lo mismo suce-
de con este libro, que sumerge al lector en
las aguas profundas de nuestra actual alma
colectiva. Tengo que decir que son pocas
las tesis que comparto de lo que en él que-
da escrito, pero también que me he pasado
unos buenos ratos leyéndolo. Tiene la fres-
cura de lo que sale de dentro, la profundi-
dad de quien piensa desde sí mismo, la lo-
zanía que da la independencia de criterio,
y el estilo rápido y contundente, como un
rayo que ilumina el horizonte. Trevijano es
rupturista, no viene a traer la paz sino la es-
pada,  que  blande  contra  las  conciencias
burguesas y bienpensantes, entre las cuales,
probablemente, me encuentro. No puedo
sino recomendar este libro a quien quiera
navegar por las aguas procelosas de la in-
certidumbre, a quien quiera cuestionarse el
mundo en el que ahora mismo está vivien-
do. Libros así, que destrozan el tópico, que
abren la ventana al aire fresco de la maña-
na, no sólo hay que leerlos, sino incluso es-
tudiarlos y debatirlos con más gente. 

Si se me pidiera una definición de su gé-
nero, diría que se trata de un ensayo de psi-
cología social con buenas inyecciones de
ciencia política. Trevijano nos ofrece una
radiografía psicológica de la sociedad es-
pañola que surge a partir de la Transición.
Su objetivo es desentrañar nuestra biogra-
fía colectiva en sus más íntimos resortes.
Por eso emplea tanto el término «pasión»,
una palabra, por otro lado de la que hoy se
abusa en el lenguaje corriente. Así, no es
infrecuente oír decir, por ejemplo, que al-
guien tiene la «pasión de la lectura», cuan-
do lo que se quiere decir es que se tiene la
«afición» de leer. No es éste, desde luego,
el sentido que otorga Trevijano al vocablo,
sino que enlaza con su significación más
clásica de tendencias o impulsos a los que
los humanos nos vemos sometidos. Pero, a
diferencia  del  tratamiento  escolástico  y
también de los filósofos de la Edad Moder-
na (Hobbes y otros), que pretendieron dar
una imagen permanente de los componen-
tes de la naturaleza humana, lo que busca
Trevijano, es investigar la expresión con-
creta del cambio de sentimientos y de cos-
tumbres de nuestra época más reciente. Y,
al hacerlo, adopta un «enfoque político»
(página 7), pues subraya que el «factor po-
lítico» ha sido el agente determinante de los
cambios sociales y psíquicos en el período
estudiado. A mí esta tesis me parece exa-
gerada. No puede negarse que el cambio de
la atmósfera política influye en la sensibi-
lidad y en las costumbres; pero creo, más
bien, que tanto aquélla como éstas tienen
su raíz en la sociedad misma, y no tanto en
la  «superestructura»  política.  Los  ingre-
dientes esenciales de una sociedad no cam-
bian de la noche a la mañana por el hecho

de que cambie su ré-
gimen político, espe-
cialmente si el tránsi-
to no es traumático.
Es  más:  otra  de  las
tesis básicas de Tre-
vijano,  la  de  que  la
actual Monarquía no
es sino una prolonga-
ción del franquismo
que se ha transforma-
do en una oligarquía de partidos, entraría
en  colisión  con  la  idea  básica  señalada.
Pues si el sistema político no ha cambiado
con la Transición, al haberse producido la
mera sucesión de una oligarquía por otra,
¿cómo es posible que el factor político sea
el determinante o el más decisivo en la con-
figuración de las actuales «pasiones de ser-
vidumbre»? ¿Cómo pueden cambiar éstas
cuando la política es continuista? Me temo
que  es  más  que  probable  que  Trevijano
conteste a mi objeción diciendo que me in-
cluye entre las dos pasiones propias de los
intelectuales y que él analiza en las páginas
106  y  siguientes:  la  «pasión  de  parecer
idiota» y la «pasión de parecer ingenuo».
Yo le agradecería que tuviera «compasión»
y se conformara con incluirme en la última,
aunque tengo que confesar que siempre me
ha acuciado la sospecha de tener, además,
algo de la primera. 

Gregorio ROBLES

1946  se  cele-
bró  en  Italia
un referéndum por el
que se prescindió de
la Monarquía y se op-
tó  por  la  República.
El resultado fue muy
ajustado. 12.718.641
votos 
favor,
a 
10.718.502 en contra
y 1.000.000 nulos, que incluso sumados a los
de los perdedores no hubiesen alterado el ve-
redicto. Porque no de otra forma –veredicto–
cabe juzgar la repulsa de quienes considera-
ron que el respaldo de la Institución durante
más de dos décadas al régimen fascista de
Mussolini –de 1922 a 1943– era incompati-
ble con el resurgir de la democracia en Euro-
pa occidental –a excepción de la España de
Franco y el Portugal de Salazar–. Se argüirá
que la opinión, en esos comicios, estuvo ca-
si igualada, pero en buena doctrina democrá-
tica la mayoría más uno es la que decide. Vis-
to con la perspectiva de medio siglo, cabe
aventurar  una  hipótesis  sin  mayor  funda-
mento científico: es muy posible que quienes
votaron a favor de la continuidad de los Sa-
boya tuvieron presente que en 1871 lograron
la tardía unidad de Italia, y que quienes lo hi-
cieron en contra dieran un voto de castigo a
la colaboración dinástica con una dictadura
que consiguió, sí, que los trenes llegasen pun-
tualmente a su destino, pero que, además de

ETA Y EL EJÉRCITO ZAPATISTA
E l ministro del Interior ha realizado

los «zapatistas» es un asunto del que se ha
hablado desde que la organización del sub-
comantante Marcos empezó su particular
«revolución». Terroristas españoles habrían
participado en el adiestramiento de este gru-
po. 

unas interesantes declaraciones a la
revista mexicana «Siempre» en las
que habla de la posible relación entre Eta y
el Ejército Zapatista. «Nosotros nunca des-
cartamos la relación de Eta con los grupos
revolucionarios. Es más, al final siempre hay
algún tipo de conexión que se descubre un
poco más tarde de lo necesario y de lo debi-
do. Pero siempre, cuando hay un grupo de
extrema radicalidad y Eta está próxima, es
que  hay  un  tipo  de  contacto»,  dijo  Jaime
Mayor Oreja.

Amigos  mexicanos  de  Juan Bravo co-
mentan que la posible relación de Eta con

Asimismo, recuerdan que en México se
esconden todavía unos 100 etarras y que las
autoridades aztecas han investigado la posi-
ble relación de algunos de estos individuos
con secuestros de empresarios que tuvieron
que pagar importantes cantidades de dinero
como rescate.

Juan BRAVO

REBOREDO Y SAÑUDO

la pérdida de las liber-
tades y de la promul-
gación de leyes antise-
mitas, sumió al país en
el  desastre  de  la  Se-
gunda  Guerra  Mun-
dial,  en  una  alianza
históricamente contra
natura con Alemania,
dominada, encima, por
un  tipo  como  Hitler.
No me atrevería a afirmarlo, pero es muy po-
sible, también, que entre los doce millones y
pico de italianos que condenaron a los Sabo-
ya por su identificación con el fascismo se
contasen muchos ex colaboradores del régi-
men caído que quisieran hacerse perdonar an-
te sí mismos el entusiasmo con que a lo lar-
go de veinte años se desgañitaron aclamando
al llamado Duce. Don Juan de Borbón le
confesó a Víctor Salmador que a finales de
los años cuarenta se acercaron por Estoril al-
gunos generales a ponerse a mis órdenes
cuando Franco les había quitado el mando. Y
algunos ministros cuando Franco les había
dejado cesantes. Resultaba amargo y hasta
sentía vergüenza de ellos. El ser humano es, a
veces, una rata miserable y rastrera.Si las je-
rarquías de un sistema, aquí o en Italia, ac-
túan de esa forma, imagínese cómo lo harán
los jefecillos y los burócratas que han de ha-
cerse perdonar el haber estado agarrados a las
ubres del poder, aunque fuesen unas ubres
paupérrimas. Sea como sea, los Saboya fue-
ron expulsados de su país sin pena ni gloria.
Humberto II ha sido, posiblemente, uno de
los reyes más efímeros de toda la historia.
Nacido en 1904, hijo de Víctor Manuel III y
de Elena de Montenegro, ostentó como here-
dero de la Corona el título de Príncipe de Pia-
monte; en 1930 se casó con María José de
Bélgica, que no ocultaba sus antipatías por el
régimen fascista, y el 5 de junio de 1944, al
día siguiente de la liberación de Roma por las
tropas aliadas, su padre, que prudentemente
se exilió a Alejandría, le confió la lugarte-
nencia general del Reino; tras su abdicación,
Humberto II reinó desde el 9 de mayo al 13
de junio de 1946, en que partió de Italia rum-
bo a Portugal. Pocos meses después, su mujer
se residenció primero en Suiza, después en
México –veinte años en Cuernavaca– y fi-
nalmente otra vez en Suiza. Sobre Humber-
to II y María José un experto en dinastías,
Juan Balansó, ha escrito que su unión física
había sido un desastre, pues se trataba de una
imposible unión del hielo y el fuego.Ahora,
con motivo del fallecimiento de la ex Reina,
el posible retorno de los Saboya a Italia vuel-
ve a ser noticia –una disposición transitoria
de la Constitución de 1947 prohíbe que el es
Rey, muerto en 1983, o sus herederos varo-
nes pisen suelo italiano–. El regreso de los
Saboya, si se produce, me parece justo por-
que los hijos no son responsables de los pe-
cados de sus padres, y si el pueblo italiano
decidiese recuperar, democráticamente, la
Institución, no habría nada que oponer. Pero
hacia 1948 algunos salesianos de Barcelona
explicaban que, según una profecía de Don
Bosco, su fundador, la Dinastía de los Sabo-
ya, como castigo por la anexión de los Esta-
dos Pontificios, no sobreviviría en el trono
más allá de la cuarta generación. A veces
ciertos visionarios, acierten o no, ayudan a no
perder las ilusiones. 

Rafael BORRÀS