2019-04-29.EL IMPARCIAL.NO CON MI VOTO RUBEN GISBERT

Publicado: 2019-04-29 · Medio: EL IMPARCIAL

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NO CON MI VOTO
EL IMPARCIAL. 29 ABRIL 2019
RUBEN GISBERT FRAILE
https://www.elimparcial.es/noticia/200823/opinion/no-con-mi-voto.html
Miedo y odio. Son los disvalores esgrimidos por doquier en el llamamiento al voto. No hay civilización que no desprecie a quien se deja llevar por estos impulsos y sin embargo son los motores de la política española. La consigna es votar para evitar una victoria del adversario, unos esgrimen un apocalipsis fascista y otros un apocalipsis comunista. El apocalipsis es justamente creer que existe esta disyuntiva y participar de un sistema político basado en la mentira. Hoy en España el voto es el golpe que forja la cadena del esclavo que cree en sin embargo destruirla.
El voto no es un fin en si mismo, ni siquiera un mecanismo de participación política (como dicen algunos). El voto es un instrumento, un derecho, conquistado mediante mucho esfuerzo hasta llegar al sufragio universal que tiene el mismo valor político que la abstención, ¿Un instrumento de qué? De fuerza, nada más. El voto en sí solo sirve para imprimir fuerza mediante la suma de voluntades. Y su fin es el de elegir por mayoría a un representante a quien exigirle un mandato de esa mayoría. Es lo que se denomina representación política y tiene como fin la configuración de una cámara de representantes donde cada diputado es elegido por la mayoría absoluta en un distrito electoral, esto en España es ciencia ficción.
El sistema actual español recae en la trampa de la proporcionalidad, es decir, no se busca la representación política (para que el pueblo ejerza poder para legislar), en su lugar se propugna una representación moral. No se votan a personas, a diputados, como en Francia, Inglaterra o Estados Unidos. Se votan a partidos, que se dicen posicionar en una ideología, a la que cada ciudadano puede adscribirse y dirigir su voto en función de sus valores, su moral… Es decir, se refrenda al jefe del partido elegido y se le da una cuota de poder para actuar según su criterio. Una monstruosidad, incompatible con un régimen democrático, pues este para ser tal requiere de representación del elector, separación de poderes y régimen de libertades, siendo este último el único requisito que se cumple en España.
Esta forma de Estado no es exclusiva de España, fue ampliamente implantada en la Europa humeante tras la II Guerra Mundial por los militares norteamericanos, como explica el primer presidente del Consejo de Europa y secretario General de OTAN Paul-Henri Spaak en Combates sin acabar. Fue una manera de instaurar un sistema político fácilmente controlable ante la amenaza de la extensión del comunismo de la URSS, pues se le entregaba el poder del Estado a una pequeña clase política formada por el jefe de cada partido, que se dedicaban a luchar por la presidencia, pero con la facultad de hacer ellos las leyes bajo la coacción de Washington cuando se requiriese, suprimiendo la representación política y por ende la posible imprevisibilidad de que una nación legislara en contra de los intereses del Tio Sam u hoy de Merkel, ¿les suena?.
España desde luego no fue una excepción, con Franco bajo tierra Henry Kissinger bien se ocupó de cortejar a Felipe González a través de la socialdemocracia alemana que lo designó líder del socialismo en España y principal impulsor junto con Santiago Carrillo del pacto con el franquismo, sobornándoles con formar parte de la oligarquía política a cambio de abandonar la vía de la ruptura democrática, no sin que antes Manuel Fraga Iribarne encarcelar a quienes defendían la apertura de un proceso de libertad constituyente como Antonio Garcia-Trevijano, Marcelino Camacho o Rafael Calvo Serer. Todo lo cual figura perfectamente documentado entre los cables de Kissinger a Alemania oriental, publicados por el portal Wikileaks… ¿Y a qué viene esta pequeña lección de desconocida historia? A que de eso vivimos y eso hay hoy.
Pero volviendo al asunto que nos ocupa, el voto, la diatriba entre el sistema de representación uninominal y el sistema proporcional no es algo que inventaran los americanos. Fue la consecuencia de un célebre enfrentamiento en el siglo XIX entre los economistas liberales ingleses John Stuart Mill y Walter Bagehot. El primero argüía (y por increíble que parezca hoy también hay quien lo cree así) que era inconcebible que el voto de una persona instruida tuviera el mismo valor que el de un analfabeto, el de un viejo y un joven, el de un pobre y un rico… Y confeccionó incluso una tabla de valores del voto en función de la condición social e intelectual de cada ciudadano, basándose en su teoría de lo que llamó el voto plural. Stuart Mill abogó además para Inglaterra, la implantación del sistema de representación proporcional, recientemente concebido por un telegrafista para su aplicación en la colonia de Australia. La razón evidente era que dicho sistema era claramente favorecedor al liberalismo económico, pues suponía la posibilidad de poder influir sobre un líder de cada partido en vez del incontrolable hecho de que cada diputado respondía y responde hoy a las exigencias de su distrito, con la imposibilidad de corromper a cada miembro de la cámara. La respuesta de Bagehot fue arrolladora y destrozó la concepción de su homólogo que quedó políticamente en la lona para siempre, pues respondió lo que es evidente para un demócrata. Ante la propuesta del llamado voto plural, Bagehot expuso que el sentido del voto no radica en la calidad del votante, sino en la facultad de delegar su poder como ciudadano, es decir, una persona da su voto, su consentimiento, da apoyo políticamente a una persona en función no de una idea, sino de sus intereses, del mismo modo que se da un poder a un procurador en un proceso judicial para un asunto concreto que ha de cumplir. Es decir, el voto tiene su sentido en el hecho de elegir a una persona que defienda los intereses que quien le vota, no un supuesto bien moral o común. Pues si el voto de los ricos o los intelectuales tuviera un valor superior al resto, es evidente que estos votarían en función de sus intereses que no tienen por qué ser los de la mayoría. Dicho lo cual quedaba desmontada la concepción de representación moral que es la falsa idea que radica en el sistema proporcional, que solamente busca suprimir el poder del votante de elegir y sustituirlo por el de refrendar una lista u otra. Así pues, el sistema proporcional quedó como un sistema político que configuraba una oligarquía de clase política que facilitaba el control de las colonias.
Y esta es la gran mentira que hay hoy en España, del mismo modo que en Italia, Grecia o Portugal, es decir, en los países donde hay mayor corrupción. La mentira del sistema defendido por Stuart Mill y desmontada por Bagehot, el sistema proporcional. En el sistema proporcional se votan ideas en forma de listas de partidos, no personas en forma de candidaturas uninominales, se vota a partidos no a representantes. Uno solo puede elegir entre unas u otras ideas, y de ese modo los ciudadanos que han heredado una adhesión ideológica repiten como loros las consignas que lanza su mantra sin medir cuan estúpidas, falsas o maliciosas sea la mismas. No se fijan en los hechos, pues entonces verían que todos los partidos, sin excepción, son corruptos, y todos sin excepción defienden la Constitución del 78 como un cénit de libertades democráticas, pero no la defienden por eso, sino por que es su sustento, su medio de vida, su razón de ser, ser facciones del estado que se pintan de diferentes colores. Así pues, los electores quedan obnubilados por las palabras y las declaraciones que alimentan sus anhelos o sus miedos y son llamados a votar no para conseguir una victoria (eso es el premio gordo para quien le toque) sino para legitimar mediante su participación un sistema que asegure su posición y una vida a todo tren. Y como sucede con todo ladrón, cada vez roba sin castigo, anhela un mayor botín en el próximo golpe, génesis del conflicto en Cataluña. Siendo tan irresponsables que en su ambición de negociar mayores privilegios no dudan en inflamar a los ciudadanos y enfrentarlos, prendiendo la llama sin agua para apagar el incendio. Pero claro, si a mi vecino vasco se le ha dado un privilegio fiscal y cupo económico sin precedentes, ¿voy a ser yo menos?... Pero bueno eso es otra historia.
No obstante, ahora es cuando viene la guinda del pastel, la aportación del fascismo italiano y nazismo alemán que hoy en día sigue incólume y son los restos vivos del franquismo (lo del Valle de los Caídos solo son huesos). Que todos los partidos y sindicatos pasen a ser pagados por el Estado, momento en el cual se convierten en partidos estatales. Momento en que las ideas dejan de ser ideas para ser colores. Todos los partidos se convierten ideológicamente en socialdemócratas, es decir, propugnan la democracia social, los valores sociales, y se dedican a enfrentar a la sociedad con asuntos de igualdad y derechos sociales (eutanasia, aborto, sanidad universal, inmigración, igualdad de género…) Unos a favor y otros en contra alimentan el odio y el miedo por lo que a usted le puede pasar identificándose con cada planteamiento. Todo lo cual va acompañado de un bombardeo de los medios de comunicación, también financiados por el Estado, sobre estos temas. ¿Y todo para qué? Para que voten, sea a favor de unos o en contra de otros, pero lo fundamental es que voten, ya que el régimen proporcional solo se alimenta del simple hecho de votar para dotarse de legitimidad.
Esto damas y caballeros no es la democracia, ni si quiera es un tipo de democracia, esto es y así se denomina desde Robert Michells hasta Gerhard Leibholz, Estado de partidos u oligarquía de partidos, también conocido como partitocracia. El ciudadano solo refrenda unas listas que confecciona el jefe de cada partido. Los diputados por tanto no representan a la nación ni a los votantes sino a los jefes pues son estos quienes los elijen para que voten en el Congreso según se les dicte. El Gobierno es formado según el acuerdo o pacto de los jefes de cada partido, es decir, los oligarcas y este pacto no está movido por otra cosa que la ambición personal y el oportunismo.
Por esta razón resulta evidente que cualquier ciudadano que sienta estimación y respeto por sí mismo, no puede votar sabiendo esto. En una estafa solo pueden participar los que personalmente se beneficien o los idiotas que caen en ella. Yo hago un humilde llamamiento al respeto y al amor por uno mismo, a la dignidad de una nación ultrajada por el totalitarismo franquista, y que sigue hoy intacto gracias a los puntales de los partidos nuevos que siguen alimentándose como sanguijuelas de las viejas esperanzas de la gente.
Es cierto que todavía no existe un movimiento que aglutine a todos los abstencionarios bajo una misma acción política. Es decir, todavía no hay un movimiento unitario que coordine las acciones de quienes no votan deliberadamente para cambiar el régimen y tenga fuerza para exigir a la clase política la ruptura institucional con el franquismo. Pero empieza a haberlo bajo el grito de “Abstención activa” y poco a poco lo habrá con
mayor fuerza, de eso estoy seguro. Por mi parte y hasta hoy he dedicado mi juventud a instruirme y prepárame junto con buenos compañeros de lucha para el momento en que se pueda escuchar la voz de la libertad política, y ese momento llegará. Otros hombres mucho mas sabios e inteligentes que yo perecieron antes de que llegara ese momento, pero jamás flaquearon en el esfuerzo de combatir un régimen que se perpetúa mediante la mentira del mismo modo que el anterior lo hacia mediante la fuerza. Ambos igualmente despreciables, ambos igualmente apoyados por la mayoría.
Insistimos en educar en el respeto a los demás, y pedimos respeto para nosotros. Considero que esto es innecesario si apuntamos al verdadero deber de cada ciudadano, el respeto por uno mismo. Y no hay mayor modo de despreciarse que participar de un engaño en perjuicio de uno mismo y de los suyos. Sin embargo, poco a poco va floreciendo la verdad, que, aunque sea expuesta por un solo ser humano, su defensa dignifica a toda la humanidad, ya sea en un pequeño articulo o en un remoto pueblo, como Benizar. Qué digno y leal a la naturaleza de la vida fuera de las urbes artificiales, se yergue ante el tirano y le espeta “puedes avasallarme, pero no con mi voto”.