1976-09-25.EL ECO D CANARIAS.MILAGRO
Publicado: 1976-09-25 · Medio: EL ECO D CANARIAS
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LAS PALMAS DE GRAN CANARIA - Sábado, 25, septiembre 1976 EL ECO DE CANARIAS — Página 17 OPINIÓN - OPINIÓN - OPINIÓN - OPINIÓN - OPINIÓN C^XXX}0OOO(XXXXX}OOOOOOOOOOOOO0OOOCKK)0OOQOO0O00CK}O00OOOOO00OC<X)0O0Ó0OO0O4X>0O(XX}O0OOC^ HACASE EL MILACRO ANTE EL COMIENZO DEL AÑO IfOLITICO (1) GUTIÉRREZ MELLADO PL relevo en la Vicepresidencia primera para Asuntos de la • ^ Defensa ocupa, lógicamente, los primeros espacios de la atención del país. Se trata de un puesto de suma respon sabilidad, en la cabeza de la institución más enraizada en el pueblo español y que, si por algo se caracteriza, es por su en- treg, por su imparcialidad ante las opciones concretas de Go bierno, y por ser garantía del Estado de Derecho, de unidad de la Patria y defensa de la paz. Se marcha, a petición propia, el teniente general don Fer nando de Santiago y Díaz de Mendívil, un hombre que ha pres tado muy valiosos servicies a su Patria y a su Rey, siguiendo los dictámenes de su conciencia. En el momento de su despedida merece el respeto, el saludo y la gratitud que, como españoles, debemos a quien nos ha servido con lealtad- Llega a la Viceprs sidencia el teniente general don Manuel Gutiérrez Mellado, un hombre de amplia preparación humana y técnica y que goza, Igualmente, de gran prestigio no sólo dentro del Ejército español sino en toda la sociedad- A la hora de enjuiciar la noticia —de la que nos apresura mos a decir que es normal dentro de la mecánica de Gobierno— debemos lamentar que, sin medir con exactitud las palabras, se pueda llegar a una manipulación del sentido del cambio en la Vicepresidencia y se inquiete a la opinión nacional, induciendo a cr^er que ha podido producirse alguna fractura en la unidad dn las Fuerzas Armadas. Si es cierto que sus componentes, como seres humanos, pue den tener lícitamente y a titulo personal inclinaciones concretas, no lo es mertos que el Ejército, su presencia en la actual hora de España y el mandato que le atribuye la Constitución, no puede medirse por la sustitución de un hombre. Las Fuerzas Armadas, venturosamente para la nación, constituyen una gran unidad. Su lealtad, sus servicios y sus responsabilidades no están vinculadas directamente a ningún nombre, sino a su existencia como Ins titucióh. Cualesquiera que sean los relevos o cambios de per sonas no alteran en absoluto su naturaleza, sus servicios, ni sus trascendentales misiones patrióticas. En esta unidad y misión del Ejército tiene depositada <vu confianza el pueblo español. Y esta confianza tiene un aval du origen que el destino de España está y seguirá estando en las mismas n^anos en que estaba. Se marcha un hombre acreedor al máximo respeto de la sociedad. Le sucede otro hombre que re petidas veces habló de las misiones de las Fuerzas Armadas. En esto sentido, no hay ni una sola diferencia entre ambos. Hay, en cambio, la gran coincidencia de un criterio básico: el Ejército sigue haciendo del servicio al país su noripa, su guia y la justi ficación de su existencia. Félix Villameriel, licenciado en Ciencias Políticas, pro fesor encargado de curso en la Universidad Complu tense. Es miembro del Partido Socialista Obrero Espa ñol y del equipo Jaime Vera, constituido en 1974, for mado por economistas, sociólogos y juristas de orienta ción socialista En una serie de artículos hace una re visión de la actualidad política española. Los artículos reflejan, obviamente, la opinión de su autor. s ABEMOS que el año político que comienza —está claro que la vida política lleva el mismo ritmo que la vida escolar— será un año político nada ordinario. Simple mente con que el programa oficialmente previsto sea efecti vamente desarrollado tendremos que al culminar dicho año político, allá por junio de 1977, España habrá conseguido, con la elección por sufragio universal de una Cámara de repre sentantes necesariamente dotada de facultades constituyentes (lo estarla er. cualquier caso, pero con más razón si, como todo parece indicarlo, el objetivo esencial del proyectado re feréndum es que el pueblo español se pronuncie sobre il «quie re que se elijan por sufragio general y directo unas Cortes con facultad para modificar la Constitución»), nada menos que el reingresar en la nómina de las naciones democráticas, tras cuarenta años de lo que por referencia al modelo demo crático tenemos que considerar como «estado de excepción*. Alrededor de ese programa previsto, y, en términos más am- >00000000000000000000000000000000000000000000000(X LAS CLAVES LA FALANGE (y2) REFIRIÉNDOSE a no autorizan « la presimción de Un estado grupuscular, aún cuando si fragmentarlo. dujera a malograr las posibili dades futuras que la Falange aún guarda para Espafi. la si tuación dé la Falange en i08 más inmediatos años pasados, alguien dijo, y la frase hizo fortnna, que «es taba «n situación gruiHiscular». autorizada Otra personalidad adelantó que estaba en «asta do gaseoso». De aquella sUua- dón o aquel estado a esta rea lidad de hoy, cén demandas le legalización del nombre ante las TentanlUas administrativas, va una cierta diferencia, por más que, efectivamente, aún existan grupos. Pero en tal nú mero y con tal cohesión Inter na en cada uno de ellos que El proceso de Integraeióo q%<e va del estado gas^so o del es tado de grupúsdulos al de hoy, parece autorizar la esperanza de una consolidación más decisi va y más compacta. Acaso que dará insolidario y arisco ulgún sector, que mamendrá enhisto su afán de distinción y de per- vivencia. Son coi»ecuencias ló gicas, por lo demás, de todo proceso integrador. No es pues, la actual frag mentación el peligro histórico que puede lierir mág grave y directamente a los falangiíftas de hoy, sino 1» dirección que vaya a tomar le Falange des pués de que haya logrado rei vindicar su nombre y «u iden tidad. espaflola Tres peligros aparecen como muy posibles. Hace más de dos afies escribía yo: «quisie ra la derecha (—) que 1» Falange se cristalibara (—) en un partido. Y, pese a ciertos aparentes escrúpulos más dialécticos que efectivos, que tal partido se situara en ]!< extrema derecha». Tal sería uno de tos graves errores esterili zantes, por cuanto que los fa langistas se verían incitados a constituirse en freno de las apetencias y reivindicaciones de la Izquierda. Un grupo de ac ción, más «misino" que mesiá- nico, encontraría muy presumi bles apoyos y hasta muy inte resadas ayudas en el panorama político que se . adivina. Peí o malograría, en su esencia, el pensamiento de José Antonio. Un segundo riesgo consisti ría, por el extremo contrario, en que !a Falange deviniera en un partido conservador, conti- nuista, incapaz de enfrentarse con e! tiempo nuevo con áni mo de adivinación, como decía su fundador. Una política ba sada eii el mantenimiento de signos, «i una repetici*^ de ia retórica, en una permanencia de personaa, en un enqullO!>a- mlento de la doctrina, alejaría a la Falange de toda atrácela y sobre las masas Juveniles, la distanciara de la i>onder.%- ción y et análisis de los rutén- ticos problemas claves v le las denwodas de noestro »iempo, que es lo que debe consistir su principal preoeupaclón. SeAálemos, finalmente, el pe ligro, tan atractivo para los ím petus y las ingenuidades juve la niles, del entendimiento de exposición política cemo una de posturas ardidamente re-. voludonarias e faisolidarias. El la infantilismo de la política, permanencia de la acción ' i -, recta como estímulo, sería, a no dudar, otro camino que con Resulta inevitablemente dolo roso escribir sobre esto ahora, tantos afiós. después de que una mente lúcida y apasionada por el servicio a la comunidad fuera sacrificada precisamente por defender una pelítlca na cional y sedal que no cayera en ninguna de las desviadones que indicamos. Pero resulla, también y al tiempo, esperan- zador. No cabe duda de que cualquiera que sea el porvenir que los tlemp4% xMr<kín 9tu-8 . la Frange, aún' citando ia sutei te pudiera arrebatarle de nue vo la ocasión de *v eterno trlun fo, habrá de resultar útil que demuestre a Espolia y a ia his toria que no está su sitio ni en la extrema derecha, como parti da de la porra que defienda otra vez intereses que <e son ajenos, ni en el cómodo y tris te juego de las nostalgias y las declamaciones históricas e idea listas, justificativas,) posible mente, de todo eompromlso conservadúrista, ni MI la defen sa absoluta y no discriminada de unos postulados que, en muchas ocasiones, tuvieron ca rácter inmediato y itransttorio y que pueden y deben ser sus tituidos por otros, mmca con vertidos en permanentes espe juelos c^ conquistas desfasa das o intpesibfei, para atrac ción y utilIzskMn de «ardoro sas faigenuldates». Ciertamente (px cada uno de los riesgos qué hemos apunta do Kqueriria detepldo anáil- ste. Pero baate ^ ra con sefta- lamos, aegúo el leal saber y entender de «m espafitrf que ae rmuncia a creer que el porve nir de la falange está mág que en su ayer en su nmiiana. DEMETRIO CASTRO VILLACAÑAS (c) Del documento, los autores. Digitalización realizada por la ULPGC. Biblioteca Universitaria. pilos, del previsible proceso político en el que vamos a estar inmersos todos ios españoles, quisiera ofrecer algunas cons! deraciones y proposiciones como aportación al debate políti co general, debata que irá permitiendo una creciente clarifica^ ción de la yida política española. La saludable clarificación que comienza a producirse en el panorama político español —demasiado enmarañado aún bajo la ficción de dos bloques Irreconciliables, antítesis de un pluralismo democrátieo sano— no viene sin que en algún mo mento sea c^usa de justo asombro. Porque asombrosa es la manara en que se permiten manifestarse acerca de los pro blemas políticos españoles ciertos personajes que figuran fn reuniones y organismos como investidos de no sé qué repre sentatividad- Claro está que convendría que nos acostumbra- ramos a considerar tanta pretendida representatividad entre paréntesis hasta el momento que sea acreditada en unas eles clones, o al menos con un censo de afiliados. En concreto —el caso os de los más expresivos— me ha causado estupefacción la lectura de las recientes manifestaciones efectuadas a ur\ periodista del diarlo «Ya», aparecidas en ia edición da dicho . diarlo el pasado día S, por el señor García TreVijano, presi dente del Grupo Demócrata Independiente integrado en Coor dinación Democrática. En ellas, dicho señor, aparte de inst truN* al lector sobre que «(en España) no existe una posibi lidad mayor de gobernar más a (a derceha que la que existe en estos momentos», afirma que «mientras los españoles 3s ten sin conciencia política no necesitan elecciones, sino libei-- tadesv (sic; el subrayado es mío), e igualmente «aquello qua, desde el Gobierno o desde la oposición, defiendan las elec ciones, lo que desean es que el pueblo no sea responsable po litlcamente». Ante tales manifestaciones, uno se pregunta cuál será el tipo de llbel'tades que puede ejercer un pueblo cuando no elige a sus legisladores y sus gobernantes. A la espera de que el señor García Trevijano Imbuya a los espa ñoles la conciencia política, ya pueden éstos ir asimilando 'a primera, y sin duda Inesperada, lección de que la libertad «s posible en las sociedades en que no se celebran elecciones. Manifestaciones como la que nos acaba de ofrecer el señor García Trevlfano no avalan, precisamente, su pretensión de erigirse en uno de los mentores de la nueva democracia es, «Lo previsto» y «lo Imprevisto»-—Tomo de nuevo el hilo del tema con que he comenzado estas consideraciones, el te ma de «lo previsto», lo cual me exige la referencia, corno fondo o contraite, a «lo imprevisto» (pero que puede surgir-. PtMS bien, en relación con la cuestión apuntada, mi pri mera afirmación es que lo mejor para el paii es que suceda lo ofleialfriente previsto, ya que lo oficialmente previsto es ni más ni menos que la democracia- El contraste con esta primera posibilidad considerada, esto es, ia implantación de una dentooracia estable querida y promovida desde las Ins Rancias oflcialet, los posibles «imprevistos» más importantes ssn, i mi mé9 49 vfr, dw: al «pihpchetáío prim^versl», o temprano, y el «plnochatazo otoñal», o diferido consecuente éa^ a un («rom y muy caliente verano; quiero decir, a varios años de disolución da la convivencia nacional en forma seme jante'al proceso seguido en Argentina, por citar uno de los casos más roclenteé e ilustrativos. Sin duda, un «spinolazo» resulta en nuestras coordsrtadas bastante utópico; sin que ello signifique que en el caso de que fuera factible debiéramos dbnsiderarlo deseable. Quien esté mfnimaments Informado de la cuestión sabe que el estamento militar español, particularmente en sus ni veles más responsables, contempla los problemas nacionales con una gran dosis de objetividad y de serenidad y que al mismo tiempo posee un profundo sentido de lo institucional, por lo aué sm-ia hacerle injuria el atribuirle veleidades «gol- pistas» más propias de latitudes subdesarrolladas o del tiem po decimonénico (que también en nuestro país, aunque tarde, terminó) que de la España modernizada del último cuarto del siglo XX. Sin, embargo, las condiciones objetivas y subjetivas del intervencionismo militar, ahora inexistentes, podrían ser creadas; con tiempoi, esfuerzo y perseverante obstrucción a las soluciones eonstructivas. Lo que, en cambio, parece nece sarlo descartar, conocido al estado de espíritu del Ejército. es el proyecto consistente en abortar el reformlsmo provo- canod el «pinochetazo prlitiaverai» mediante la táctica infantil de ponerlos nerviosos jugando de farol- Pero, ¿cuál es ia previsión de ia oposición? La verdad es que la llamada oposictttn as demasiado heterogénea para ela borar como tal la previsión de un proceso político —menos aún, una estrategia— y se define más bien por una aspira ción: la democracia. Por ello resultaría incoherente, especial- mente por.par^ de aquellos sectores de la oposición cuya entidad no es meramente cóyunturai, optar por encastillarse en la postura de buscar ante todo el fracaso del Gobierno, en lugar de favorecer el que éste realice su proyecto de Implan tar la dentocracla- En este punto el maestro Aranguren ha indicado la actitud correcta con una fórmula relampagueante: «hágase el milagro, hágalo el diablo». Claro está que desde el campo opositor se puede ser es céptico en cuanto a la intención democratlzadora del Gobier no, o bien en cuanto a la posibilidad de que el mismo puada llevar adelante la realización de tal intención democratiza- dera. En último ti^mlno, es la vieja cuestión de si es posible que nuestro sistema político autoritario evolucione hacia la 'démocraéia. La cuestión es discutible, pero difícilmente re soluble en el terreno de la discusión, pues de lo que tratares precisamente de experimentar dicha posibllidadú aunque haya que señalar que lo ya andado se sale ampliamente de ia cuan ta de lo que tiempos se consideró posible. Reflexionemos: la evolución ^ c la 1^ democracia, lo que se ha denominado ia reforma democrática del sistema político, se puede no creer en ella, lo que no se puede —llamándose demócrata— es no quererla. Sjsrfa Incoherente e Inmoral. Dando por sentado qu» el establecer como pieza básic^ da tas Institudonas políticas una Cámara elegida por sufragio general a través do los partidos es establecer la democracia (quien tanga otro concepto de la democracia se sitúa en unos presupuestos ajenos al tema que me ocupa), está claro, aun que algunos no quieran verlo, que el Gobierno propone, bajo los aiwpiclos del Rey, establecer la democracia en España. Ningún otro sentido ptMde tener el anuncio de convocatoria de. elecciones generales a celebrarse antes del 30 de junio da 1977. Quienes pudieran sentirse Inclinados a minimizar la importancia Ú9 esa decisión da convocar elecciones genera les, deberían tener en cuenta que se trata de algo que desda hace décadas no se produce en España, ni, por supuesto, en paisas como la Unión Soviética o Polonia, por tener en cuenta otros elemantos de comparación útiles a este respecto. (CONTINUARA) FÉLIX VILLAMERIEL