2000-11-22.LA VANGUARDIA.MIMEJOR CONSEJERO.MARIUS CAROL

Publicado: 2000-11-22 · Medio: LA VANGUARDIA

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30 LA VANGUARDIA

P O L Í T I C A

MIÉRCOLES, 22 NOVIEMBRE 2000

n Tal día como hoy, hace 25 años, Juan Carlos de Borbón y Borbón
fue proclamado rey de España. Fue en un momento de incertidumbre
y de esperanza, pero fue el primer acto de un proceso de normaliza-
ción democrática que se ha desarrollado con éxito reconocido interna-
cionalmente como ejemplar. El nuevo Rey, atento a las aspiraciones

ciudadanas, impulsó desde la legalidad primero y desde la legitimidad
después las reformas que habían de homologar España con las demo-
cracias occidentales. En las páginas siguientes se ofrecen recuerdos,
análisis y reflexiones sobre este acontecimiento que ha resultado tan
trascendental para nuestra historia colectiva.

2 5 A Ñ O S D E M O N A R Q U Í A Y L I B E R T A D

“Mi mejor consejero”

El Rey considera que don Juan estuvo siempre a su lado en las dificultades

MÀRIUS CAROL

D on Juan Carlos calificó a

su padre, don Juan de Bor-
bón, como “el mejor de los
consejeros que tuve, prime-
ro como maestro y luego
como asesor, cuando lle-
gué a ser Rey”, en sus declaraciones con mo-
tivo de sus 25 años como jefe del Estado. Pe-
ro en el terreno de los personal quiso subra-
yar que “lo tengo siempre presente y me
acuerdo muchas veces de él”.

Uno de los actos oficiales más impresio-
nantes de este último cuarto de siglo fue, sin
duda, la renuncia del padre del Rey a sus de-
rechos dinásticos. El 14 de mayo de 1977,
una vez Adolfo Suárez convocó las primeras
elecciones democráticas, se celebró una cere-
monia estrictamente familiar, sin ningún
boato. Allí estaban don Juan y doña María,
don Juan Carlos, doña Sofía, el príncipe Feli-
pe y la infanta Elena. La infanta Cristina se
encontraba ausente, pues estaba en Londres
siguiendo unos cursos. En un segundo plano
figuraban los miembros de la Casa del Rey,
con el marqués de Mondéjar al frente y los
integrantes de la Casa del Conde de Barcelo-
na, encabezada por el duque de Alburquer-
que. Entre los contados invitados, estaba el
escritor José María Pemán. Faltó a la cita el

El conde de Barcelona
renunció a sus derechos
cuando se convocaron
elecciones democráticas

presidente de las Cortes, Torcuato Fernán-
dez-Miranda, personaje clave de la transi-
ción española.

Ante ellos, don Juan leyó sin poder ocul-
tar su emoción su discurso de renuncia. El
conde de Barcelona habló del legado recibi-
do de su padre, Alfonso XIII, de su amor a
España y de la custodia que siempre hizo de
los derechos de la dinastía que representaba.
No faltaron alusiones a quienes no siem-
pre supieron interpretar sus gestos.
Don Juan concluyó subrayando
la instauración y consolidación
de la monarquía en España en
la persona de su hijo y herede-
ro, que “en las primeras singla-
duras de su reinado ha encontra-
do la aquiescencia popular, clara-
mente manifestada”, al tiempo que
consideraba que por todo ello creía llegado
“el momento de entregarle el legado históri-
co que heredé, y, en consecuencia, ofrezco a
mi patria la renuncia de los derechos históri-
cos de la monarquía española, sus títulos,
privilegios y la jefatura de la familia y la Ca-
sa Real española, que recibí de mi padre, el
rey Alfonso XIII, deseando conservar para
mí y usar como hasta ahora el título de con-
de de Barcelona”.

Cuando hubo leído su parlamento con
voz entrecortada, se volvió hacia su hijo, el
Rey, y se cuadró militarmente, inclinando la
cabeza, mientras daba con voz firme vivas a
España y al Rey, y a los presentes se les po-
nía la piel de gallina.

El Rey respondió con un discurso igual-
mente sentido. Calificó la renuncia como
“un gran acto de servicio” y manifestó que
como hijo le emocionaba profundamente.
“Al aceptarla –añadió– agradezco vuestra
abnegación y desinterés y siento la íntima sa-
tisfacción de pertenecer a nuestra dinastía.”

Concluyó expresando su cariño filial y pro-
fundo respeto como persona que no había te-
nido otro ideal “que la entrega absoluta al
servicio del pueblo español”. A continua-
ción, el Rey y su padre se fundieron en un
efusivo abrazo.

El presidente del Gobierno, Adolfo Suá-
rez, y el secretario general de la Casa, Sabino
Fernández Campo, se mostrarían contrarios
a que don Juan recibiera tratamiento proto-
colario de rey para evitar que en España pu-
dieran haber “dos reyes”. Tampoco conside-
raron oportuno que don Juan aceptara la de-
nominación de Juan III, para que no parecie-
ra ante la historia que representaba un esla-
bón perdido de la monarquía. El conde de
Barcelona se sintió dolido por no tener este
reconocimiento protocolario, pero un año

Don Juan llamó por teléfono
a su hijo desde Lisboa el
23-F para decirle: “Si cedes,
esto está perdido”

después obtendría una compensación cuan-
do, a instancia de don Juan Carlos, recibiría
el tratamiento de almirante honorario en el
cuartel general de la Armada. El 27 de di-
ciembre de 1978 asistió al pleno extraordina-
rio del Congreso en que era sancionada la
nueva Constitución al lado de doña María y
otros miembros de la familia.

En la larga noche del 23-F de 1981, don
Juan llamó a las diez de la noche a la Zarzue-
la. El padre del Rey se encontraba en Lisboa
y al salir del cine, donde había ido a ver la
película “Los comandos de Su Majestad”, se
enteró de la noticia, aunque tarde. Pero des-
de entonces estuvo en estrecho contacto y
aquella noche el conde de Barcelona fue más
consejero que nunca: “Si cedes, esto está per-
dido”, le advirtió don Juan.

Don Juan murió el 1 de abril de 1993, a la
edad de 79 años. Don Juan Carlos quiso que
recibiera los honores que corresponden a los
reyes de España y dispuso que se destinaran
a sus padres las dos urnas que restaban libres
en el panteón de los Reyes del monasterio de
San Lorenzo del Escorial. De las veintiséis
existentes, veinticuatro estaban ya ocupadas
por reyes de España o reinas consortes que
fueron madres de reyes. A pesar de que ni
don Juan ni doña María reunían tales condi-
ciones, don Juan Carlos quiso hacer una ex-
cepción con ellos.

Las relaciones entre padre e hijo registra-
ron un momento especialmente delicado

El momento más delicado
de las relaciones fue cuando
el entonces Príncipe aceptó
suceder a Franco

cuando Franco nombre al entonces Príncipe
como su sucesor. Aunque lo cierto es que
don Juan Carlos no podía renunciar, porque
de otro modo difícilmente se hubiera restau-
rado la corona, la noticia causó un gran dis-
gusto a don Juan. Incluso estuvo tentado de
hacer unas declaraciones en “Le Monde”,
inspiradas por Antonio García Trevijano,
que hubieran sido un error. Su consejero Pe-
dro Sainz Rodríguez le persuadió de no ha-
cerlo y doña María tuvo un papel decisivo.

GUSI BÉJER

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