2003-04-26.LA RAZON.MONOPOLIZAR EL DOLOR RUBIO ESTEBAN
Publicado: 2003-04-26 · Medio: LA RAZON
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MONOPOLIZAR EL DOLOR LA RAZON 26 DE ABRIL DE 2003 MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN Es el colmo de la abyección y la vileza que algunas corrientes políticas, concretadas en importantes partidos nacionales, hayan intentado en relación con la guerra de Iraq, felizmente terminada, monopolizar los sentimientos compasivos por el enorme dolor ajeno que ha causado esta guerra ¬y eso que con la muerte de los periodistas españoles el dolor ya no se nos muestra ajeno¬. ¿Cómo se puede invertir como réditos electorales el horror sin límites que ha causado esta guerra? ¿Se puede solidarizar uno con la sangre ajena derramada para convertirla en un aliado del propio y espurio interés político? ¿No le habrá dado vergüenza al Sr. Zapatero su inmoralidad tantas veces subrayada? ¿Convertir en gasolina para su partido la sangre divina de los niños iraquíes! El dolor por los muertos ¬se entiende que por todos los muertos¬ debe florecer en el corazón de todos los seres humanos normales. Pero el dolor honesto de la solidaridad y la pura compasión debe ser gratuito, y no convertirse en coartada para fortalecer los propios intereses políticos. Trocar en coartada el dolor ajeno supone «representar» un drama hipócrita y nauseabundo. Que es justamente lo que los socialistas han llevado a cabo durante los veintiún días de guerra ¬además de los columnistas que se ponen siempre los primeros en todo tipo de corriente de opinión mayoritaria, aunque las haya contradictorias. Habría que leer Pasiones de servidumbre, de García Trevijano, para entender de algún modo tanta teatralidad desaprensiva. Todo es negocio; también la solidaridad de corazón para nuestros políticos oligarcas. Como tiene escrito el decano de estas Otras Razones: «La pasión de inmoralidad proviene de una civilización de negocios que ha llevado a la política las reglas de los negocios». El dinero no tiene ningún sentimiento noble. Pero esta pobre crítica moral mía para nada alude a la inmensa mayoría de los pacifistas, que con corazón sano sólo se han movido contra la guerra por puro instinto moral, por honda honradez y sentimiento humano, porque se lo pedía el alma. Los discursos ornamentales son los principales valedores de esta «democracia»; pero ya a muchos nos huelen a política muy vieja, que ha conseguido mancillar los términos políticos más venerables con sonoros párrafos de farsa bufa. La violación y posterior suicidio de la matrona Lucrecia no generaron una solidaridad de opereta, a fin de conseguirse una porción más ancha de la miserable tarta del poder de la monarquía de los Tarquinos, sino que la acción de Bruto y Colatino supuso un sentimiento «verdadero», en cuanto que trajo un cambio de Régimen, la República. La auténtica solidaridad conlleva un corolario resolutivo, o es una mera «caja vacía» ¬como dicen los filólogos chinos¬ del tipo «Dios le ampare». Dicho lo cual, España no es una nación en guerra, y hay que hacer un esfuerzo por hacer composibles en el marco del respeto cívico las dos corrientes de opinión que existen sobre la guerra (porque siempre ha habido dos perspectivas sobre esta misma realidad). Por otro lado, dice mucho de este país que sus ciudadanos no se hayan mostrado pasivos ante acontecimientos tan pavorosos. Durante la Primera Guerra Mundial, los ánimos en pro y en contra de la participación de España en la guerra se fueron crispando tanto, que el gobierno Dato tuvo que prohibir las reuniones en donde se hablara de la contienda. Afortunadamente, hoy en España el debate bélico no ha llegado a tanto (ni puede llegar). Además, como diría Ortega, no ha pasado nada irreparable para los vivos del común. La guerra no entraña el fracaso de la civilización, ni de la ciencia, ni de la moral, sino que supone únicamente el fracaso de los políticos que no son buenos profesionales; es decir, que no saben hacer política. Aznar no debería tener problemas por la situación de su Gobierno en el conflicto; a no ser que ocurriera lo que Trevijano pronosticaba el día 10 de abril: quedar excluidas las empresas españolas de los beneficios de la reconstrucción de lo destruido, y no sacar ninguna otra ventaja económica o política de la actuación española. Pues sólo un interés nacional palpable puede justificar las acciones desagradables y terribles de los gobiernos. Por eso los republicanos volverán a ganar en EE UU.