2001-01-27.LA RAZON.PASIONES DE SERVIDUMBRE MARTIN MIGUEL RUBIO
Publicado: 2001-01-27 · Medio: LA RAZON
Ver texto extraído
OPINIÓN 24 LA RAZÓN SÁBADO, 27 - I - 2001 PASIONES DE SERVIDUMBRE OTRAS RAZONES DE LITERATURA, FIERAS Y RINCONES E l animal, por L a aparición es- pectral del Rey Hamlet ante su hijo perturbó la apa- rente felicidad del ale- gre Reino de Dina- marca, al hacer aflorar la verdadera naturale- za criminal del Estado sobre la costra de la mentira oficial. Incita- do por el Ghost of King Hamlet, el joven prín- cipe y piadoso hijo intentará restaurar las co- sas en el adecuado orden moral; objetivo éste que sólo se podrá conseguir con la destrucción de la dinastía. Del mismo modo, el último li- bro de Antonio García Trevijano, Pasiones de Sevidumbre, que saldrá al mercado en los pró- ximos días, igual que el vaporoso y asesina- do Rey Hamlet, nos desvela las brutales trans- gresiones morales sobre las que se asienta este régimen político. Ninguna autenticidad moral puede haber en el crepidomo de este Estado gótico, en el que descubrimos la brutalidad de su verdadera realidad en acciones como el GAL, las torturas y vejaciones casi sistemáti- cas que sufren los presos en las cárceles del Reino, y la corrupción financiera. La verdad es que este desvelamiento de los oscuros sótanos del alma pública, en donde se nutren las raíces pasionales de la partido- cracia reinante, nos llega a asustar y casi a ate- rrar. Pongamos algunos ejemplos. El Estado de las Autonomías parece repetir el Estado de los virreinatos de América, que todo el mun- do sabe cómo acabaron. De la decrepitud de nuestro ánimo nacional viene la patología de la obediencia pasional. La pasión de inmora- lidad proviene de una «civilización de nego- cios» que ha llevado a la política las reglas amorales de los negocios. Como sucede en el culto a los muertos, recordar el día del re- frendo de nuestra Constitución exige olvidar los signos de enfermedad y fealdad moral que marcaron su gestación y nacimiento, y los abusos que permite a los poderosos. La pa- sión del olvido hace túrpidamente putativas a las generaciones que la padecen. Y lo que pa- recía privilegio de la legión extranjera, la im- punidad del pasado, ha sido convertido por el genio transitivo de los españoles en principio general de su convivencia pacífica. Hemos aprendido, con la libertad dentro de los mu- ros y la falta de libertad fuera de ellos, que to- do el pueblo puede hacer de su locura moral una norma, y de la edificación política obra- da de arriba a abajo, un manicomio nacional para albergar a la muchedumbre de locos por decreto. Los pueblos largo tiempo oprimidos, por la naturaleza represiva de una dictadura, se consideran liberados cuando pasan a estar solamente comprimidos, por la esencia coac- tiva de un consenso entre los órganos consti- tuyentes del Estado. La disidencia debe exi- gir respeto cívico o castigo, que es otra forma de respetar el honor de las ideas y de la con- secuencia moral mediante su represión vio- lenta, pero jamás tolerancia, que es la repug- nante virtud de los amos para con sus súbditos. Los jóvenes que han nacido bajo es- te régimen son escépticos de sentimiento y vulgares de entendimiento. Lo que produce verdadero espanto no es el crimen de los cri- minales políticos, pues esa corrupción la evi- taría la separación de los poderes estatales. Lo deprimente está en el apoyo mediático de las oligarquías editoriales al cinismo de los go- biernos generadores de arbitrariedad y co- rrupción en el mundo financiero y la lealtad o fidelidad de los vo- tantes a los partidos del crimen o a los de su perdón. Nuestros partidos son órganos representativos del Es- tado, y no de la socie- dad. La transición es- pañola pudo vencer, con la mentira parlanchina, la verdad de los hechos históricos y, con el incesante fraude de las palabras, la realidad de los ideales que anteriormente dieron vida a la oposición de- mocrática a la dictadura. No caen en desuso las palabras porque sean crudas o fuertes, sino porque son sentimentales. Y el lenguaje de la transición «neutraliza el corazón». Pero no sólo el maestro García-Trevijano, como el nuevo Ghost of King Hamlet, nos señala las pasiones innobles que constituyen las emo- ciones que cimientan el régimen, sino tam- bién aquellas pasiones nobles que han de ga- rantizar en el futuro la libertad política, y a ello dedica el capítulo tercero de su obra. Es- ta vez, como un nuevo Nehemías, se dedica a tapar las brechas que las pasiones de servi- dumbre han abierto en la muralla de la liber- tad. ¿Hará revivir esta obra las piedras ya cal- cinadas de entre los montones del escombro? Martín-Miguel RUBIO ESTEBAN pacífico que sea, cuando se ve acosado, ataca. Y, entonces, quien antes le ignoraba o perse- guía, se muestra asombrado, protesta. Diversas son las for- mas de la censura or- denada de nuestro tiempo: el silencio la más común de ellas. El grupo de presión mediático, en su pre- potencia, sólo se ocupa de atacar al contra- rio. Es una lucha de intereses por imprimir el monopolio absoluto y reinar así con el viejo lema de «ay de los vencidos». El mercado censura, relega al ostracismo a quienes le critican y no tiene piedad para el borrado de la foto de familia. Desde ha- ce lustros se sabe que la mayor parte de los grandes premios literarios están amañados, que la crítica obedece a los imperativos de quienes controlan el poder económico en los medios en que el crítico oficia, que las editoriales sólo se preocupan ya de obtener beneficios y no es la opinión del lector li- terario la que cuenta, sino la del responsa- ble comercial. Se saben demasiadas cosas, de las que uno lleva décadas escribiendo. Pero la mentira se ampara en el someti- miento y el miedo y la autocensura amor- dazan a gran parte de los escritores. Por PORQUE SÍ Y PORQUE ES ASÍ YA ESTÁ EL COCHINO AVIADO O mejor dicho, hecho trizas, en manos de las mondongueras. Porque como cada año, desde hace 27, por febrero y marzo, se inician hoy en El Burgo de Osma , en medio de la fiesta y del jolgorio, las Jorna- das Rito-Gastronómicas de la Matanza, de la que han sido pregoneros desde Camilo José Cela y Manuel Fraga a Luis del Olmo. Una de las más enjundiosas pitanzas que se conocen por estos reinos, con el puerco como protago- nista, que es, como bien se sabe, animal de mu- cho provecho en grandes necesidades. Dicen por la vieja Castilla que cuarenta sabores –go- losos y exquisitos– tiene el cerdo, y todos buenos. Tal vez por eso es la ma- tanza mesa a la que se va a comer con ganas. A co- mer, que es el más fiel de los placeres. El últi- mo en abandonarnos. Porque cuando ya todos (o casi todos) nos han dicho adiós, a nadie se le niega la dicha del bien yantar. Y así, otro año, como es de ley, fiel a la bondad del puerco, ha- ce matanza el Virrey. Jesús FONSECA REBOREDO Y SAÑUDO eso, cuando la fiera, aunque sea en su cu- bil, ataca, los impolu- tos caballeros y da- mas del orden piden no diálogo, sino cen- sura. Son los mismos que durante años glo- saban y se hacían cru- ces y levantaban cru- zadas en defensa de los papeles clandestinos que se publicaban en los viejos países socialistas. Aquéllos eran héroes, éstos proscritos. Los mismos que hablan de libertad, bienestar, y cierran los ojos ante los miles de muertos inmi- grantes que buscan el paraíso que les ofre- cen quienes condenarán a millones de se- res humanos, con su silencio y buenas maneras, a la explotación de los antiguos esclavos que ya no embarcan en buques negreros sino que han de hipotecar su fu- turo para pagar sus pasajes y acceder así al expolio y la explotación. No estoy de acuerdo con muchos de los juicios literarios que emite La Fiera Litera- ria.Por eso salgo en defensa de su existen- cia. Porque siempre ha combatido la paz de los cementerios o la política o literatura co- rrecta. Sería el último en meter en el mis- mo saco a Miguel Delibes y Maruja Torres. Muchos otros ejemplos podría aducir. No se trata de juzgar según simpatías o antipatías personales, compromisos políti- cos o escuelas literarias: se trata de dar a la literatura, no toda naturalmente la que por tal se hace pasar, lo que ésta nos ofrece co- mo lectores desprejuiciados. Y si el grupo Prisa potencia a sus auto- res o silencia a quienes no le son afines, el grupo El Mundo realiza idénticas opera- ciones, a la inversa tal vez, con quienes le interesa. Por otra parte, la crítica pienso que debe ser no sólo de denuncia, sino también de afirmación, teniendo en cuenta que todo juicio es subjetivo y está sujeto a las leyes del tiempo. Todo dogmatismo me parece peligroso. La Fiera es necesaria. Y mientras menos dependiente, amiguista, circunscrita a cla- nes de cualquier índole aparezca, lo será más. Es necesaria como lo ha sido el artí- culo de Juan Goytisolo en El País (¿su adiós definitivo del medio?). Nuestra lite- ratura en particular, y la cultura en general, atraviesan una degradación que pueden lle- varlas al caos abismal. Porque estamos en los umbrales de la corrupción absoluta del editor, el escritor y el lector. Más peligro- sa todavía que la corrupción, de la desapa- rición, al modo que desaparecen viejas li- brerías, de su suplantación por falsas y monumentales superficies comerciales, donde los nuevos editores, escribidores y lectores encuentran su razón de ser. Y ante eso el grito, los gritos, son necesarios. Mu- chos notamos la presión asfixiante que la mercantilización y la falta de libertad –li- bertad es siempre respetar la opinión del contrario– imponen. Por eso, ábranse mil cubiles, salten al debate las fieras que no quieren ser aplas- tadas por la sumisión al pensamiento úni- co. Esto no tiene nada que ver con Mao. Esto es apostar, aquí y ahora, por la dife- rencia y la libertad. Andrés SOREL