2003-12-11.LA RAZON.MI DOMICILIO INTELECTUAL AGT
Publicado: 2003-12-11 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES 34 16 22 16 LA RAZÓN LA RAZÓN SÁBADO, 20 - IV - 2002 SÁBADO, 20 - IV - 2002 LA RAZÓN LA RAZÓN JUEVES, 11 - XII - 2003 JUEVES, 11 - XII - 2003 MI DOMICILIO INTELECTUAL MÁRTIRES Y SANTOS OTRAS RAZONES no implicaba rechazo del suelo natal. Con mayor congruencia, el doble sentimiento del emigrante o exi- liado armoniza la no- ble lealtad al país de acogida y la nostal- gia o morriña de sus lares patrios. No creo en la sin- ceridad de los que dicen sentirse extranje- ros en su patria. Todos hemos tenido una infancia que ha recibido idioma y letras, paisajes y compañeros que, con amor o desafecto, distinción o vulgaridad, son in- agotables fuentes de la imaginación adulta, no porque hayan sido las mejores sino por ser irrepetibles. Esa simpatía natural no se puede encontrar luego ni en el más afín de los domicilios intelectuales. Una expresión metafórica que elude la residencia de la vi- da. Pero ser extraño en su pueblo es la con- dición natural de los que, pensando por sí mismos y no separando conducta y pensa- miento, se encuentran inmersos en la false- dad de algún consenso político. Esa sinra- zón de la locura normal que brota de los miedos imaginarios y la demagogia sin me- moria del oportunismo. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO L os que aman y practican la mentira sue- len llamar a Dios en su ayuda. «¡Bien sa- be Dios que...!» y mentir al canto. Re- forzada por la autori- dad divina. Pero Dios, sin el concurso de alguna Iglesia im- portante, no tendría poder entre los hom- bres y mujeres de este mundo cruel. Ten- dría autoridad, mas no poder, lo que crea un sentimiento tal de frustración que pue- de hacer llorar a las piedras. Decía Schu- bart que antes de Dios todos los tiempos son iguales. ¿Antes de que Dios tuviese el poder de una hija dilectísima que lo eje- cutase? Nos informan los medios de que el arzobispo de Toledo –no el arcipreste de Talavera– ha decidido que hay muchos mártires de la fe en su provincia y que to- dos deben ser canonizados. Alrededor de diez mil, católicos exclusivamente. Ya se sabe que la fe, cualquiera sea su dimen- sión, es patrimonio de cada iglesia, admi- nistrado por los funcionarios de la misma. Y no se puede permitir que, hasta la fe- cha, sólo hayan sido canonizados qui- nientos treinta y siete mártires toledanos. A por los diez mil. El celo del primado VENGANZA CATALANA M aragall será el presidente de la Ge- neralitat pero Zapatero pierde con ello casi la totalidad de las pocas op- ciones que tenía de lograr La Moncloa. Cata- luña le manda no uno, sino dos mortíferos tor- pedos a la línea de flotación que muy bien pueden acabar por hundirlo y hasta que, por ejemplo, se lo lleve el Tajo. Un PSOE prisio- nero del independentismo de Carod-Rovira ya es buen lastre, pero si encima se ha logrado ca- brear hasta los tuétanos a CiU, cuyos votos en el Congreso de los Diputados resultarían en cualquier caso imprescindibles para cualquier opción de gobierno nacional, más nublado ya no puede estar el panorama. Y además con el pedrisco de las encuestas rebotándoles en las costillas y advirtiendo que el rival se escapa ca- da vez más cuando ya la meta está a sólo tres me- ses vista. Pero lo peor es lo de CiU. El enfado es sobera- no. Y además acusan a los socialistas de andarles tener trampeando, de pactada la cosa desde hace semanas y hacer- les ponerse en ridículo con ERC. Artur Mas se podía haber evitado fotos con Ibarretxe y Pujol andando de jabonero. Están que trinan. Cla- man por la venganza. Una venganza catalana, que es de las peores. Piqué, el ninguneado, sonríe en la distancia. AAnnttoonniioo PPÉÉRREEZZ HHEENNAARREESS REBOREDO Y SAÑUDO E l nobel de Li- teratura de es- te año, el su- rafricano Coetzee, ha emitido dos juicios sobre sí mismo que, pese a su clara y dis- tinta formulación, no están exentos de la incoherencia que os- curece y confunde con frecuencia la conciencia de los grandes escritores. Esta incoherencia suele derivar de la propia genialidad artística. «Soy un producto de la expansión europea desde 1600 a nuestros días porque mi domicilio intelectual es evidentemente europeo, no africano». Pero lo evidente aquí es la con- tradicción entre los sentimientos primarios del escritor y su libertad de espíritu, entre su inconsciente y su razón. Tal contradic- ción despierta precisamente mi interés por su obra literaria. El análisis completo de esta compleja frase llevaría demasiado lejos de mi objeti- vo. Pues sólo trato de acercar esa extrava- gancia a la experiencia de muchos españo- les durante el régimen franquista y de los que continúan sintiéndose extraños o exi- liados, como yo, en su propia patria. Como no tengo