2004-02-05.LA RAZON.NI NACIONES NI REGIONES AGT
Publicado: 2004-02-05 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES 28 LA RAZÓN JUEVES, 5 - II - 2004 OTRAS RAZONES NI NACIONES NI REGIONES TIEMPO DE EXTERMINIO tadas en Europa a través del Estado es- pañol. Sólo en el ca- so de que se indepen- dizaran de España mediante una guerra civil, sin federarse luego de la victoria con el resto de Espa- ña, podrían entrar en la UE, si la Francia de bretones, vascos y «rusilloneses» lo permitiera. Dada la degradación de la vida política y cultural, no es inimaginable que, en bus- ca del bolsón cada vez mayor de votantes tontos o ilusos, algún partido independen- tista prometa vasco-catalanizar el reino se- lenita, mediante un viaje autónomo a la Lu- na para hincar la ikurriña y la senyera, como el jerezano Núñez de Balboa clavó el pendón de Castilla a orillas del Pacífico. No es menor la fantasía, ni más perdona- ble el timo de obtener dinero público y po- der nacionalista con la promesa electoral, a incautos soñadores, de integrar la encan- tadora Cataluña y el delicioso País Vasco en una UE que no asocia naciones ni re- giones. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO J ohnatan Swift hi- zo decir a Gulli- ver: «Las leyes son esclarecidas, in- tertratadas y aplicadas por gentes cuyos inte- reses y capacidades les conducen a co- rromperlas, enturbiar- las y eludirlas». Hace tiempo que esto no es necesario. Muchas leyes nacen ya turbias y corruptas y son perfectamente eludibles por los que, amigos del sistema, nada tienen que temer del mundo de la excepción que esas leyes representan. El estado de excepción es admirable para esos amigos. Les está per- mitido todo. No existen normas para ellos. Al no existir leyes que regulen su conducta, no pueden cometer delitos. En estos ámbi- tos, las leyes no valen y los mejores princi- pios son pura retórica. Se impone la simple gestión de los problemas, su libre solución. Sólo se exige eficacia y ventajas para los amigos. Los enemigos están al margen de cualquier garantía, certeza o seguridad jurí- dica. Extramuros del llamado Estado de De- recho, como si todos ellos estuviesen en Auschwitz, que es el modelo más acabado de la excepción. Dentro de este modelo y de sus émulos, la policía se convierte en perso- EL NO-DEBATE P ues parece que definitivamente nos va- mos a quedar sin un «cara a cara» entre los dos principales contendientes en es- tas elecciones, Mariano Rajoy y Rodríguez Za- patero. Obligación de todo periodista es, creo, insistir en la necesidad de que este tipo de de- bates, no entre todos los candidatos, sino entre quienes de verdad tienen posibilidades de lle- gar a La Moncloa, se celebren. ¿O es que al- guien piensa que si Zapatero fuese el presiden- te y Rajoy el aspirante, casi a la desesperada, no pediría un combate televisado con su opo- nente? Lo pidió Aznar, y lo obtuvo, en 1993, frente a un Felipe González que lo recordaba la otra noche en el programa de Manel Fuen- tes. Desde entonces, y desde que Aznar ocupa legítimamente el poder, nada. Once años sin debates políticos en las teles. Algunos países legislan la obligatoriedad de mantenerlos, pero no debería ser necesario: es una cuestión de talantes y de sensibilidades demo- cráticas. El nuevo «estilo Rajoy» debería tener todo esto muy en cuenta, incluso aunque la diferen- cia que le separase de su oponente fuese mu- cho menor de lo que actualmente es. Rajoy se va quedando sin razones creíbles para enfren- tarse a Zapatero y nosotros, los periodistas, su- pongo que seguiremos insistiendo en que el gran espectáculo televisivo (y democrático) tenga lugar de una puñetera vez. Aún hay tiem- po de rectificar. FFeerrnnaannddoo JJÁÁUURREEGGUUII REBOREDO Y SAÑUDO L os gobernan- tes de Catalu- ña y País Vas- co quieren tener voz y voto en la UE. Tal despropósito provie- ne necesariamente de ignorancia inexcusa- ble o mala fe, tipifi- cadas en el campo del fraude punible. La libertad de pensamiento y expresión eli- mina, en buena ley, el delito de opinión. Pero obtener votos premiados con fondos públicos mediante promesas electorales de cumplimiento objetivamente imposible, eso no es opinar, sino estafar al electorado por ánimo de lucro y ambición de poder. Ningún político puede ignorar que la UE nace de un complejo proceso cuyo des- arrollo se inspira en la estrategia de con- ciertos estatales inaugurada en la era pos- tnapoleónica. Cooperación entre estados vecinos, de distinta capacidad, para esta- blecer la paz europea sobre un equilibrio entre estados lejanos de similar potencia. Esta estrategia no cambió, en lo esencial, cuando el romanticismo hizo de las nacio- nes entidades históricas independientes de la personalidad jurídica de los estados que las representaban. Los nacionalistas Bismarck y Víctor Ma- nuel practicaron, con principios diferentes al de la legitimidad, tan vinculado a la ide- ología de la Restauración, la misma diplo- macia de equilibrio entre potencias que el Congreso de Viena había definido para los estados. Dicho de otro modo: la UE no ha seguido el modelo de las unificaciones es- tatales de una misma nacionalidad, ni el de la federación de soberanías nacionales en un Estado plurinacional, sino el de las uniones de librecambio y protección in- dustrial en zonas sometidas a las soberaní- as separadas de varios estados. El mayor contenido económico, la voluntad de per- manencia y el traspaso de competencias administrativas o financieras, desde los Es- tados asociados a los organismos comunes, no constituyen un nuevo estado plurinacio- nal ni una supernación europea. Pese a las síntesis ideológicas propues- tas por los historiadores para hacer com- prensibles o dotar de sentido a los cambios operados de siglo a siglo en las relaciones internacionales, nunca ha existido una Eu- ropa de las Naciones, como tampoco un or- ganismo mundial cuya realidad correspon- da al nombre de Sociedad de Naciones. Cualquier pensamiento o propósito sobre la Europa futura, si ha de ser sincero, debe partir de la constatación de la realidad ac- tual: sólo existe, y sólo puede existir a no ser que se destruya lo existente, una Europa de los Estados. Para el porvenir de las re- giones o nacionalidades, las consecuencias de esta única realidad son inexorables. Sean regiones históricas o nacionalida- des sin Estado propio, Cataluña y País Vas- co no pueden actuar ni estar representadas en la UE. La acción y la representación del Estado español las incluye y les afecta del mismo modo que a Extremadura o Anda- lucía. Esta situación ni siquiera podría cambiarla la sustitución de la actual Mo- narquía por una hipotética República Fe- deral. También entonces Cataluña y País Vasco tendrían que actuar y estar represen- naje central. Como di- ce Aganben, «a la po- licía se le permite ha- cer cosas que la ley no autoriza porque se en- frenta –dicen sus mandos políticos– con situaciones excepcio- nales». Pero ¿qué ocu- rre cuando todo forma parte de ese estado de excepción? Se generalizan los métodos po- liciales. Si la excepción es la norma, sólo ca- be su administración policial. Jueces y fis- cales ocupan lugares subalternos. Son como policías subrogados, agentes que observan con prismáticos las gestas y los gestos de la administración policial de la excepción. Vi- gilantes externos de Auschwitz. En esta situación, la libertad es un obstá- culo. Los mismos que dicen que el terroris- mo –no el de Auswitch– es un ataque feroz contra la democracia, se apresuran a desja- rretarla con el lema de que ello es necesario para luchar contra el terrorismo. Los mis- mos que proclaman la necesidad de que el combate que llaman antiterrorista no sacri- fique el contenido esencial del liberalismo político, lo corrompen sacándose de la man- ga normas de excepción que son la negación de la seguridad jurídica y la libertad políti- ca. Si no hubiese existido el 11 de septiem- bre, se lo hubieran inventado. (¿Acaso no ha sido así?). Es la mejor de las coartadas para «saldar cuentas pendientes» en el escenario internacional; quitar oxígeno al movimien- to globalizador; reprimir con mayor saña y descaro a la inmigración «ilegal»; reducir hasta la náusea el derecho de asilo; estable- cer pautas policiales más eficaces contra el disenso y la discrepancia; y someter la li- bertad de expresión e información a límites más intolerables y a renovadas amenazas, como si no fuese bastante reductora la rea- lidad que ya existe en los «guardianes de la libertad». Como si no fuese suficiente el ex- terminio de la democracia política. En estas circunstancias, es más necesario que nunca el optimismo de la voluntad, la fe en la capacidad liberadora y transformado- ra de movimientos radicalmente democráti- cos, que son cada vez en mayor medida, una «inmensa minoría». Aunque la realidad abo- ne y potencie el pesimismo de la inteligen- cia hasta límites insospechados, la pasión por la justicia y la libertad no puede apagar- se cuando asistimos a un auténtico incendio de la represión y la injusticia. Para el viejo Fausto, la sentencia suprema de la sabiduría es ésta: «Sólo merece libertad y vida quien debe cada día conquistarlas». Quien no las conquiste, quien se somete a las consignas autoritarias que nos invaden, está colabo- rando con este tiempo de exterminio de la dignidad humana. Nada mejor para resumir la filosofía de este tiempo que las reflexio- nes de Karl Schmitt: «El Führer defiende el derecho contra los peores abusos cuando, en momentos de peligro y en virtud de las atri- buciones de supremo juez que como führer le compete, crea directamente el derecho. Las prerrogativas de führer llevan consigo las de juez. Y quienes se empeñan en sepa- rar unas de otras tratan en realidad de sacar el Estado de quicio». El quicio es Aus- chwitz. La excepción. JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO