2003-05-15.LA RAZON.NEGRO SOBRE BLANCO EN LA 2 AGT

Publicado: 2003-05-15 · Medio: LA RAZON

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NEGRO SOBRE BLANCO EN LA 2 
LA RAZÓN. JUEVES 15 DE MAYO DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
El prestigio de las entrevistas y debates que organiza la simpática exuberancia espiritual de Sánchez-Dragó hacía presumir que el tema del pasado domingo, y la solvencia mental de los invitados, nos brindarían ideas interesantes sobre la guerra de Iraq que, sin ser simplistas como las del gobierno o la oposición, pudieran ser compartidas por la conciencia europea derivada de la intuición moral de los pacifistas o de un análisis político serio. 
   La decepción de la audiencia alcanzó la altura de vértigo de las crónicas marcianas cuando los representantes de la «comunidad ética» (así la calificó uno de ellos, en similitud con la comunidad científica) renegaron de su condición intelectual. Lo escandaloso no fue la bajeza pugnante a estilo «hotel glamour», ni los insultos y descalificaciones que sustituyeron a la impugnación de sus respectivas posiciones ideológicas. Siendo lo más llamativo, no fue lo más triste. 
   Los filósofos no se injuriaban por lo que decían, pues no se escuchaban, sino porque nada tenían que decir, como el vulgo y los políticos, para legitimar la guerra de Iraq o condenarla. Las divagaciones eran tan abstrusas que la propia representación ética, sin un lenguaje común, no sabía adónde conducían, y tenía que preguntar a cada perorata de abstracciones si, en concreto, era favorable o contraria a la guerra. El error de Bueno, creador del espeso ambiente de las malas maneras, no lo causó su desaforada pasión por la necesidad de definirse, eso lo comprendió la audiencia, sino la incoherencia de conceptuar ostensivamente las definiciones éticas con el ejemplo de Largo Caballero en la revolución de Asturias, exigiendo que los demás se definieran, como él, ante la guerra. 
   La palabra reflexiva «definirse», equivalente a comprometerse ante otros en asuntos morales o políticos, no tiene sitio en religión o ética (tema del debate). La religión es un sentimiento. Se tiene o no se tiene. No puede ser objeto de compromiso externo, sino de fe interior. Cuando se organiza en Iglesia, la religión absorbe lo ético. El Papa condena la guerra y no tiene que justificarlo con razones. Apoyarse en Aranguren, como hizo Fraijoo, para deslegitimar la guerra injusta desde la religión, es un despropósito. No porque fuera un pensador inane, como sostuvo Bueno, pero sí porque la religión se desvanece si se identifica con la justicia o con razonamientos éticos. «La esencia del sentimiento religioso no está afectada por razones ateas ni tiene nada que ver con crímenes y fechorías» (Dostoievski). 
   Las definiciones éticas no implican compromiso moral. Ni siquiera las sintéticas o creadoras, como las puestas por Spinoza al comienzo de su «Ética» (para deducir las demás «more geométrico»), a la que se remitió Gustavo Bueno a causa de su concepción materialista o natural del poder, paralela a las de Hobbes y Marx. Los tratados de ética no son compendios de reglas de conducta moral aplicables a situaciones determinadas mediante fórmulas de cálculo, como las definiciones científicas, sino construcciones de conceptos, o arquitecturas de proposiciones idóneas para la especie, a partir de definiciones o delimitaciones de las pasiones. La parte coactiva de la moral o costumbre social, el derecho, está excluida de la ética. 
   La guerra es asunto político que debe juzgarse con criterios políticos. Pero sea una acción política o un acto de supervivencia del más apto, nadie la ha justificado como facultad de la potencia ilimitada de imponer su voluntad al resto del mundo por la brutalidad de las armas. Ha de ampararse en alguna ideología abstracta (orden mundial), o en un interés concreto (petróleo), que oculten la prosperidad del más fuerte con la ley de la selva o el darwinismo social. Es en este terreno donde la oposición o la crítica a la guerra tiene eficacia. El bestial reduccionismo del filósofo asturiano legitimó a Bush y Aznar como a Hitler. Al menos, Marina se lo advirtió.