vocación para la literatura de fic- ción, y sí para la del pensamiento sobre el sentido de la vida y de la política, he podi- do darme el placer moral de resolver este tipo de contradicciones vitales, sin necesi- dad de reprimir mis sentimientos instinti- vos. Cosa que ni un genio excepcional po- dría permitirse sin merma de su inspiración artística. Aunque sean verdaderas las dos oracio- nes de la frase de Coetzee, su unión por la partícula «porque» produce un juicio falso. La verdad está en lo contrario de lo que di- ce. El escritor surafricano no es un produc- to europeo «porque» su domicilio intelec- tual esté en Europa, sino que ha fijado aquí su residencia mental porque él es un pro- ducto intelectual europeo. Sus dos errores surgen de la reconfortante creencia de no haber sido racista desde siempre en su na- ción racista, y de seguir siendo antirracista para siempre en un contexto cultural anti- rracista. La intención de separarse del racismo constituyente de su patria nativa, cosa que le honra moralmente, le hace caer en el desliz histórico de arrancar su ascendencia cultural europea solamente desde 1600, co- mo si los primeros colonos «afrikaner» no hubieran sido fruto de la expansión colo- nial europea. Y además, comete la impru- dencia de olvidar que, al decir «hasta nues- tros días», se está considerando «resultado» del más espantoso de los racismos nacio- nalistas europeos, lo que le deshonra inte- lectualmente. Ignoro la biografía de este hombre interesante. En ella se encontrará, sin duda, la explicación concreta de sus in- coherencias. En ningún momento he simpatizado con la impiedad profunda hacia el pasado de los que dicen sentirse extranjeros en su propia nación, tan distinta de la compasión por su país de los que se saben extraños al mise- rable consenso que se adueña de su patria. El cosmopolita del XVIII y el ciudadano del mundo del XX encarnaban un deseo de extraterritorialidad cultural sin instinto, que Cañizares y el tesón del postulador Jorge López avalan la con- quista de ese objeti- vo. En realidad, no es difícil. Los canoniza- bles del común nece- sitan realizar algún milagro para ser al- zados a los altares. Ello plantea problemas descomunales. Como decía Terencio, «la complacencia hace amigos y la verdad engendra odio». Mentiras complacientes crean milagros por doquiera. No es el caso de los márti- res. Basta con que se demuestre que fue- ron asesinados por «odio a la fe». ¡Basta con demostrar cosa tan fácil! ¿Quién tie- ne a mano el conocimiento de la inten- ción del matador? ¿Podría haber tenido más fe que su víctima? ¿Sería indiferen- te en cuestiones de fe? ¿Cómo odiar aquello que no se valora? El postulador tiene que realizar un auténtico proceso de intenciones en dos sentidos. La intención del que mató y la actitud de morir por la fe del que fue matado. Claro que lo hará con la ayuda del Paráclito y eso cuenta mucho. El pasado día 9, el arzobispo toledano dijo que la canonización colectiva de los presuntos mártires comenzará con una so- la «tacada» de ochocientos. El prócer pri- mado asegura que el bando republicano (¿era lo otro una banda?) perpetró una «persecución religiosa» por odio a la fe. La cuestión es muy sencilla. La Repúbli- ca, contra la que se alzaron generales y obispos traidores y perjuros, profesaba un odio tan intenso y homicida contra los ca- tólicos (muchos de ellos republicanos) que mató por odio a los que pudo. Todos los muertos –se alzasen o no en armas contra el Gobierno legítimo– fue- ron mártires. Murieron por el ciego y bru- tal odio que sentían por su fe los matado- res, que defendían la República agredida y odiada por quienes consideraban –los obispos a la cabeza– que era un régimen anticristiano y revulsivo. Todo perfecto. Como decía el abad Joaquín de Fiore, «¿cómo pueden agraviarse (los muertos por odio a su fe) porque su propia perfec- ción particular falte en sí misma, cuando le sucede una perfección universal?» Además, así se contribuye poderosa- mente a la comprensión, la tolerancia y el amor entre religiosos y ateos, cristianos y agnósticos, rojos y nacionales. Ya lo dijo astutamente Pablo de Tarso: «Si hay un sabio entre vosotros, que se haga ignoran- te para que pueda ser sabio». Ignorantes, sabios y mártires. Así, con Aznar, Rajoy y Mayor a la cabeza, hacia otra guerra civil. ¿Acaso no es fuente inagotable de márti- res y, por tanto, de santos que salmodian su paz eterna por los campos del Edén celtibérico? Dijo Kant que, en el reino de los fines, todo tiene un precio o una dignidad. Lo que tiene un precio puede ser reemplaza- do por otra cosa equivalente. Pero lo que es superior a todo precio, «lo que en con- secuencia no admite equivalente, eso es lo que tiene dignidad». JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO