2001-09-27.LA RAZON.O CON EE UU O CON LOS TERRORISTAS AGT
Publicado: 2001-09-27 · Medio: LA RAZON
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RUINA SOBRE RUINA OPINIÓN 26 LA RAZÓN JUEVES, 27 - IX - 2001 OTRAS RAZONES O CON EE UU O CON LOS TERRORISTAS E l presidente Bush ha planteado a las naciones del mundo una alternati- va irreal. No como dilema lógico, pues no contiene un silo- gismo «cornutus», donde elijas lo que elijas resultarás em- pitonado por uno de los dos cuernos. Ni EE UU es alternativa al terrorismo ni el terrorismo una alternativa a EE UU. La frase está compuesta como proposición disyuntiva de índole excluyente: «o con nosotros o con los terroristas». La elec- ción de uno de los términos excluye al otro. Pero no hay libertad de elección en- tre objetos de presentación emotiva, cuando uno de ellos se afirma como va- lor absoluto (hermoso, verdadero y bue- no) por contraste con el disvalor total que representa el otro (feo, falso y malo). Es- te maniqueísmo permite al presidente Bush rentabilizar el dolor injusto, identi- ficándolo con EE UU, lo cual es legíti- mo, a la vez que presentar a su nación, dignificada por el dolor, como lo incon- dicionado e incondicionable, pues toda razón o interés que la condicionara esta- ría con el terrorismo, lo cual es lógica- mente absurdo, moralmente ilegítimo y políticamente incorrecto. objetivos militares. Estados Unidos son hoy una entidad dignitativa, y como tal, digna de compa- sión solidaria de to- do el mundo con su dolor. Como víctima de un complot inter- nacional, le asiste un claro derecho de gentes a capturar, con ayuda de todas las naciones, a los sospechosos con indicios racionales de culpabilidad; y un derecho positivo a entregarlos a la justicia del lu- gar donde se cometió el horrendo cri- men, para que sean juzgados con publi- cidad, y con las garantías procesales que los terroristas no concedieron a las per- sonas que han ejecutado sin darles la gracia extrema de saber por qué morían. Estamos en «tiempos que ponen a prueba las almas viriles», como el autor de «Sentido común», Thomas Paine, susu- rró a Washington en la noche de navidad de 1776. Y ahora mismo, ante el holo- causto de 11 de septiembre de 2001, sólo se le plantea al mundo una disyuntiva co- herente y decorosa: o con la civilización o con la barbarie. El terrorismo es bar- barie. La represalia, en lugar de la justi- cia, también. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO N o se ha escu- chado en contra de los planes bélicos de USA ni la voz del se- cretario general de la ONU. Más allá de ambiguas generalida- des, Kofi Annan pa- rece un espectador más del enorme pro- yecto de venganza que USA perfila paso a paso. Ni un solo país alza su voz en contra de la violencia. Sólo algunas matizaciones, tibios llamamientos a la moderación y la proporcionalidad, como si existiese un de- recho a la represalia al margen del Derecho internacional, de la Carta de NN UU y de los pactos y convenciones que establecen el mínimo ético de una respuesta civiliza- da a la agresión padecida. Como si el do- lor y la muerte causados en la horrible fe- lonía del once de septiembre debieran ser respondidos con mayor rabia, odio y sufri- miento. Parecía que los insistentes llama- mientos del Papa a favor de la justicia, la paz, la negociación y el diálogo, rechazan- do el recurso a las armas, podían compen- sar silencios tan indignos como el de Kofi Annan. Pero no. Una vez más, la diploma- cia vaticana sustituye a la ética. El Papa condena el odio, el fanatismo, el terroris- mo y la violencia pero inmediatamente, junto a él, casi en la silla de al lado, su por- DIOSES DE LA IRA S i Dios existe espero que no sea el que proclaman ciertos hombres. Si son sus portavoces unos clérigos con turbante que llaman a la matanza o unos curas con boi- na que esconden pistolas en los sagrarios, no habrá mayor cinismo que desearse la paz en sus templos. Si es Jerusalén su más sagrado símbolo no hay mejor prueba en la historia de que su corazón es violento y su fe el pretexto de la masacre. ¿O es que hay ciudad en el mundo más martirizada por los seguidores de los tres únicos dioses verdaderos? Suenan los tambores de guerra sobre el mundo y el nom- bre de Dios no se invoca en vano. Los suicidas asesinos del integrismo islámico gritan el suyo y no perdonan vida alguna, ni siquiera la pro- pia. La más fanática y me- dieval de las doctrinas, la vuelta al hierro y la tiniebla, se apodera de un mundo y lleva al otro el terror de la agresión más brutal de que mi generación tiene memo- ria. Y enfrente el César Bush, que puede por una vez enarbolar la ban- dera de la justicia y de la ley, enarbola la de la venganza. Dios es propiedad privada de «su» América y le pide la bendición para sus legio- nes. Tan sólo falta ya que se aparezca el após- tol Santiago en un caballo blanco. AAnnttoonniioo PPÉÉRREEZZ HHEENNAARREESS REBOREDO Y SAÑUDO En el contexto donde Bush plantea es- ta endiosada disyuntiva, los «países y re- giones» del mundo se encuentran en la alternativa siguiente: «o están con (todo lo que haga) EE UU por razón del 11 de septiembre, o están con los terroristas». Digo endiosada porque sólo Dios, como único ser incondicionado, nos impone la disyuntiva de elegir sin condiciones en- tre el Bien y el Mal, que Él mismo crea para hacer posible y meritoria de premio o castigo la elección. Un juego de Dios con los hombres, pues también les da la conciencia de la imposibilidad de elegir el mal en tanto que mal. Un juego de Bush con las naciones, pues sabe que ha- ga lo que haga por causa del 11 de sep- tiembre, ninguna elegirá el terrorismo co- mo alternativa al Imperio. Los asesores intelectuales del discurso de Bush ignoran la «filosofía de lo con- dicionado» del escocés Hamilton, que tanto influyó en la valoración del sentido común en los EE UU, hasta que fue des- plazada por el utilitarismo. Lo incondi- cionado tiene la entidad de lo infinito. La justicia infinita es corolario de lo incon- dicionado. Y así como Renouvier refutó lo infinito por ser aniquilador de la per- sona, Hamilton consideró imposible de pensar lo incondicionado porque pensar es esencialmente condicionar. No poner límites o condiciones a la justicia infinita de los EE UU, adherirse a ella con soli- daridad política y moral, como han hecho Blair y Aznar, equivale a no pensar. Ni en la cantidad y calidad de las represalias ni en sus consecuencias. España asume de este modo incondicional, y de antemano, responsabilidades de alcance desconoci- do. En contraste con el palurdo atolon- dramiento español, la Unión Europea ha condicionado su apoyo moral y logístico a la previa definición y selección de los tavoz Navarro Valls invoca el derecho de autodefensa aunque «los mecanismos que uno escoja sean agre- sivos y conduzcan a la muerte». El porta- voz vaticano llega a más. «Muchas veces es más prudente ac- tuar inmediatamente que permanecer pasivo... El Papa no es un pacifista pues en el nombre de la paz se han cometido algunas horribles injusti- cias». ¿Y en el nombre de la guerra, de la venganza, del odio y la injusticia? ¿Es más prudente destruir, asolar y asesinar? Como decía el poeta haitiano: «Tres veces cantó el gallo/ Pedro no traicionó/ se hizo diplo- mático». De nuevo la sucia connivencia del altar y el trono. La ética de la responsabili- dad vuelve a ser nuevamente la ética de los mercaderes. ¿Quién iba, si no, a bendecir aviones, cañones, misiles y demás máqui- nas de muerte? ¿Cómo una cruzada sin cruz y sin el dios hecho a la medida de la hazaña? La violencia sólo alimentará el ci- clo de la violencia. Es esencial que se ha- ga justicia, pero es igualmente vital que la justicia no se confunda con la venganza. De lo contrario, serán más atroces el mie- do, la ansiedad, la miseria y la desesperan- za que padecemos y que está en la base mismo de la violencia y la crueldad de unos y otros. Mientras Annan y el Papa se inclinan ante el poder, Mandela, Tutu y De Clerk proclaman: «El terrorismo se coloca por encima y fuera de la ley; nuestros pa- sos para combatirlo deben mantenerse me- ticulosamente dentro de las leyes interna- cionales... Las decisiones que se tomen no deben profundizar la tensión y la duda que afligen al mundo, pues es en esas circuns- tancias cuando el terrorismo encuentra tie- rra fértil para su propagación». La fertilidad es incuestionable. Tanto, que la vieja opción entre «civilización o barbarie» pierde cualquier significado. Una barbarie u otra. Uno u otro terrorismo. Las iniciativas legales que se están gestando en USA y otros países para incrementar los poderes policiales a costa de las garantías jurídicas, es decir, para «globalizar» el es- tado de excepción o emergencia, sitúa otra vez la seguridad pública por encima de la seguridad jurídica. Como si los principios, los límites y las garantías fuesen caldo de cultivo del terrorismo. Como si el Estado democrático de Derecho fuese un estorbo para luchar contra el terrorismo. Como si la razón jurídica fomentase el crimen orga- nizado. Estamos viviendo un espectáculo impúdico y bastardo. Como en el «Ange- lus Novus» del cuadro de Klee, el pasado acumula sin cesar ruina sobre ruina, pero el cúmulo de ruinas sube al cielo y le suce- de en la tierra una enorme tempestad des- tructora que desciende del paraíso. Walter Benjamin dice que esta tempestad «es lo que llamamos progreso». Ahora ya no es «justicia infinita», sino «libertad duradera». Como ha dicho el afgano Tamin Ansary, «las nuevas bombas sólo caerán sobre los escombros dejados por las anteriores bom- bas». Y la sangre caerá sobre todos nos- otros como una lluvia sucia. JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO