1993-11-23.LA VANGUARDIA.MEMORIAS CARRILLO
Publicado: 1993-11-23 · Medio: LA VANGUARDIA
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MARTES, 23NOVIEMBRE 1993 REVISTA •3 LA VANGUARDIA El saludo de Carmen Díaz de Rivera, asesora 1977. de Suárez, un gesto antes de la legalización del PCE Distendidos 1990. y lejos ya del poder, Suárez y Carrillo durante un seminario sobre la transición EMILIA GUTIÉRREZ 1976. El 30 de diciembre el secretario general del PCE salía de la cárcel de Carabanchel superara hechos corno los acaecidos, pues si se repetían no era probable que a él le dejaran las manos libres para sofocarlos. Les instó ade más a exigir responsabilidades con la máxima energía a los jefes comprometidos en la inten tona golpista, pero sugiriendo que la repre Sión tuviera un alcance limitado para que el problema no acabara siendo mayor. Suárez, que nunca había confiado en el general Arma da, manifestó que se equivocó en la opinión que tenía de él pues pensaba que había perma necido leal, pero el Rey le aclaró que no, que era el jefe de la conjura. Don Juan Carlos refi rió en este encuentro sus llamadas a los capita nes generales. Carrillo cuenta que el Rey les explicó cómo Milans del Bosch se hizo el re molón a las órdenes del Rey, pensando que debía ganar tiempo para ver si otras guarni ciones se sumaban al golpe o cómo el capitán general de Sevilla se había acostado temprano bajo los efectos del alcohol consumido en gran cantidad; el Rey pidió que no le despertaran. Ejemplar fue la actitud del capitán general de Madrid, Guillermo Quintana Lacaci, que im pidió la sublevación de la Brunete y cuyo hijo es hoy jefe de seguridad de la Casa Real. Quin tana Lacaci fue asesinado más tarde por ETA. “El Rey nos contó que, hablando con un coro nelj efe de un regimiento, éste le había contes tado: ‘Cumpliré sus órdenes, señor, pero ¡qué ocasión estamos perdiendo!”. A l Una relación poco corriente final de sus memorias, Carrillo se refiere a su relación con el Rey y re cuerda que el propio José Luis de Vilallonga ha dado a entender que ha sido una relación poco corriente entre un monarca y un líder comunista. En su opinión esta idea es real, “entre don Juan Carlos y yo ha habido unas relaciones de respeto y consi deración personal que ni él ni yo podíamos imaginar en la transición”. Pero el principio de esta relación no fue fá cil. En una entrevista con Suárez el 28 de fe brero de 1977 y cuando estuvieron de acuerdo en lo esencial sobre las elecciones, se habló de la monarquía. Carrillo estaba obsesionado en que no quería que el Rey lo tuteara, ya que él no podía hacerlo por dignidad real. Aclarado este punto, a los pocos días recibió una invita ción para acudir a palacio con motivo del.san to del Rey. Su secretaria Belén llamó a la Zar zuela para cerciorarse de que podía ir con tra je oscuro. La casa civil del Rey le especificó que debía vestirse de etiqueta, así que comu nicó que no iría. A los diez minutos, llegó la contraorden: no había inconveniente. Carri llo recuerda ahora en su libro sus sentimien Las dudas de don Juan E n Lisboa, un grupo de personali dades políticas, el embrión de la Junta Democrática que iba a cons tituirse, se reunió dos veces enju nio de 1974 para preparar su aparición pú blica. Se habló de las reticencias del PSOE y de las gestiones que Tierno Galván esta ba dispuesto a llevar a cabo, de la distancia que había marcado Areilza en una entre vista con Trevijano, pero sobre todo de las relaciones con don Juan de Borbón. La cuestión suscitó encendidas discusio nes. “Los monárquicos de la junta —relata Carrillo— informaron de que las gestiones para que el exiliado de Estoril encabezase Carrillo, con Senillosa y Areilza la oposición tropezaban con serios obs táculos. Dijeron que Satrústegui y Sáinz de Robles habían redactado un discurso am biguo para que lo pronunciara don Juan en la fiesta de aniversario, en vez del discurso franquista que deseábamos. Calvo Serer contó que el Gobierno había enviado al ‘pollo Ansón’ a Estoril con una informa ción truculenta: la existencia de una alian za de la oposición muy seria, que represen taría al 60 por ciento de los españoles, y que trataba de utilizar a don Juan de Bor bón no ya para destruir al régimen fran quista, sino a la monarquía, ante lo que le ponían en guardia”. El plan elaborado por Antonio García Trevijano y Rafael Calvo Serer consistía en preparar unas declaraciones para el dia rio francés “Le Monde” en las que don Juan se propondría corno árbitro para el cambio, con un programa que comprendía un gobierno provisional que consultaría al pueblo la forma de góbierno y que garanti zaría la legalización de todos los partidos. Las declaraciones deberían publicarse el 28 de junio y serían una verdadera bomba política. Los más reticentes a la idea no eran en realidad los comunistas, sino los carlistas, en particular. su líder Gonzalo Zabala, que querían la corona para Carlos Hugo. Tierno Galván, según Ca rrillo, llegó a proponer a Carlos Hugo como recambio si fallaban las gestiones con don Juan, idea que no prosperó y que Trevijano calificó de poco seria. A la hora de la verdad la gestión acerca de don Juan resultó un fra caso. Se sabía además que en una entrevista celebrada en alta mar entre el conde de Barcelona y su hijo, el entonces príncipe Juan Carlos, el primero se había com prometido a no autorizar las de claraciones ya concertadas con “Le Monde”. En sus “Memorias”, Santiago Carrillo resalta asimismo que “en la conversación con don Juan de Borbón, además de Trevijano, es taban presentes Joaquín Díaz Aguilar, Gabriel Navarro y Rafael Calvo Serer. Poco después de leer y a pesar de las escasas tachaduras, don Juan declaró que no podía autorizar tales declaraciones. También hizo una sorpren dente afirmación: que no estaba seguro de querer ser rey. Después de este chasco, la Junta Demo crática había llegado a la conclusión de que los esfuerzos para un acuerdo con el conde de Barcelona eran inútiles y que había que eliminar definitivamente la posibilidad de contar con él en esta etapa. Los monárqui cos de la junta ya no asistieron a la cena en honor a don Juan, de la que informó en su día con su sabia pluma Luis Carandell en “Triunfo”. tos: “Yo pensaba que si me disfrazaba con un esmoquin o con un frac ya no podía volver ja más por Vallecas”. “Córno está usted, don Santiago?”, le dijo el Rey en medio de general silencio. Al rato, le comentó por lo bajo a Joa quín Garrigues, que tiraba la ceniza descuida damente sobre las alfombras: “Ten cuidado, porque si quemas la alfombra me echarán la culpa a mí, que soy el único rojo presente”. Narra Carrillo que el Rey siempre le “ustea ría” desde entonces y que le resultó un hom bre llano y sencillo, de agradable conversa ción e interesado en conocer opiniones suyas. En la primera entrevista el Rey llegó a aclarar le que si un día su partido alcanzaba la mayo ría, cumpliría su deber y le encargaría a él el “De todos modos, sus palabras Gobierno. querían decirme, más allá de su preciso senti do, que él se proponía ser un jefe de Estado constitucional, sin enfeudarse a la derecha, como le había sucedido históricamente a la monarquía. Y que consideraba al PC como un integrante más del arco constitucional.” Gran don de gentesS in embargo, el Rey quiso tocarle la cresta delicadamente: “El Rey me ha bló de su estancia en España durante la dictadura de Franco; había sido una dura experiencia. Durante veinte años había tenido que hacerse el tonto y al final mucha gente había terminando creyéndose que lo era. Su idea, como la de su padre, era restaurar la monarquía no para que fuese una prolonga ción de la dictadura; pero eso no podía procla marlo. Había permanecido en silencio, espe rando el momento oportuno...” El Rey utilizó el adjetivo “tonto”, sabedor de que Carrillo lo había empleado en alguno ocasión años atrás para referirse a él. Escribe Carrillo: “De he cho, había que ser muy listo para hacerse pa sar por tonto durante tantos años. Y, en efec to, don Juan Carlos era y es muy listo. Tiene un indudable olfato para la política y un gran don de gentes”. Desde 1977 a 1982 Carrillo asistió a todas las recepciones que el monarca ofreció a jefes de Estado o de gobierno extranjeros. Asegura que hablaron de lo divino ylo humano. Carri llo piensa que esta corriente de respeto y con sideración se basó en el hecho de que el mo narca sabía que había rendido un servicio a la monarquía en la transición, mientras el líder comunista pensaba que el Rey había prestado un gran servicio a la democracia y al interés de los españoles. En uno de sus últimos encuen tros, hace unos diez años, la reina doña Sofia le inquirió intrigada: “,De qué hablan el Rey y usted durante tanto rato?”.