1994-11-28.EL MUNDO.NO HAY RUPTURISTAS AGT
Publicado: 1994-11-28 · Medio: EL MUNDO
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NO HAY RUPTURISTAS EL MUNDO. LUNES 28 DE NOVIEMBRE DE 1994 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO PESE a las sustanciales coincidencias de los análisis políticos de Cebrián («El viaje a ninguna parte») y de Pedro J. Ramírez («¿Hará Aznar la segunda transición?»), no existe en la realidad social la coartada de que se valen ambos periodistas para poner frenos (El País) o alas (El MUNDO) a la fórmula de gobierno Aznar. Los principales periódicos nacionales, salvo ABC, están complicando la comprensión de la realidad porque quieren inclinar, legítimamente, la balanza del poder del lado de sus intereses económicos e ideológicos. Tan determinado parece estar el curso de los acontecimientos que nadie se molesta en tomar iniciativas serias para impedir o propiciar la derrota electoral del PSOE y la victoria del PP. Se da por supuesto que la fórmula de gobierno González (seguir con docilidad la política económica y militar de los organismos internacionales y acaparar con fruición los puestos de mando o de riqueza en el Estado y la sociedad) acabó hace tiempo en el deshonor, y que la de Aznar se iniciará como un simple trámite burocrático, porque no hay otra alternativa. El temor (El País) y la esperanza (EL MUNDO) que la llegada al gobierno de nuevas ambiciones personales despierta en la clase dirigente, se centra en la cuestión de saber cómo un trámite electoral, sin cambio de programa y sin nuevos ideales respecto a los de la transición, puede engendrar algo más, mejor o peor, que una mera sustitución de personas y de periódicos en el mismo cometido. Los que temen un revisionismo, piden límites a la oportunista e indefinida fórmula de Aznar de una segunda transición. Ya que frente al panorama institucional existente sólo se ha producido la iniciativa ética de la Iglesia y el «debate republicano» (por no decir democrático), que Cebrián ha tenido la decencia de resumir con rigor como coartada del miedo para que Aznar continúe la obra de González. La estratagema de Pedro J. Ramírez para apoyar la necesidad reformista de Aznar es menos simple pero más artificial. Sitúa su síntesis reformista entre la tesis continuista de Cebrián y la antítesis rupturista de la «intransigente minoría que hace del consenso constitucional una especie de pecado original de la democracia». Según él, los inmovilistas y los rupturistas incurren en un mismo «lapsus lógico» al pasar por alto el quinquenio de la UCD. Pero todo esto no pasa de ser una ocurrente ficción. En primer lugar, no existe ninguna minoría rupturista. Los partidarios de la democracia aceptamos sin reservas la vía de la reforma constitucional para llegar a ella. Nada nos distingue en esto de los reformistas. Sería estúpido masoquismo proponer una ruptura cuando hay libertades y leyes que permiten reformar la Constitución. En segundo lugar, si se entiende por ruptura no la del camino sino la de la meta, nuestra propuesta se resume en la sustitución del criterio proporcional por el mayoritario, para unir la sociedad política y la sociedad civil, y en el cambio del sistema parlamentario por el presidencialista, para separar los poderes del Estado y evitar así la corrupción. Reformas mucho más moderadas, por ejemplo, que las modificaciones en el modelo de Estado que propone la minoría federalista, que yo no comparto. En tercer lugar, y a lo que a mí concierne, jamás he creído en el felipismo como un fenómeno autónomo y por eso considero que la sustitución de González por Aznar no cambiará la situación. Siempre he dicho que la transición la hicieron los franquistas, y que la oligarquía de partidos está en la Constitución. Suárez fue un mal estadista y un mediocre gobernante, pero más honesto y respetuoso con las libertades que Felipe González. Peor que los lapsus lógicos son los históricos. Es una quimera que la segunda transición consista en «recoger el testigo allí donde hace doce años cayó exhausto», como si no hubiera pasado nada de positivo y negativo durante el gobierno socialista.